El nuevo mandato de Donald Trump ha significado un tremendo shock para el orden global. Como se esperaba, uno de sus rasgos salientes es el escalamiento de la confrontación con China, superpotencia frente a la cual EEUU experimenta un rezago tecnológico cada vez más notorio. A diferencia de 2017, China se encuentra ahora más preparada para lidiar con Trump, si bien el contexto internacional es muchísimo más complejo. El gobierno chino ha sido claro desde el momento que Trump tomó sus primeras medidas, reafirmando su histórica condena al uso de aranceles, difamaciones y amenazas, como herramientas para obtener concesiones. Tal es estilo de la diplomacia pendenciera trumpista.
En la primera llamada telefónica que tuvo este año con Trump, el presidente chino Xi Jinping insistió en la necesidad evitar el camino del conflicto y la confrontación. China conserva su predisposición para abordar las diferencias bilaterales a través del diálogo, aunque este claramente no pareciera ser el camino elegido por Trump. Pocos días después de la llamada, Trump impuso aranceles del 10% a productos chinos, que luego fueron ampliados al 20%.
“Las guerras comerciales no se pueden ganar”, ha dicho Xi en numerosas oportunidades, condenando a su vez la “mentalidad de Guerra Fría” que prevalece tanto en el ala republicana como demócrata en EEUU. Trump sigue aferrado a su posición aislacionista y proteccionista a ultranza. En su último discurso frente al Congreso estadounidense, dijo que “los aranceles son fáciles, rápidos, eficientes y traen justicia”. Un absurdo que no tiene asidero real. El negativo balance de su primera presidencia lo contradice abiertamente.
Cabe recordar que, además de la imposición de aranceles unilaterales, EEUU ratificó y amenazó con ampliar las listas negras que restringen el acceso al mercado estadounidense de empresas chinas. En tanto, Beijing respondió con aranceles del 15% sobre las importaciones estadounidenses, incluidos soja, pollo, cerdo y carne vacuna. Asimismo, Beijing amplió los controles para hacer negocios en China de importantes empresas estadounidenses.
El vocero de la cancillería china, Lin Jian, fue especialmente enfático sobre la posición de China frente a las bravuconadas y amenazas de Trump: “China está lista para enfrentarse con EEUU hasta el final, en una guerra arancelaria o en cualquier otro tipo de guerra”. China buscará evitar a toda costa el peor escenario posible de la confrontación militar directa, pero no cederá a las provocaciones.
Definiciones de Wang Yi en las Dos Sesiones
En el marco de las “Dos Sesiones” legislativas que se acaban de celebrar en China, el canciller Wang Yi dio un extenso discurso y confirmó que China seguirá tomando represalias contra los “aranceles arbitrarios” de EEUU. En ese sentido, el alto funcionario descartó que el método de Trump de presionar a China con aranceles pueda funcionar: “Ningún país debería fantasear con que puede reprimir a China y mantener una buena relación con ella al mismo tiempo”.

Por otra parte, Wang Yi dijo que los partidarios de la independencia de Taiwán “están jugando con fuego y se quemarán”, al tiempo que rechazó en duros términos el pretexto del tráfico de fentanilo, utilizado por Trump como otra excusa para castigar comercialmente a China. “Una mentira, aun cuando se repita mil veces, no se convertirá en un hecho, el mundo no se dejará engañar por las denigraciones y las calumnias contra China”, dijo Wang Yi. En la previa, China difundió un documento oficial sobre la cuestión del fentanilo, en el cual se deslinda de cualquier responsabilidad por la epidemia de adicción que azota a EEUU y detalla todas las acciones realizadas para regular y controlar su uso.
Otro tema complejo para China en el actual escenario son las negociaciones en curso para resolver la guerra en Ucrania. China ha reiterado la postura mantenida desde el inicio de la guerra, de apoyar la resolución pacífica del conflicto mediante negociaciones equitativas que tengan en consideración los intereses de todas las partes. Y ratificó su intención de seguir jugando un rol decisivo para facilitar el diálogo entre las partes y el logro de una “paz duradera”.
En su discurso, Wang Yi se refirió al tema, aunque evitando mencionar la iniciativa de Trump de negociar directamente con Rusia: “En retrospectiva, el conflicto podría haberse evitado. Todas las partes deberían aprender algo de la crisis. Entre muchas otras cosas, la seguridad debe ser mutua e igualitaria, y ningún país debe basar su seguridad en la inseguridad de otro”. Asimismo, el canciller ratificó que las relaciones entre China y Rusia “son tan sólidas como siempre” y confirmó que ambos países planean una celebración conjunta para conmemorar el 80° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Wang Yi rechazó los términos del plan de reconstrucción de Gaza de Trump.
En el discurso de Wang Yi hubo también una revalorización de las relaciones de China con Europa, Asia, África y América Latina, en base al vínculo a través de diversas plataformas de cooperación de las cuales China es protagonista, como el G20, el BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el Foro de Cooperación entre China y África (FOCAC) y el foro China-CELAC.
En definitiva, China no está dispuesta a resignar la posibilidad del diálogo y la negociación para resolver las diferencias con EEUU. Pero tampoco cederá ante presiones y replicará cada acción de Trump sobre sus intereses, sobre todo si afectan a temas de extrema sensibilidad, como Taiwán. Al mismo tiempo, China seguirá fomentando las relaciones con todas las naciones del mundo en base a los principios históricos de coexistencia pacífica y beneficio mutuo.
Mientras que EEUU bajo el liderazgo de Trump se está convirtiendo en el mayor factor de desestabilización global, China se presenta paradojalmente como la necesaria contracara, sumando cada vez más aliados, ya no sólo del denominado “Sur Global”. Por caso, el inédito repliegue transatlántico de EEUU, ahora abandonando a su suerte a los históricos aliados europeos, resulta una enorme oportunidad estratégica para China. En este escenario tan oscuro, la “comunidad de destino compartido” de Xi Jinping se presenta como una alternativa cada vez más atractiva frente la ley de la selva que propone Trump.