En el frente este de la OTAN ya se vive una estado de pre-guerra”, afirma el diario Le Monde del 7 de julio; el 11 titula: “La OTAN se pone en orden de batalla”: “del ártico finlandés hasta las costas búlgaras del mar negro, la remilitarización del frente oriental está en marcha”. Y se supone que Le Monde expresa la opinión francesa moderada. Ese relato belicista, que encontramos en los principales medios de comunicación de Europa occidental, parece la preparación de las opiniones públicas locales con respecto a lo que es percibido como una guerra inminente contra la Federación de Rusia. Nadie discute que después de Ucrania los rusos atacaran en los países bálticos, escandinavos, a menos que sea Polonia, o Rumania, o Bulgaria. Aunque nadie en Rusia haya emitido tales opiniones, bien por el contrario. Aun así, la percepción dominante en occidente es la teoría de los dominós, cuando en realidad los rusos juegan al ajedrez.
En ese contexto la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebró los 75 años de la institución en Washington. Como en todo cumpleaños, no faltaron los importantes, como el propio anfitrión, el Reino Unido, Francia y Alemania, para nombrar algunos de los 32 miembros, como así estuvieron los más nuevos, como Finlandia y Suecia, y los más exóticos, como Macedonia del Norte o Montenegro. Además contó con la presencia de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur, puesto que hay “una interconexión entre los problemas de seguridad en el Atlántico Norte y el Indo Pacífico”. Y por supuesto, Ucrania. Aunque digamos que Ucrania no está en la OTAN, ni falta le hace, es la OTAN la que está en Ucrania y desde antes del inicio de la operación especial rusa. Leemos ese entusiasmo en el comunicado final, que recuerda que el inicio de la ayuda militar occidental a Kiev data de 2014, una ciudad donde pronto habrá un alto representante civil de la OTAN para articular la estrategia común. En verdad, ese comunicado final provoca escalofríos.
En efecto, los “aliados” anuncian “nuevas medidas para avanzar en el apoyo militar, político y económico a Ucrania. Estos elementos, junto con el apoyo bilateral de los Aliados a Ucrania, forjan el puente que posibilitará la futura membresía de Ucrania en la OTAN”. Por supuesto, el objetivo es restablecer la “libertad, soberanía e integridad territorial” ucraniana, una meta que supone la derrota militar de la Federación de Rusia, algo que no sucede en el terreno, y que es muy difícil que pase. Por lo tanto esto es una declaración de guerra perpetua. A tal efecto la OTAN celebra el aumento del presupuesto de defensa de los países miembros, de modo tal que no sea sólo el presupuesto de Estados Unidos el único que financie el esfuerzo de guerra occidental. La OTAN asume el carácter híbrido del conflicto, y así evoca las dimensiones militares del aire, tierra y mar, como también el espacio y el ciberespacio, la cuestión cibernética, la desinformación y la Inteligencia Artificial. También impulsarán “la agenda Mujer, Paz y seguridad en las tareas básicas de la OTAN”. Nos acercamos a la distopía total, en una mezcla de Dr. Strangelove de Kubrick y 1984 de Orwell.
Un comunicado de la OTAN estaría incompleto sin denigrar a Rusia, designada como la fuente universal de todos los males, y amenazar a China, considerada como “un desafío sistémico” para occidente. Así es como denuncian “el apoyo de la República Popular China a la base industrial de defensa de Rusia” que “comprometería los intereses y la reputación” de Beijing. La respuesta china no se hizo esperar, que acusó a la OTAN de buscar la seguridad propia a expensas de otros, así como el riesgo de identificar a China como un enemigo hipotético, lo que no iría sin consecuencias. Hay tres frentes de la OTAN: el teatro europeo, donde libran en Ucrania una guerra que no pueden ganar y que los rusos no pueden perder; el Indo Pacífico, con la estrategia de “cordón sanitario” enunciada por el Clemenceau de 1918 contra la Rusia revolucionaria, y que hoy es contra China; el “flanco sur”, representado por Oriente Medio, África Septentrional y el Sahel, donde la lucha contra el terrorismo parece ser la coartada que justifique intervenciones militares. Así las cosas, bien podemos parafrasear ahora al Bolívar de 1829: la OTAN parece destinada por la providencia a plagar el mundo de miserias a nombre de la libertad.