Este jueves, los ministros de Relaciones Exteriores de los países que integran la OTAN celebrarán en Bruselas los 75 años de la fundación de alianza militar creada para unir a las fuerzas occidentales bajo la férula de Estados Unidos contra el bloque soviético. Estas bodas de brillantes se producen a pocos días de otro recordatorio: hace una semana se cumplió el 25° aniversario de su primera expansión tras la caída de la URSS. Un «festejo», aquel, que se inició con el bombardeo a Belgrado y que significó el último clavo en el ataúd de Yugoslavia. Si Europa y el mundo están hoy día en peligrosa tensión conviene recordar estos hechos como un punto de quiebre. De aquellos polvos provienen estos lodos, según señaló el Kremlin recientemente.
La razón de ser de la OTAN, en esencia, debía quedar vacante tras la disolución de su enemigo, como quedó establecido en la última década del siglo pasado. Sin embargo, casi en simultáneo a la disolución del bloque socialista y la reunificación de Alemania, se desmembró a ese experimento de un socialismo alternativo que había armado Josip Broz, Tito, en la región balcánica. La República Federativa Socialista de Yugoslavia fue un estado multinacional, multiétnico y multireligioso que mientras el líder comunista estuvo en el poder mostró un gran desarrollo autónomo. Tito fue, además, creador del Movimiento de Países No Alineados, una cuña de naciones que no quería formar parte de las disputas en la Guerra Fría entre dos potencias enfrentadas. Pero Tito murió en 1980 y en 1991, cuando la URSS se iba deshilachando, también se potenciaron las tensiones internas entre serbios, croatas, eslovenos, bosnios, o –desde otro ángulo–, entre cristianos ortodoxos, católicos y musulmanes. Y Eslovenia, Macedonia, Montenegro, Croacia y Serbia se declararon independientes.
Pero no tardó mucho en estallar el conflicto entre serbios, croatas y bosnios, liderados respectivamente por Slobodan Milosevic, Franjo Tuđman y Alija Izetbegovic y crecieron las denuncias por atrocidades de cada actor en este drama. En 1993, la ONU instauró el Tribunal Penal Internacional para juzgar crímenes de guerra cometidos durante la cruenta guerra civil.
En 1995 y tras una áspera intervención del gobierno de Bill Clinton, se firmaron los Acuerdos de Dayton entre Milosevic, Tudman e Izetbegovic. De la Yugoslavia surgida tras la Primera Guerra Mundial (literalmente Unión de los Eslavos del Sur), quedaban escombros y heridas que mucho cuesta aún recomponer. Pero había una deuda pendiente. Kosovo, un territorio que los serbios consideran como el origen de su nación, aunque ahora de mayoría albanesa.
Y aquí la OTAN y Estados Unidos tuvieron un rol determinante. En 1998 Kosovo se declara estado independiente pero el gobierno de Milosevic envía tropas para acallar la rebelión. El 24 de marzo de 1999 y sin ningún aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, decidieron bombardear primero contra las tropas serbias en Pristina, la capital kosovar, y luego Belgrado, la capital histórica de Yugoslavia y sede del gobierno de su sucesora nominal, además de Podgorica, Novi Sad y otros distritos aledaños. Fueron 78 días de ataques a mansalva que causaron la muerte de al menos 2500 civiles, entre ellos mujeres y niños. Fue el bombardeo contra población civil más grande desde la Segunda Guerra Mundial.
Los únicos juzgados en esta historia fueron los tres jefes de estado firmantes del acuerdo de Dayton y más de 160 militares y civiles. Milosevic murió en 2006 a la espera de una condena, en la prisión de Scheveningen, en las afueras de La Haya. Beijing no deja de recordar cada vez que entre los edificios arrasados estaba su embajada, con gente adentro. Mientras la presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani, celebró lo que catalogó como «rescate del exterminio», su par serbio, Aleksandar Vucic, dijo que «19 de los países más fuertes y poderosos del mundo atacaron a Serbia, mataron a niños y trocearon nuestro territorio».
Moscú, en tanto, condenó lo que consideró «la destrucción de los cimientos de la seguridad europea. Y no perdió ocasión de viralizar un video en el que el entonces senador Joe Biden se jacta de haber sido el que sugirió «que bombardeáramos Belgrado. Sugerí enviar a pilotos estadounidenses y volar todos los puentes del Drina». «