Con mensajes contradictorios entre Naciones Unidas y la ciudad de Nueva York en torno de la pandemia del coronavirus, la sede del principal organismo multilateral se prepara para recibir este martes a un centenar de dirigentes en su 76 Asamblea General anual, por primera vez desde 2019 con mayoría de asistencias presenciales. El secretario general del organismo, Antonio Guterres, marcó el terreno al señalar que esta nueva reunión -que tendrá la vista puesta en Afganistán y la desigual distribución de vacunas, entre otros temas- lanzará un «grito de alarma» por la situación «muy peligrosa» en la que está el mundo. «Es necesario restablecer la confianza. La división geoestratégica actualmente en el mundo es un obstáculo», dijo Guterres, y añadió que el planeta está «verdaderamente en una situación muy peligrosa» y se necesita «un grito de alarma para los responsables políticos».
El estadounidense Joe Biden, el brasileño Jair Bolsonaro, el turco Recep Tayyip Erdogan, el alemán Frank-Walter Steinmeier, el británico Boris Johnson, el israelí Naftali Bennett, el español Pedro Sánchez, y el venezolano Nicolás Maduro ya anunciaron su presencia. Sin embargo, estarán ausentes el francés Emmanuel Macron y el mexicano Andrés Manuel López Obrador, entre otros. La 76ª sesión de la Asamblea General será la primera ocasión en la que los líderes mundiales podrán reencontrarse en persona tras celebrarse su 75º edición en 2020 de forma principalmente virtual por el coronavirus.
Aunque la ONU goza de extraterritorialidad, como su sede está en Nueva York las autoridades locales y hasta de Estados Unidos hicieron un llamado a que cualquier movimiento o presencia de enviados de cualquier parte del mundo a la asamblea en las calles de la ciudad debía respetar los protocolos sanitarios que rigen para restaurantes, pabellones deportivos, cines, museos, centros de convenciones, etc, que exigen certificado de vacunación contra la Covid. Concretamente, las autoridades locales temen que esta sesión, con sus miles de participantes, pudiera convertirse en un «evento de superpropagación» del coronavirus, dijo la embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, informó la agencia de noticias AFP.
El 9 de septiembre, el Ayuntamiento de la ciudad le escribió al presidente de la Asamblea General, Abdulá Shahid, para informarle que «todas las personas» que entraran en el recinto de la ONU debían demostrar que estaban vacunadas ya que -argumentó- las salas y auditorios de la ONU eran un «centro de convenciones» y, por tanto, un espacio interior. El martes último, el presidente de la Asamblea General escribió a todos los Estados miembros para decirles que «apoya firmemente» la decisión de Nueva York.
Rusia se indignó y al día siguiente escribió para denunciar una medida «claramente discriminatoria» y señaló que no todas las vacunas están reconocidas por las autoridades sanitarias internacionales y estadounidenses, como sucede con la Sputnik V, que aún no fue aprobada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que será el primero en hablar en el plenario de este martes, aunque se negó a adelantar de qué tratará su discurso para evitar críticas, confirmó su viaje pese a no estar vacunado. La administración de la ONU dio entonces un paso atrás.
Así, Shahid volvió a escribir el jueves a los Estados miembros para aclarar que el sistema de la llamada «declaración de honor» seguía en vigor. Será obligatorio el uso de barbijo y la distancia sanitaria, un máximo de siete personas por delegación en el recinto, cuatro en el anfiteatro de la Asamblea General y reducción de las reuniones bilaterales al mínimo. Por último, se creará un centro de vacunación móvil con el fármaco estadounidense de dosis única Johnson & Johnson.
Rusia y China estarán representados por un miembro gubernamental, lo que es un mensaje para Washington de que «la llegada al poder de Joe Biden tiene escaso impacto en sus posiciones», indicó Richard Gowan, del centro de reflexión International Crisis Group. Desde enero, los aliados europeos se vieron sorprendidos por la ausencia de cambios notables en la gestión actual con la de Donald Trump, respecto a la política internacional de Washington, sobre todo respecto de China. La semana pasada, Francia lo comprobó con la firma de una alianza entre Estados Unidos, Australia y Reino Unido que le supuso la pérdida de un millonario acuerdo con Canberra para la construcción de submarinos.
Afganistán, que volvió a manos de los talibanes, estará en el centro de las discusiones, para defender los derechos de la mujer y evitar que el país caiga en una crisis económica y humanitaria. Lo mismo ocurre con Myanmar, dirigida por una junta militar que la comunidad no reconoció, o Guinea, teatro de un reciente golpe de Estado.
La lucha contra el cambio climático y la pandemia de la Covid-19, en particular el acceso a las vacunas, estarán en el centro de los debates. «Vamos en la mala dirección en todos los campos. Es totalmente inaceptable que haya países donde el 80% de la población esté vacunada y en otros solo el 2%», denunció la semana pasada Guterres. A eso se añade la recuperación económica «muy injusta» que crea «una división entre el Norte y el Sur» que aparece ya en la lucha climática, aseguró.
Está previsto que acuda el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hosein Amirabdolahian, quien adelantó la posibilidad de que Teherán mantenga reuniones sobre el acuerdo nuclear en paralelo a la Asamblea General. Aunque, según indicó el vocero de la cartera, Said Jatibzadeh, en principio no está planeado que se reúna con funcionarios estadounidenses.