El 15 de mayo de este año, por primera vez, la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la Resolución A/RES/77/23 del 30 de noviembre de 2022, oficialmente conmemoró el aniversario del desplazamiento forzado de palestinos o «catástrofe», la Nakba.
El mes del recuerdo de la Nakba había comenzado con la demolición de una escuela por las fuerzas de ocupación israelíes. El edificio palestino de Beit Tamar, en las afueras de Beit Laham (Belén), fue reducido a escombros a pedido de la agrupación ultraderechista Regavim, aliada al gobierno de Benjamin Nethanyahu.
La escuela Yubbet Adh Dihib, financiada íntegramente por la Unión Europea, fue derribada con excavadoras. La misma institución había sido demolida seis años atrás, hecho denunciado por la Agencia de Noticias Palestina WAFA. Casi en simultáneo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, felicitaba al gobierno y al pueblo israelí por sus 75 años de «independencia».
Por un lado, la UE dona los fondos para la creación de una escuela y por otro la funcionaria de alto rango del mismo organismo se congratula con el gobierno etnocida y de apartheid israelí. Hay algo esquizofrénico, inexplicable, que no se logra entender de la política europea.
Vale reiterar que una de las potencias militares más sofisticadas del planeta, bajo un gobierno guerrerista y con baja moral política, enfrenta a 2,5 millones de ciudadanos palestinos, encerrados en el campo de concentración a cielo abierto más grande del planeta. Sin infraestructura sanitaria, sin posibilidades de desarrollo, hostigados y asediados por cielo, mar y tierra, los palestinos sólo pueden resistir para no desaparecer. Muchos medios periodísticos parecieran que soslayaran este dato y vuelven a instalar la teoría de los dos demonios.
En este mayo particular, todas las mañanas nos despertamos con nuevas incursiones aéreas que descargan miles de kilos de muerte sobre la población palestina, incluyendo mujeres y niños. Sólo algunas expresiones de repudio y condenatorias débiles se escuchan, como fue la de nuestra cancillería. El comunicado 219/23 condena la operación israelí y expresa su condolencia a las víctimas y al gobierno del pueblo palestino haciendo un urgente llamado a las partes para evitar un mayor nivel de confrontación.
La cancillería no puede desconocer que desde hace 75 años los afectados directos por estas políticas son los más vulnerables en esta película. Y al no aclarar los hechos con mayor contundencia da lugar a que un organismo no gubernamental de la comunidad israelí y con fuerte poder de lobby como es la DAIA critique el comunicado, justificando con mentiras o el ocultamiento de la verdad, el accionar de Israel.
La DAIA acusó al Gobierno argentino de tener una mirada sesgada de la historia y de «recortar» los antecedentes del conflicto. Es cierto, porque la cancillería argentina en ningún momento explica que todas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU ni las de su Consejo de Seguridad que son favorables al pueblo palestino nunca fueron respetadas por ningún gobierno israelí, sea este de derecha o de izquierda.
En la Argentina otras voces se hacen escuchar, como la de Rafael Araya Masry, miembro del Consejo Central de la OLP, presidente de la COPLAC, y miembro del Consejo Nacional Palestino. «La conmemoración de la Nakba es el ejercicio de evocación de una constante que sigue presente, que cambia la piel, que evoluciona, que adquiere otras formas y que se arrastra desde 1948 hasta nuestros días. Conmemoramos el inicio de un proceso cruel de desposesión, de expulsión, de demolición de hogares y de todas las formas de intimidación que la ocupación israelí ejerce sobre el pueblo palestino. Un proceso de limpieza étnica, diseñado para la eliminación y apropiación de la identidad cultural palestina, con el único propósito de apropiarse de la tierra y hacer realidad el sueño de Ben Gurión, cuando afirmaba que ‘queremos la mayor cantidad de territorio posible, con la menor cantidad de población originaria posible'».
El sociólogo Gabriel Sivinian, de la Cátedra Edward Said de la UBA, dijo a su vez que «la Nakba no es un acontecimiento del pasado que se rememora una vez al año. Su recuerdo sirve para testimoniar que estamos ante un proceso diseñado para destruir a Palestina y a su pueblo». Y agrega que el historiador palestino Joseph Massad sostiene que la resistencia del pueblo de Palestina es lo único que explica el incompleto trabajo de la Nakba y su brutalidad siempre creciente. Como toda respuesta, el pueblo de Palestina ejercita el Sumud, la inquebrantable firmeza, la indeclinable perseverancia, el arraigo por siempre a su milenaria tierra y el sueño indómito de emancipación.
Las marchas contra Netanyahu muestran que tanto el pueblo israelí como el palestino están cansados de los atropellos de una democracia violenta guerrerista, etnocida, confesional y corrupta como esta de Israel. «