En la madrugada del 11 de diciembre, y mientras en las calles aledañas al Congreso miles de personas esperaban la media sanción en Diputados de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, Claudia Vásquez Haro luchaba contra las pesadillas, fruto de los nervios, a pocas horas de defender su tesis doctoral, la que la llevaría a convertirse, a los 46 años, en la primera doctora travesti-trans de Argentina.
El encuentro fue por Zoom; su amiga Claudia Santos, la primera que tuvo cuando apenas llegó a la Argentina desde su Perú natal hace veinte años, tocó el timbre a las 8 de la mañana para peinarla y prepararla. Además del jurado docente, la acompañaron amigas, familiares, y compañeras de militancia emocionadas por ser parte de un día histórico. Fuera de la pantalla, su mamá le sostenía la mano como hace 16 años, cuando caminaron juntas hacia su primer día de clases en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata en los años previos a la Ley de Identidad de Género.
La tesis que le otorgó a Claudia el Doctorado en Comunicación –calificada “sobresaliente”- pone el foco en las prácticas político-comunicacionales de las feminidades travestis y trans migrantes peruanas en La plata, más conocidas como “las charapas”, y en su inmensa capacidad de organizar saberes y experiencias a la hora de luchar por la reivindicación y conquista de derechos sistemáticamente negados a todas las identidades de la disidencia sexual. Claudia comparte con ellas esa gran familia llamada OTRANS Argentina, la ONG que preside y que es su trinchera política.
El proceso de investigación estuvo marcado por la potencia creativa propia de quienes deciden fugarse del contrato cis heterosexual para imaginar otros mundos posibles. Para Claudia lo importante era ser valiente, atreverse a mutar, cortar la cadena del extractivismo académico y desarmar la figura de investigadora ascéptica que analiza los hechos de manera abstracta para poder, en cambio, involucrarse de manera reflexiva: “Yo renuncio a los límites propios de la Academia y hago un posicionamiento metodológico: no trabajo con objetos de estudio sino con sujetas de investigación. Y así empiezo a pelearme con los textos importados, con las teorías y lecturas en la búsqueda de mi propio marco teórico, de una “epistemología del sur” travesti latinoamericana, que por supuesto casi no encontré. Elegir como metodología la acción participativa implica como investigadora formar parte de un proceso del que no puedo ser ajena, porque si hay algo que ocurre allí es que yo también soy travesti, soy migrante, y estoy atravesada por mis sujetas de investigación y por mi trabajo. Escribo y hablo de mi biografía, y al mismo tiempo de la historia de las travestis y trans de carne y hueso que fueron exiliadas, expulsadas, y que vieron en el viaje esa posibilidad de construir lazos de sociabilidad y sobre todo prácticas políticas colectivas, plurales, y subjetivizantes”.
Es en esa crítica a la Academia en la que inscribe la categoría de “transepistemicidio”. La docente e investigadora Silvia Delfino lo caracteriza en el predictamen de la tesis como el “silenciamiento e invisibilidad por parte de las ciencias sociales hegemónicas que redobla y eterniza el “transodio” sufrido, pero también contestado y resistido, desde la apropiación de lo público colectivo que les ha sido sistemáticamente negado”.
La mutación, la transformación tanto en el marco teórico como en la investigación, le hizo repensar sus propias raíces, ver cómo el concepto “trans” puede volverse un concepto de clase que intenta borrar esa identidad originaria que es la identidad travesti como categoría politica: “Por eso ahora me nombro travesti trans. Devengo trans pero no niego lo que soy, mi origen travesti”
Durante la infancia en Trujillo, su mamá, una agente municipal de la ciudad “adelantada a su época, feminista de toda la vida”, compró todos los tomos de la enciclopedia Larousse. Entre sus páginas Claudia buscó quién, cómo, dónde y por qué. Quería encontrar en esas preguntas quién era ella, y por qué le pasaba lo que le pasaba, pero nunca encontró ninguna respuesta. Esa actitud curiosa y ávida de conocimiento se volvió una marca personal en las aulas de la UNLP mientras cursaba la Licenciatura en Comunicación Social cada vez que se acercaba a sus docentes pidiendo más textos, más información para saberlo todo. Fue también en esa época cuando por primera vez una profesora, Adriana Archenti, le preguntó en frente de toda la clase cuál era su nombre. No el registral, sino el verdadero. Archenti no sólo borró y sobreescribió en su lista de papel el nombre de Claudia, sino que hizo correr la voz entre los demás docentes para que no hubiera ningún tipo de confusión: “Todo eso que ahora es una anécdota fue un gesto de contención de las profesoras, me contuvieron y me cuidaron. Lo mismo sucedió en 2005 cuando pude aplicar a una beca para la que, a pesar de cumplir todos los requisitos académicos, no tenía edad. Hubo una voluntad política clara de un Estado que apostaba a la reparación, la educación y la investigación para que igual pudiera obtenerla. Yo además era migrante, tuve que pelearla desde abajo, y toda esa historia inscripta en la lucha del colectivo organizado es la que me permite ser la primera doctora travesti-trans”.
Cuando conoció a Lohana Berkins en la presentación el libro “La gesta del nombre propio” en su facultad, sintió que allí estaba pasando algo importante: las travestis podían escribir y producir un libro. Esa lectura la interpeló y le cambió la cabeza. Claudia organizó su carrera “a la carta”, armo un recorrido académico en base a la búsqueda de herramientas para transformar la producción de conocimiento, para que sean las travestis quienes construyan su propio marco teórico, su propia historia “por fuera de las teorías importadas, patriarcales, heterocis, racistas y xenófobas”.
“Esta tesis es también una herramienta política. La pelea hay que darla desde adentro, hay que transformar desde adentro. Y ahí está Lohana hablando, con esta idea de que las travas inunden las universidades, que cuando una trava va a la universidad le cambia la vida a la trava pero cuando muchas travas van a la universidad o a formarnos en la educación, transformamos la sociedad entera”.