“Nosotros somos de Puerto Viejo, un paraje de Lavalle en la provincia de Corrientes», nos ubicaba a los de Buenos Aires hace poco más de un año Eugenia Sánchez, todavía ilusionada por el comienzo del juicio contra el productor tomatero Oscar Antonio Candussi, a quién había esperado más de una década para verlo sentado en un tribunal por el homicidio de José Carlos Rivero, apenas “Kily” para ella y el resto, su hijo de cuatro años de edad.

«En 2011 nos mudamos con mi marido y los chicos al centro de Lavalle, ahí nomás de la Ruta 27, enfrente de donde vivía el intendente (en referencia a Hugo Perrotta). En esa casa teníamos animales y armamos nuestro vivero con plantas ornamentales. Nos dividía un alambre de la chacra de Candussi; él producía y sigue produciendo tomates porque siempre estuvo en libertad, no estuvo ningún día preso. Llegamos en febrero y para marzo mi hijo empezó con sangrados en la nariz porque al lado tiraban venenos en los tendaleros de tomates. Yo les pedía que por favor bajaran las cortinas, que por lo menos pusieran plásticos para que el veneno no pasara, pero ni caso te hacían”.

Kily Rivero

Eugenia murió el domingo 8 de septiembre en una cama del hospital de Goya. Tenía 39 años, era joven y sufrida: además de Kily, enterró a Antonella, otra hija de 16 años que le arrebató el cáncer. El último tramo de su corta vida lo dedicó a exigir justicia y denunciar el costo humano del agronegocio.

“Desde que pasó lo de Kily, además de su trabajo autogestivo, se dedicó a emprender una lucha; primero con su familia, y luego, con la organización ambientalista Guardianes del Iberá, con el objetivo de lograr que el productor llegue a juicio y así obtener justicia por la muerte de su hijo. Quería que todos se enterasen que fue culpa de los agrotóxicos, no quería que el envenenamiento de su hijo quedara impune”, le cuenta a Tiempo Cristian Piriz, compañero de Eugenia en Guardianes del Iberá.

Unas horas antes, todavía conmocionado por la noticia, la había despedido a través de sus redes sociales. “Eugenia se hizo grito para el que quiera escuchar y para los que no, y a quienes no les gustaba lo que decía sabían muy bien que tenía razón. ¡Los agrotóxicos matan! A Eugenia le arrebataron casi toda la vida que logró traer a este mundo… Y ella siguió, no paró. Nunca se atajó. No podía permitírselo. Enfermaron a su Antonella, su niña. Partido su corazón de manera irreparable, no les dio el gusto a los asesinos del agronegocio y siguió luchando”.

Eugenia: una historia de lucha

La vida de Eugenia estuvo marcada por la pérdida y, en consecuencia, por la lucha. “Siempre fue una mujer muy activa y a partir de lo de Kily, todavía más –resalta Piriz–. Impulsó el trabajo autogestivo y promovió la organización de los vecinos de Lavalle para que no tuvieran que vivir del trabajo en las tomateras, que es la principal actividad en la zona.

A los 15 años le detectaron un cáncer muy extraño a su hija Antonella y la doctora que la atendió le dijo que no se podía descartar que la causa fuera el envenenamiento con agrotóxicos, lo mismo que había sufrido Kily. Todo el tratamiento y el proceso fue muy complejo porque coincidió con la época de pandemia y esta es una localidad muy chica de Corrientes, casi una zona rural. Todos los obstáculos que encontró para salvar la vida de su hija la convencieron de la necesidad de que haya una Ley de oncopediatría provincial; militó juntando firmas en el pueblo, golpeó puerta por puerta y colaboró activamente hasta que los legisladores armaron y presentaron el proyecto”.

El 29 de abril de 2021, la Legislatura, finalmente, aprobó por unanimidad la Ley Oncopediátrica de Corrientes, “con el objeto de prevenir y diagnosticar de forma precoz, enfermedades oncológicas en niños, niñas y adolescentes y brindarles atención integral basada en la persona, para garantizar el más alto nivel de vida posible a los pacientes y sus familias”. Como parte de un guión cruel o, tal vez, como seña de la tarea cumplida, ese mismo día Antonella murió.

“¿Qué se pierde con la muerte de Eugenia? –reflexiona al final Piriz–. En primer lugar, un espíritu de lucha enorme, gigante. A ella no le importaba nada a la hora de luchar por su causa, que era que no hubiera más chicos envenenados por agrotóxicos en la provincia, chicos asesinados por las fumigaciones, y lo hizo hasta el final, incluso, hasta muy poco tiempo antes de su muerte replicó este mensaje. Ese es su principal legado, el de una mujer luchadora que, pese a lo que la vida le puso adelante con este sistema de agronegocio que envenena y mata, luchó hasta el final, transformando su dolor y su bronca en discurso y acción. Nos deja una enorme responsabilidad, no podemos escapar de ese compromiso porque ella lo pudo hacer a pesar de todo lo que le pasó en la vida, entonces nosotros no podemos ser menos”.

Candussi
Un juicio histórico

En junio de 2023, después de 11 años de espera, el Tribunal Oral Penal de Goya condenó al productor tomatero Oscar Antonio Candussi a tres años de prisión condicional por el delito de homicidio culposo contra José Rivero, más conocido como ‘Kily’, el hijo de Eugenia Sánchez de tan solo cuatro años.

Candussi fue hallado culpable tras las evidencias de que había fumigado con pesticidas su plantación de tomates ubicada a solo 15 metros de donde vivía Kily, quien resultó víctima de la intoxicación.

“La verdad es que siento que no fue el resultado que nos hubiera gustado porque este hombre mató a un niño inocente y recibió menos condena que una persona que usurpó un predio municipal”, declaró en su momento a La Vaca Eugenia, tras conocer el fallo. El productor Candussi, en tanto, no pasó un solo día en la cárcel.