En 1971 fue una reunión de ejecutivos locales, apenas un síntoma. En 2022 concita a mandatarios políticos, dueños de multinacionales, intelectuales del pensamiento dominante y organizaciones no gubernamentales afines. Sin olvidar alguna celebridad pop, en tanto nota de color. Ya es un paradigma internacional.
Un ingeniero que enseñó administración de empresas en la Universidad de Ginebra, Klaus Schwab, organiza estos encuentros. Es el lugar para ver y ser visto, donde es posible escuchar gurúes de mercado y cruzar las personas más ricas de occidente. Conseguir esa selfie… Bienvenidos a Davos, en los Alpes suizos.
Más allá de los sentimientos de envidia o asco que puede provocar esa exhibición de poder real –cada cual sabrá- para quien ejerza algo de pensamiento crítico es una oportunidad para analizar la foto de familia de las élites occidentales.
Es una instancia legitimadora. Rito de iniciación para jóvenes lobos, tanto como confirmación para viejos zorros, estar en Davos es marca de pertenencia a la clase dirigente mundial, ya sea por invitación o bono contribución. Funciona para los que creen en eso, lo aceptan, lo reclaman y lo pagan. Qué tanto.
Es una actualización de los saberes convencionales. Año a año fija la agenda del momento, en base a un tema general como la globalización o internet. Luego esa agenda es tratada en comisiones donde predominan los gerundios: avanzando, enfrentando, construyendo y así. Articulan con sustantivos como desafío, confianza, negocios. Tampoco escatiman los adjetivos. Parece un manual de autoayuda, a menos que lo sea.
Es la exigencia de una “cuarta revolución industrial”, o eso dicen, que formalice de una buena vez la presencia de las grandes multinacionales en todos los ámbitos de decisión política. Ese esquema público-privado incluye hasta a las Naciones Unidas. Piensan en un “Great Reset” pospandémico, como si la sociedad fuese una computadora que se colgó. Proponen un sistema basado en la unión de los “stakeholders”, algo que en castellano puede significar tanto interesados como participantes o involucrados. Llegó el momento de la representación corporativa. ¡Qué tanto!
Es la proyección al futuro vista desde ese Foro. Para los davosianos, en 2030 no habrá productos ya que todo será servicios. Desde la casa al consumo; educación y salud estarán disponibles por pantallas de dispositivos; e incluso la inmortalidad será posible gracias al reemplazo de los órganos defectuosos por otros creados por impresoras 3D, a menos que la ingeniería genética no desarrolle mejores productos. Davos es un foro transhumanista.
Primer encuentro presencial desde el estallido del COVID-19, esta versión 2022 del Foro estuvo marcado por los acontecimientos en Europa. Habló el actual presidente de Ucrania, otros allegados, varios empresarios: quedó claro que son los valores de Davos los que están en juego en Donbass. Hablaban como si en eso se les fuera la vida misma. Como si les faltara el aíre para convocar una nueva cruzada contra Rusia y contra China.
Por cierto, “La montaña mágica” es el título de una novela de Thomas Mann. Publicada en 1924, el escritor no podía saber que muchos años más tarde ese Davos, que lo inspiró para contar la historia de un sanatorio para tuberculosos, sería el centro y el espejo del capitalismo utópico.