Para entender las transformaciones del Estado desde la llegada de Cambiemos, no podemos quedarnos en un planteo antiestatal y promercado tendiente a reducir el tamaño del aparato institucional. Este gobierno tiene su propio modelo de Estado, y no se reduce al mero repliegue o achicamiento. Con la gestión de Mauricio Macri emerge un Estado asociado a los negocios de los sectores concentrados de la economía, trabajando en favor de empresas de comunicación, energía, de la actividad agropecuaria y el sector financiero. En ese sentido van la desregulación de los mercados, la disminución de controles, la desprotección de los consumidores y la inclusión de los gerentes de las empresas en el cuadro directivo estatal.
A la par se fortalecen las áreas vinculadas al aparato represivo del Estado, con mayor financiamiento y capacidad operativa. Y en materia de gestión pública se destaca el flamante Ministerio de Modernización, importado de la experiencia previa en la Ciudad.
¿El resultado? Un gran impacto y deterioro en áreas de Estado vinculadas a políticas sociales universales o redistributivas, un marcado giro al asistencialismo como forma de contención social y política, y el desmantelamiento de programas regulatorios de áreas estratégicas. Eso se combina con un crecimiento de las estructuras burocráticas jerárquicas que configuran un aparato de Estado coercitivo, vigilante y represor o se asocian al sostenimiento de los núcleos de acumulación de sectores concentrados. En este marco, discursos estigmatizantes coexisten con la idea de un sacrificio del bienestar del presente para garantizar una supuesta prosperidad del futuro. En ese campo, quizá el escenario de la mayor disputa del sentido, Cambiemos montó una pantalla para justificar este proceso de reconversión del Estado.
*Coord. General de la Fundación Germán Abdala.