Se ha puesto de moda en Argentina deshojar la margarita. Mucha gente ha comenzado a desear la caída del gobierno de Milei. Y hasta le ponen fecha.
Sobran los motivos humanos.
El problema es que faltan las fuerzas sociales para su caída.
Por eso predomina la incertidumbre y la fantasía…y el deseo.
Algunos apostaron que no pasaba de enero, otros que se iba en febrero y un personaje atrevido como Guillermo Moreno, declaró que no pasaba de marzo.
No hay un caso similar entre los últimos presidentes.
Ni a Mauricio Macri le vaticinaron una caída tan rápida y tan deseada.
También es cierto que este deseo anida en una minoría. Creciente, pero minoría por ahora.
Está minoría es más o menos el mismo porcentaje que lo rechazó con el votó.
El otro sector prefiere esperar …
Eso es comprensible en términos humanos. La esperanza tuvo un rol conservador en la historia humana.
Lo nuevo es que este deseo crece cada semana al ritmo de los precios.
En ese movimiento subyace un alto riesgo… ¿Y si la inflación cae o se derrumba como vaticinan dos entidades imperiales ?
Ambas motivaciones -el deseo y la angustia- son estados emocionales, sentimientos.
O sea, no es una fuerza material activa… aunque las represente en potencia.
Y los gobiernos anti populares no caen a fuerza de emociones, aunque todas las rebeliones se iniciaron con una fuerte descarga emotiva. El 2001 es una prueba contundente. Sus meses previos fueron de angustia.
Deshojar la margarita no superará acciones como las del 24 de enero, la del 24 de marzo, las dos acciones nacionales piqueteras, deslocalizadas con mucha inteligencia táctica, y la suma de centenares de pequeños cacerolazos ocurridos desde diciembre.
Dos Incógnitas
La primera, es que la angustia siga creciendo.
La encuesta más reciente de la Universidad Torcuato Di Tella le da una «leve caída» de 0,5% a la «imagen presidencial».
No es mucho, pero indica una dinámica.
Es tan leve que no autoriza una previsión dinámica.
Una visión optimista exagerada podría desbaratarse si, por ejemplo, ocurre el desplome de la inflación para mediados del año, lo que suponen Morgan Stanley y la consultora del HSBC.
Recordemos que algo parecido pasó con Nicolás Maduro desde 2019. La inflación se ralentizó en Venezuela y su imagen negativa cambió, hasta convertirlo otra vez candidato presidencial.
Tan presidenciable que hasta el Departamento de Estado lo da ganador. (Claro, hay una diferencia notable con Milei: Maduro viene de una victoria politico-militar a medias sobre el intento invasor de EEUU, apoyado operativamente por Colombia, Brasil y Argentina).
Otro caso fue el de Menem. Su segundo mandato se afincó en el crédito barato y la caída dolarizada de la inflación.
Otra incógnita en la lotería anti Milei es la calle, la lucha de clases.
Está es la más preocupante.
Si la CGT se atreve a otro paro nacional es una cosa. Si pactan es otra.
Si los poderosos gremios del transporte completan su amague de unidad, es una cosa…
Pero sobre todo: Si la resistencia sindical a los despidos estatales sigue pasiva, timorata, y no se atreve siquiera, a recuperar las técnicas, recursos y tácticas de la Resistencia Peronista de 1955…
Una cosa es una cosa, otra cosa es otra cosa.
Este perogrullo se desenredará cuando la resistencia se convierta en fuerza. para que ésta pueda producir una victoria.
Milei se jactó el martes ante sus mandantes en el Foro de las Américas, que echará a otros 70.000 estatales….
Esa jactancia es la contracara del vacío… de la resistencia. Milei no está nervioso.
Claro que no es el desierto.
Argentina sigue teniendo la mejor tradición de resistencia en el continente.
Pero algo más complejo que «la burocracia sindical» está trabando la rueda.
Siempre se hace algo.
La radio streaming de los colegas de Telam es meritoria y las volanteadas y cortes breves de ATE Capital y otros gremios también valen.
Lo que falta es la emergencia de un tipo de resistencia que convierta la bronca, la angustia y el deseo en potencia expansiva que entusiasme.