Sergio Romero es el arquero con más partidos en el arco de la Selección: atajó 97 veces y le convirtieron 63 goles. Fue titular en los dos últimos Mundiales y a lo largo de todas las Eliminatorias rumbo a Rusia 2018. En nueve años como titular, no se le recuerdan grandes errores, más allá de algún blooper en un amistoso. En las muchas discusiones futboleras que ya se abrieron en lo poco que va del año, quizá sea uno de los puestos que menos se discute. Pero Jorge Sampaoli no lo ve así: el entrenador está preocupado por la poca continuidad que tiene el misionero de 30 años en el Manchester United. Chiquito es suplente de David De Gea. Con los Reds eliminados de la Copa de la Liga sólo sumará minutos en los cuatro amistosos que jugará la Selección antes del debut ante Islandia y los partidos de la FA Cup en los que José Mourinho decida darle la chance, como el viernes pasado en la victoria por 2 a 0 ante Derby County.
«Romero será el arquero de Argentina en el Mundial de Rusia. Es un arquero top», aseguró esta semana José Mourinho, el técnico de Manchester United. Hoy Sampaoli no puede afirmar lo mismo. El entrenador nacional ya avisó a los futbolistas que quienes no tengan regularidad en sus equipos difícilmente puedan estar en el Mundial. Lo mismo corre, por ejemplo, para Ángel Di María. Y para Javier Mascherano, que dejó el Barcelona para ganar continuidad en el Hebei Fortune de China. En España, lo sitúan a Romero cerca del Deportivo La Coruña. Ni Gerónimo Rulli ni Agustín Marchesín aprovecharon las pocas chances que tuvieron cuando ocuparon el arco nacional. Esa es la gran ventaja con la que cuenta el ex Racing en la carrera para ser el arquero en Rusia, donde sólo compite con Nahuel Guzmán.
Así como muchas veces se ha buscado la explicación esotérica en el desagradecimiento con la Virgen de Tilcara para entender por qué la Copa del Mundo elude a la Argentina desde 1986, también se podría poner esa misma lupa misteriosa sobre el arco. Desde que Nery Pumpido sufrió la fractura de tibia y peroné tras chocar con Julio Olarticoechea en el partido ante la Unión Soviética durante la primera ronda de Italia 1990, una nube negra acompaña a los arqueros de la Selección en los Mundiales.
En Estados Unidos 1994, Alfio Basile sorprendió al mandar al banco a Sergio Goycochea, figura en las Copas América ’91 y ’93, para darle el lugar a Luis Islas. El ex Independiente falló ante Rumania y se terminó la ilusión en tierras yanquis. En 2002, Marcelo Bielsa le había dado la 1 al Mono Burgos durante todas las Eliminatorias, pero en Japón-Corea apostó por Pablo Cavallero. Aún se recuerda la floja reacción del ex Vélez en el tiro libre de Anders Svensson ante Suecia. En Alemania 2006, Roberto Abbondanzieri se retiró lesionado en camilla en los cuartos de final ante el local, cuando Argentina todavía ganaba 1 a 0: el partido terminó 1 a 1 y su reemplazante, Leo Franco, no acertó en los penales.
Parecía que Romero había roto con todos esos antecedentes la noche en que se convirtió en héroe, tal como le predijo Javier Mascherano antes de atajar los penales ante Holanda, la llave que necesitaba Argentina para llegar a la final. Pero después de aquella definición en San Pablo, la Selección perdió dos finales desde los 12 pasos ante Chile, en las que Romero adivinó en la mayoría de los casos las intenciones de los pateadores pero sólo contuvo un penal. Todo eso pasa hoy por la cabeza de Jorge Sampaoli, un fanático de la Selección al que le preocupa la poca continuidad que tendrá Romero debajo de los tres palos a lo largo de este 2018.