Durante 21 años, entre 1978 y 1999, por la revista Humor pasó la vida y, durante la dictadura y después también, ese inmenso titiritero que fue Andrés «El Tano» Cascioli le hizo pito catalán a la muerte. En tiempos de pensamiento único exigido a sangre y fuego (dictadura, Martínez de Hoz, conflicto por el Beagle, Mundial ’78, Malvinas, represión, censura, desaparecidos) Humor desafió al silencio debidamente obedecido por la gran mayoría de los medios y sólo por eso, que no es ningún chiste, está en la historia.
Por haber abierto la boca cuando casi todos la tenían bien cerrada, por haber pasado de la ironía a la reflexión infinita y haber vuelto una y cien veces, por permitirnos participar de la diversión burlona a la sonrisa comprometida, de la sátira mordaz a la crítica oportuna, por habernos invitado a compartir una larga mesa de la inteligencia muy bien ocupada. Por eso está muy bien que recordemos a Cascioli a diez años de su fallecimiento (se cumplirán mañana) y a su máxima creación, la Humor, próxima a cumplir los 20 años de su cierre. Hoy, que desde las redes sociales y de los compilados de radio y televisión recibimos muchas muestras de humor, en este tiempo, decía, mucho necesitaríamos de una revista así que, como proclamaba, autoirónico, el slogan , supere apenas la mediocridad general.
Desde su número inicial en junio de 1978 hasta el regreso de la democracia, Humor apareció en 119 ocasiones, contando y riéndose de lo menos permitido. Desde la asunción de Alfonsín y pasando por la década menemista hasta su adiós definitivo, en el número 566, Humor llegó a los kioscos durante 447 ediciones. Apareció cinco años en dictadura y 16 en democracia hasta el 18 de octubre de 1999, seis días antes de las elecciones que llevaron a Fernando de la Rúa a la presidencia.Con otros dos sobrevivientes en su tapa –Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf–, Humor publicó su edición final, 53 días antes de que Menem devolviera el bastón presidencial. Menem lo hizo: se dio el gustazo de asistir al cierre de ese medio que tan poco humor le provocaba.
En sus notas, Humor se anticipó a tiempos como los que corren: reinterpretó la realidad con disenso y diversidad, le dio un lugar importante y reconocimiento a las mujeres, desarrolló a su estilo el concepto básico que sostiene, hoy y siempre, el edificio de los Derechos Humanos. En un momento en que la mayoría de los medios penaban con la censura imperante y muchos de ellos acataban esas tristes reglas de juego de rodillas, Humor se las ingenió para, de pie (la posición en que Cascioli acostumbraba a dibujar), situarnos con ese humor que hace reír para no llorar. Eludió casi siempre a la censura, se permitió hablar de todo, abrió ventanas, dejó que circulara el aire fresco. Editó distintos tiempos del país con escenarios económico-sociales similares al de hoy: escalofriante deuda externa, criminal avance de las importaciones, supresión de conquistas laborales, destrucción de vastos sectores de la clase media, y del pequeño comerciante y del mediano industrial, pobreza, carencias graves.
Voy a mencionar algunas cosas que simbolizan lo mejor de esa experiencia.
Primero a Andrés Cascioli, que hizo de su tozudez una militancia, intuitiva si se quiere, pero militancia al fin, probablemente aprendida en su infancia-adolescencia en Sarandí, o luego en su paso por las divisiones inferiores del dibujo y la historieta, y agigantada después como artista creativo en agencias de publicidad. De allí saltó a la edición de revistas : Satiricón, Chaupinela, Perdón, Humor,SexHumor,El Periodista de Buenos Aires y también exquisiteces como El Péndulo, Humi, Fierro. En su etapa final, el ya existente Partido Judicial lo apestilló con 59 juicios, en tanto que la AFIP le apretó el cuello hasta dejarlo cianótico, retardando su concurso de acreedores hasta obligarlo a quebrar a su empresa Ediciones de la Urraca. Junto al pedestal para Andrés, levantó un podio del que nadie osará desalojar, jamás, a Tomás Sanz, Aquiles Fabregat y Enrique Vázquez.
También quiero recordar otra ocurrencia de Cascioli para procurar mojarles la oreja a los poderes. En 1981 Palito Ortega trajo a la Argentina a Frank Sinatra. Coincidente con la presentación que el norteamericano realizaba en el Luna Park, Humor, y el tano, genio y figura, organizaron una especie de contraconvocatoria: el Encuentro de la Música Popular en Obras Sanitarias con grandes figuras alternativas, antitilingas y contestatarias.
Hay una foto que sólo existe en mi memoria – tal vez tomada por el gran Eduardo Grosman– en la que descubro, sacando pecho, a Carlos Abrevaya, Hugo Paredero, Miguel Rep, Jorge Garayoa, Juan Sasturain, Aída Bortnik, Jorge Sábato, Carlos Llosa, Alejandro Dolina, Luis Gregorich, Pacho O’ Donnell, Norberto Firpo, Osvaldo Soriano, Claudio Bazán, Sergio Núñez, Gloria Guerrero, Aníbal Vinelli, Héctor Ruiz Núñez, tantos más. Y en recuadro la veo a Mona Moncalvillo, que con sus valientes entrevistas les devolvió voz e imagen a muchos prohibidos, cuestionados, malmirados y exiliados de adentro y de afuera: Mercedes Sosa, Pepe Soriano, José Larralde, Atahualpa Yupanqui, Cipe Lincovsky, Héctor Alterio, Juan Carlos Gené, Griselda Gambaro, Adolfo Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, entre tantos. ¿Que fueron ellos, en ese tiempo y en ese lugar, si no lo que mejor define a Humor?: una inesperada y formidable usina de inteligencia y de construcción de sentido (incluido el común) que los milicos, sorprendidos, se tuvieron que morfar.
Durante el menemismo Humor le dedicó a Carlos Menem y a los chupamenem de siempre centenares de tapas, algunas muy agresivas, dibujos socarrones, frases cargadas de ironía. Sin embargo, Menem siguió ganando elecciones y sobrevivió al estilo de la revista y hasta se convirtió en testigo de su entierro. Este hecho significativo obliga a preguntarse, ¿qué tendrán algunos poderosos que siguen adelante, como si nada, pese a críticas demoledoras, incendiarias, irrefutables?. Los actuales momentos políticos de la Argentina, retrotraen a esos años porque vuelven a poner frente a nuestros ojos a otros, nuevos hombres de amianto. ¿Será que sólo el humor no basta para ponerle el cascabel al gato?
Una bella exposición con soberbios cuadros de Cascioli se puede ver hasta fines de julio en la preciosa librería Eudeba, en Rivadavia al 1500. Ahí cruzamos miradas (y ellos también nos miran) con Mario Benedetti, con Orson Welles, con Cortázar, con los Walsh, María Elena y Rodolfo, con Mercedes Sosa y tantos más. Pongan mucha atención en la serie de personajes de la Argentina de los ’90 a los que Cascioli desnudó y verán que la Humor nos vuelve a hacer sonreír. «