-¿Cómo surge el libro?
-En la última década, la cuestión de los medios de comunicación forma parte del debate político y de las discusiones que se dan en la sociedad, pero no aparece el sujeto del trabajador de prensa. Veníamos de protagonizar una experiencia de reconstrucción de los lazos solidarios en las redacciones en algo elemental como reconocerse trabajadores, pelear por las paritarias de prensa y alumbrar el nacimiento de un nuevo sindicato de las bases. Esa noticia está desdibujada si se revisa la cobertura de la gran mayoría de los medios de comunicación, sobre todo los comerciales y monopólicos. Entonces, aparece la necesidad de contar y decir que dentro de las redacciones hay discusiones, grietas, rupturas e intersticios en donde el discurso de los dueños o funcionarios a cargo son discutidos. Más allá de que no son todas las discusiones que quisiéramos, son un montón los casos en los que los trabajadores de prensa a través de la herramienta gremial debaten contenidos periodísticos. Si no somos los propios trabajadores de prensa los que contamos esta historia nadie la cuenta.
-El debate de los contenidos parece periférico en función de los despidos y la crisis. Sin embargo, la compilación demuestra que hubo muchos avances en el último tiempo.
-No hay que idealizar. La organización sindical tiene que ver con pelear una porción de la torta con los dueño, reducir en algún margen la explotación que se sufre. Es lo esencial para cualquier sindicato y organización colectiva. Pero así como los Metrodelegados discuten qué transporte quieren, los trabajadores de prensa tenemos que discutir qué periodismo se hace y al servicio de quiénes están los medios. A la par de la gran crisis del periodismo, de la masacre en términos de despidos y cierre de medios, surge el debate de qué periodismo se hace incluso mientras los compañeros y compañeros piensan cómo mantener su sustento. No es solamente discutir qué pasa con nuestros puestos de trabajo sino qué pasa con la comunicación. No hay que verlo como realidades que se contraponen, sino que son parte de la misma lucha. Por ejemplo, la línea de Página 12 es señalar que el salario no alcanza, que la inflación va por el ascensor y los sueldos por el piso. Sin embargo, la patronal no cumple con la paritaria y entra en flagrante contradicción con su línea editorial. Por eso es oportuno también discutir la línea editorial para conseguir conquistas salariales.
-¿Era indispensable contar la historia del sindicato?
-A medida que fui investigando la historia de los diferentes medios nacionales situados en Buenos Aires surge que todo eso confluye en una misma herramienta gremial que es el SiPreBA. En ese sentido, era natural que apareciera la información elemental de cómo se fue construyendo el sindicato que es joven y falta un trecho para contar su historia. Aparece el hilo rojo de la historia. Somos de una generación que empezó a militar desde el conflicto de Crítica en 2010, de Perfil en 2007 o en las paritarias-prensa de 2012-13 y a veces entendíamos que estábamos inventando la pólvora porque era muy alto el grado de devastación sindical y ausencia de cuadros.
-¿En qué se manifiesta esta nueva generación?
-Es la que llega a los medios cuando hay crecimiento en los puestos de trabajo. Cuando el gobierno kirchnerista rompe con el Grupo Clarín y aparece una discusión sobre el rol de los medios en la sociedad. Para bien o para mal, la grieta fortaleció mucho la posibilidad de organizarse en las redacciones. Dio margen para que los compañeros en Clarín pudiesen recuperar su organización interna y nos hizo pensar cuál era nuestro lugar. Si había una grita entre medios oficialistas y opositores, ¿cuál era el lugar de los trabajadores? La foto de los trabajadores de Clarín y los de Tiempo bajo un mismo reclamo, por ejemplo, tenía una potencia significativa. Sin saberlo, la nueva generación recuperó experiencias anteriores relacionadas a reconocernos como trabajadores y dotarnos de la organización sindical sobre todo para no aceptar prepoteadas. También fue favorable la aparición de las redes sociales porque somos una generación que puede denunciar una censura o acto de prepotencia patronal a través de un tweet.
-Como pasó con el editorial de La Nación en 2015.
-Si bien el efecto cadena se produce cuando un grupo de compañeras y compañeros cuestionan el editorial “No más venganza” en twitter, el efecto político trascendente lo da la organización sindical y la posibilidad de hacer una asamblea en la redacción en el seno del diario más aristocrática. Es muy significativo. Lo de las redes es importante porque genera apoyo, pero el factor clave es el elemento colectivo.
-¿Por qué decidiste incluir un dossier de comunicados?
-Me parecía interesante ver de conjunto esos textos cuyos autores son delegados y compañeros. Sin conocer los otros textos, se elabora una posición común con comunicados que cuestionan la línea porque hay censura, tergiversación o se daña la cobertura informativa. El gran momento que nos permite cuestionar los contenidos de los medios tiene que ver con las temáticas de los derechos humanos. Es la gran bandera que organiza el trabajo durante estos años. El libro está organizado en función de los derechos humanos porque la mayor parte de los cuestionamientos tienen que ver con la dictadura, la protesta social, la desaparición de Santiago Maldonado o las agresiones contra los trabajadores de prensa. Intentamos generar un periodismo desde las redacciones con estrategias comunicacionales que le sirvan a otros trabajadores. Es muy importante que se conozca que en Canal 13 o TN hay compañeros que se juntan y que gracias a la organización sindical pueden publicar una revista que cuestiona al medio en el que trabajan. Es destacable porque quien hace el cuestionamiento pone en riesgo su trabajo y su comodidad. El libro trata de trazar un campo de estudio que no está demasiado explotado: la realidad dentro de las redacciones.
-¿Cuál es el balance de la experiencia de estos últimos años?
-El pesimismo de la razón nos indica que se perdieron miles de puestos de trabajo, cerraron medios a ambos lados de la grieta y quienes vaciaron a esos medios tienen una impunidad absoluta. Pero la organización ha logrado revertir el conflicto de Télam donde la empresa no ha podido avanzar con el desguace y hay una resistencia heroica. Lo mismo sucede en la TV Pública donde los trabajadores le ponen un tope a las presiones. Aún con todas las dificultades, hay experiencias y triunfos valiosos como Tiempo, Clarín o la TV Pública. Todo el trabajo de cuestionamiento editorial termina redundando en acciones concretas y es una gran noticia. Hay que tener cuidado con el discurso de la desesperanza y del fin del periodismo. Va a seguir siendo necesaria la existencia de estructuras colectivas para la tarea periodística porque no se puede desarrollar todo en forma robótica y virtual. El supuesto modelo basado en la tecnología no garantiza calidad informativa ni democracia comunicacional. Es un momento para reivindicar el periodismo y nadie mejor que nosotros para decir que acá se necesita muchos más puestos de trabajo y diversidad de voces.
-El título es una consigna de una canción cantada en diferentes marchas. ¿Por qué no nos callan nunca más?
-Es un enunciado optimista porque creo que hubo un intento de silenciamiento que no se produjo. A medida que iba escribiendo el libro aparecían conflictos que ratificaban la orientación. Por ejemplo, Télam. El estado destinó todo tipo de recursos para despedir a 357 trabajadores. Sin embargo, dieron la disputa, hicieron un sitio, eventos culturales y finalmente lograron una victoria. Fue una disputa política, sindical y comunicacional que demuestra que no nos callaron. Creen haberse comprado el periodismo, pero no nos van a poder expropiar el derecho a informar porque es de los pueblos. Los patrones se aprovechan de la pasión, de lo hermoso del oficio, de la necesidad de contar que tenemos para pagarnos sueldos de miseria y precarizar. Nos han callado porque nos hicieron pensar que no valemos la pena. Hoy en la calle se asocia al periodista con un lobbysta o con un showman televisivo que no desarrolla el oficio. Esas caras conocidas hacen lobby en función de intereses que nadie tienen que ver con la información o los ciudadanos. Pero el periodismo está en otro lado. Es importante rescatar la voz del periodismo anónimo y colectivo que se ha hecho presente en las luchas que venimos dando los últimos años.