En los dos primeros años de la década pasada una seria de manifestaciones populares por diferentes instancias de democracia a la vez de derechos sociales conmovió a varios países árabes, en una ola que se dio a llamar la Primavera Árabe. Cada una con sus características se generaron la Revolución de los Jazmines en Túnez; La Revolución Blanca en Egipto; Las cintas rojas en Yemen; y conflicto de distinta escala en Libia, Siria, Argelia, Jordania, Arabia Saudita y otras manifestaciones menores en otros países.
A diez años de esos episodios las movilizaciones violentas volvieron a Túnez, donde la población protesta por la crisis económica y el desempleo. “La situación es mala porque se conjuga una crisis económica y social, cuyas víctimas son los más jóvenes, con una crisis institucional seria y los conflictos entre el gobierno y el Parlamento”, señaló desde Túnez el ensayista y escritor Santiago Alba. Experto en África del Norte, indicó que “la población no siente satisfechas las demandas que se exigieron en 2011, sobre todo aquellas vinculadas con trabajo y acceso a alimentos, vivienda y educación”.
Las manifestaciones continúan a pesar de que el Parlamento aprobó los cambios en el gobierno del primer ministro Hichem Mechichi, enfrentado con el presidente Kais Saied, “un extraño jurista, un outsider que reivindica las consignas revolucionarias de 2011 y que no tiene partido”. Alba sostuvo que el Parlamento tunecino “está muy fragmentado”. “Hay un régimen mixto, de corte democrático, pero que en el contexto regional y de las crisis acumuladas no ha sabido desarrollar su articulado”.
En tanto, el académico de la Universidad Complutense de Madrid señaló que la actual crisis económica se debe a “una continuidad con las políticas económica de Ben Ali. Nadie se atrevió a tomar medidas mínimamente proteccionistas y hoy hay pedidos de crédito al FMI”.
Si bien destacó que “no hubo punto de ruptura” con el anterior régimen en este aspecto, “en cuanto a derechos civiles, Túnez está a años luz de otros países del mundo musulmán. La Constitución de 2014 es la más avanzada en términos de igualdad de género y ciudadana”.
“Lo que ocurrió en 2011 tiene que ver con una transformación del pasado que incluye, por primera vez, un derrocamiento de regímenes dictatoriales. El cambio político siempre se había producido por golpes de Estado o palaciegos”, subrayó Alba.