La llegada de Gerardo Werthein a la Cancillería para reemplazar a Diana Mondino se concreta pocas horas antes de un giro importante para el futuro de la administración de Javier Milei: los comicios del próximo martes en los Estados Unidos para elegir al próximo presidente. El exembajador podría mostrarse en el Palacio San Martín este lunes, como un anticipo de su desembarco, pero las riendas del aparato las tomará después de que se conozca el veredicto de las urnas estadounidenses para saber si el próximo inquilino de la Casa Blanca será la vicepresidenta Kamala Harris o el expresidente republicano Donald Trump.
El supermartes que se avecina encierra una de las incógnitas que el presidente tiene desde que asumió el 10 de diciembre. Con velocidad, en los siete viajes que realizó a Estados Unidos en once meses de gestión se ha concentrado en seducir al establishment de la derecha y ultraderecha de los Estados Unidos. En febrero, durante la Conferencia Política de Acción Conservadora que se realizó en Washington, pudo saludarlo con exaltación y desearle que sea el próximo presidente norteamericano. Trump, sorprendido, le agradeció el gesto y cuando subió a las tablas del escenario dijo: «Milei me ama, yo amo a Milei» y reivindicó el «Make América Great Again» (Hagamos América Grande Otra Vez, MAGA por su sigla en inglés) que utilizó en su campaña para compararlo con Milei y decir que estaba haciendo lo mismo en Argentina. Una especie de «Make Argentina Great Again» en manos de una superación política de la experiencia del mandato de Mauricio Macri, el «amigo» de Trump.
Las elogios del candidato revelan la lectura que tienen los republicanos sobre Milei, en un momento donde el presidente argentino ha podido mostrarse con los magnates que más gravitación tienen sobre ese ecosistema conservador, como Sam Altman, Elon Musk, Mark Zuckerberg y Tim Cook. Todos esos encuentros deslumbraron a Milei y a su hermana Karina, la secretaria general de la Presidencia. Cada uno de ellos tuvieron a Werthein como gestor en las sombras del doble juego que construyó en estos diez meses como embajador en Washington: un road show permanente con empresarios y líderes que impactan directo en el corazón republicano, ahora fuera del poder y, al mismo tiempo, una muy buena relación con el dispositivo demócrata que rodea al presidente Joe Biden. Tanto que en junio, durante la cumbre del G7 en Italia, se mostró dialogando con el mandatario norteamericano. En esa oportunidad Werthein no fue el impulsor del viaje a la cumbre del G-7. Tampoco Mondino, sino el diputado del PRO, Fernando Iglesias, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja y que participó de ese viaje. Por eso surgieron especulaciones sobre un presunto salto del legislador al Ejecutivo, pero todo fue borrado de un plumazo por Karina, último y determinante muro de contención para llegar al presidente.
La decisión de alinear la política exterior argentina con la de Estados Unidos e Israel pone a Werthein en un lugar privilegiado para suceder a Mondino. Desde diciembre Milei ha puesto a empresarios millonarios al frente del Palacio San Martín. Primero a Mondino, principal accionista del Banco Roela y ahora a Whertein, miembro de la familia que controla el grupo del mismo apellido y tuvo el manejo de Telecom Argentina, un puente privilegiado para mantener también una buena relación con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Werthein es un integrante destacado de la comunidad judía y ahora como canciller deberá moverse ante el nuevo escenario global que definirá la elección de este martes.
Si hay una victoria de Trump, Milei deberá administrar su entusiasmo con los republicanos. También tiene detractores en ese universo, especialmente de un hombre muy cercano al expresidente, como Mauricio Claver Carone, exconsejero de seguridad nacional para América Latina y también extitular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hasta que fue destituído por una investigación interna, acusado de beneficiar con un cargo a su pareja.
El representante argentino en ese momento era Guillermo Francos, actual jefe de Gabinete y recordado por Claver Carone. Tanto se acuerda del incidente que ya le ha dicho a interlocutores argentinos el malestar que tiene con Francos desde entonces. Una eventual victoria republicana pondrá a Claver Carone en un lugar muy expectante, posiblemente vinculado a la política norteamericana con América Latina o respecto al Fondo Monetario Internacional. El exfuncionario no sólo cuestiona a Francos, también es un detractor de la política de Milei, casi una rareza en el entorno de Trump y de su yerno, Jared Kusher, que también volverá a incidir si hay regreso republicano a la Casa Blanca.
Ante una eventual continuidad de los demócratas, con la posibilidad de que Harris se transforme en la primera mandataria norteamericana, Milei ya lleva diez meses de aprendizaje con Werthein como consejero e interlocutor directo en el territorio. A pesar de los deseos de una victoria de Trump, tanto Mondino en Buenos Aires como Werthein en Washington han administrado un vínculo de cercanía que incluyó sellar una serie de acuerdos bilaterales con el secretario de Estado Anthony Blinken para jerarquizar la relación a un nivel estratégico, tal como lo hizo Barack Obama con Mauricio Macri. Eso implicó retomar y reactivar la cooperación en materia de Seguridad y Defensa con todas las agencias vinculadas, a un nivel que avanza a velocidad de crucero desde diciembre y con el guiño demócrata.
Werthein se encargó de demostrarle a la Casa Blanca que Milei no era el expresidente brasileño de ultraderecha Jair Mesías Bolsonaro, detestado hasta el máximo por los demócratas por su gobierno y por considerarlo el impulsor de la toma del Planalto, lo mismo que le endilgan a Trump por la toma del Capitolio cuando no quisieron reconocer la derrota en las urnas.
El exfuncionario bonaerense y senador bonaerense del PRO Alex Campbell, suena como posible embajador en Washington, pero nada se resolverá hasta que se conozca el resultado del martes que viene. Werthein llega al Palacio San Martín en medio de amagues de una purga feroz en el aparato diplomático de carrera, algo parecido a lo que intentó el petrolero Rex Tillerson cuando Trump lo puso como secretario de Estado. Algunos se fueron por decisión propia y otros eligieron afrontar la expulsión, pero Tillerson también terminó eyectado por decisión del entonces mandatario. La gestión de Mondino está intervenida desde principios de año por decisión de Karina, que puso a Úrsula Basset como «controller». La entonces ministra se respaldó en el embajador de carrera Marcelo Cima, que creció durante el kirchnerismo y llegó a la codiciada secretaría de Relaciones Exteriores de la mano de Milei. Ahora Werthein podría remover a todo ese equipo y recostarse en la botonera que manejó Basset en las sombras. «