¿Se acabó la luna de miel entre Javier Milei y los mercados? La pregunta quedó boyando luego de que los bonos argentinos acumularan fuertes caídas en la última semana y que el riesgo país subiera a 1582 puntos, casi 300 más que hace 10 días. Al mismo tiempo, las cotizaciones paralelas del dólar volvieron a mostrar una brecha superior al 40 por ciento, desandando el achicamiento experimentado desde diciembre último.
La fuerte corrección se produjo justo en vísperas de que el gobierno de La Libertad Avanza cumpla seis meses, un período en el cual el acento de la gestión estuvo puesto en cuestiones monetarias y fiscales. Milei priorizó sacarse de encima los pasivos del Banco Central (los convirtió en deuda del Tesoro a cargo de todos los argentinos) y un recorte muy fuerte al gasto público, con un desprecio absoluto por la economía real. Así, mientras el presidente festejó haber hecho “el ajuste más grande en la historia de la humanidad” (¿es algo que deba ser celebrado?), los indicadores que marcan el pulso de la vida cotidiana, como consumo, salarios y actividad, bajaron a niveles sólo vistos en los dos episodios más traumáticos de este siglo: la pandemia y el estallido de la convertibilidad.
En ese ámbito que la gente sufre día a día, el único activo que puede mostrar el gobierno, que es la baja de la inflación, está encontrando sus límites. Del 25,6% de diciembre (autoinfligido por la devaluación dispuesta por Luis Caputo), el índice de mayo que se difundirá el próximo jueves podría romper el piso del 5 por ciento, pero difícilmente siga bajando. En el Relevamiento de Expectativas de Mercado que publicó el Banco Central el último jueves, las consultoras participantes vaticinaron que los precios seguirán evolucionando a ese ritmo y que el año cerrará con una suba del 146%, más cerca del 211% que dejó Alberto Fernández en 2023 que de una economía estabilizada y en recuperación.
Disconformes de acá y allá
Un ejemplo de los límites de ese modelo lo dio Caputo. Lejos del calificativo de “rockstar” que le endilgó Milei, el ministro de Economía se percató de que la liberación total del mercado pregonada por su jefe tiene un límite. Por eso judicializó la suba de las prepagas y llenó de trabas el sendero hacia la liberación de tarifas de los servicios públicos. Su pragmatismo no dejó contentos a los prestadores (a las distribuidoras de energía les siguen pisando los aumentos y las generadoras cobraron sus acreencias con un bono a 14 años) ni a los usuarios, a pesar de que los aumentos aplicados en luz, gas y transporte fueron suavizados.
Sin levantar mucho la voz, compromisos políticos mediante, algunos sectores ya lanzaron advertencias públicas sobre la profundidad de la crisis. “La situación de continuidad de muchas empresas está en el límite. Es inviable en cualquier actividad tener una empresa que facture cero o prácticamente cero”, dijo este viernes Gustavo Weiss, titular de la Cámara Argentina de la Construcción, un sector herido por la paralización de la obra pública.
Desde la Unión Industrial Argentina tampoco coinciden con Milei, quien en su visita a Santa Fe les dijo a empresarios agropecuarios que “empezó a rebotar la actividad económica”. El titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja, lo contradijo: “Yo no me animaría a decir que hay brotes verdes”, afirmó a la salida de una reunión con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, en la que rezongó por las ventajas impositivas que las firmas extranjeras lograrán sobre las locales a través del RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) que propone el Ejecutivo.
Detrás de esas cuestiones hay otra de alto impacto social: el desempleo. A los despidos en el Estado (“ya echamos 25 mil empleados estatales, vamos a despedir 50 mil más”, dijo Milei), se suman los del sector privado. Un informe del Observatorio IPA (Industriales Pymes Argentinos) marca que “el impacto de la crisis en estos pocos meses es aún mayor que el de Macri en cuatro años. Sólo en los primeros tres meses de 2024 se perdieron 58 mil puestos de trabajo en Argentina, de los cuales 11 mil corresponden a Pymes”.
Al respecto, el gobierno porteño admitió, a través del reporte de su Dirección General de Estadística y Censos, que en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires la desocupación ya es de dos dígitos (10,6%). En cuanto a pobreza, las estimaciones son todavía más sombrías: la UCA calcula que en el primer trimestre alcanzó al 55,5% de la población, casi cinco millones de personas más que a fines del año pasado.
¿Se pasó de rosca?
El cuadro asusta incluso a quienes defienden la ortodoxia monetaria y la disciplina fiscal a rajatabla. El Fondo Monetario Internacional, perplejo por tan salvaje ajuste, reiteró esta semana su pedido de que la motosierra “no caiga desproporcionadamente sobre las familias trabajadoras”, a la vez que recomendó “ampliar el apoyo político” para llevar adelante las reformas. En Washington temen que el gobierno se haya pasado de rosca y que una reacción social impida mantener el rumbo.
En tanto, los economistas debaten sobre si el tipo de cambio está atrasado o no y miran con atención las liquidaciones de los agroexportadores, bastante más bajas de lo previsto: en mayo aportaron 37% menos de divisas que en el mismo mes de 2023.
También desconfían de que el gobierno pueda levantar el cepo cambiario, como había prometido. Marina Dal Poggetto, una de las voces más escuchadas por el establishment, calificó al programa como “cepodependiente” porque si se libera el mercado de divisas será imposible mantener las tasas bajas, licuar pasivos y seguir traspasando deuda del BCRA al Tesoro. “Acá lo que se está viendo es un desplome de la actividad en pos de la limpieza del balance del Banco Central. No logro entender esa premura, no se está resolviendo el problema de fondo”, dijo en una entrevista con Radio con Vos. Y dejó una reflexión cargada de pesimismo: “Están haciéndole pagar a la sociedad un ajuste que, para mí, no lleva a ningún lado”. «