«Por expreso pedido de las máximas autoridades, suspendemos la convocatoria de hoy a las 20. Esperamos que las armas y vehículos del gobierno constitucional argentino no se usen para desafiar la democracia», tuiteó Juan Grabois. No habrá movilización popular a Olivos en la noche del miércoles. La asonada policial fue resuelta, resta saber en qué términos, y el propio presidente pidió que no se realice. En cualquier caso, la jornada puso en debate la disyuntiva respecto de cómo se dirime la relación de fuerzas en el espacio público, en el contexto de la pandemia.
Los seis meses de aislamiento social preventivo y obligatorio le arrebataron al campo popular una de sus herramientas más potentes: la capacidad de movilización. Respetuosas de las medidas sanitarias de prevención, buena parte de las organizaciones sociales se reconcentraron en el trabajo barrial, necesarísimo en el contexto de pandemia.
Así las cosas, las calles quedaron todo este tiempo a merced de los anticuarentena y de la oposición que impulsa y pretende capitalizar sus marchas. La disputa del espacio público está embretada en una contradicción insoluble: movilizar significa, irremediablemente, contagiar.
La relación de fuerzas que se manifiesta en las calles y que la prensa corporativa ha explotado en la cobertura de varias marchas –por la propiedad privada, contra el comunismo, contra la cuarentena más larga del mundo, por la república y coso- no es claramente la que hace muy poco tiempo se expresó en las urnas, la que todavía revelan las encuestas y la que, sin dudas, quedaría en evidencia si el campo popular pudiera movilizarse libremente, sin el corsé de la pandemia.
La rebelión policial en la provincia de Buenos Aires, que escaló este miércoles hasta un inédito cerco a la residencia presidencial de Olivos, pareció ser el emergente que pusiera fin a esta disputa latente, y que la proyectara, temerariamente, fuera de la virtualidad.
Varias organizaciones sociales anunciaron entonces que se movilizaban este miércoles a la Quinta de Olivos, en defensa de la paz y la democracia. El dirigente social Juan Grabois, líder de la CTEP, fue el primero en postear en redes la convocatoria, que fue taxativa en términos de prevención: “Todxs con velas, distancia social y barbijos”.
Es innegable que las marchas anticuarentena han provocado saltos en la curva de contagios, con el virus manifestándose en muchos de sus organizadores. De haberse realizado, ésta que no fue hubiera tenido, desde luego, una diferencia crucial respecto de aquellas: quienes convocaban vienen militando desde el primer momento las medidas de prevención contra el Covid-19.
¿Hubieran contagiado menos? Sería lógico pensar que sí, pues el cuidado del otro (barbijo, distancia) estuvo en el centro de la convocatoria. En cualquier caso, lo grave de la situación es que, en medio de la peor crisis sanitaria global, los sectores más recalcitrantes de la sociedad empujen al resto a una atroz disyuntiva. A preguntarse y sopesar qué es lo que está en peligro.
Está en peligro la salud, como hace meses. Y ahora estuvieron en peligro, también, la paz y la democracia.