Transcurridos nueve meses de la gestión de Caputo y Milei, los efectos de sus políticas no pasan desapercibidos. Luego del fogonazo inflacionario generado por el incremento del 118% del dólar como inauguración libertaria, en la primera mitad del año se logró una desaceleración en el aumento de los precios que tiene como piso un 4% mensual mientras celebran un superávit fiscal y externo a costa de una sistemática licuación de las jubilaciones y pensiones además de una fuerte caída en la actividad y un marcado deterioro de los indicadores socioeconómicos: el ingreso per cápita cayó un 20,8% interanual, según un estudio de la Universidad Católica Argentina (UCA) basado en datos de EPH (INDEC).
Este quinto de ingreso que perdimos en un año es un promedio. Sin embargo, decir que perdimos todos y todas es mentira ya que también aumentó la desigualdad en la distribución de este ingreso, reflejado en un índice de Gini creciente, que pasó de 0,446 a 0,467. ¿Qué implica? Que el 20% más pobre de la población sufrió un desplome del 27,8% de sus ingresos, incrementándose así la brecha entre las personas más ricas y las más pobres. Inevitablemente, el nivel de pobreza, que se encontraba en un 38,8% para el primer trimestre de 2023 alcanzó, sin piedad, al 55% de la población en el primer trimestre de 2024.
Además de los ingresos a la baja, hay que sumar al doloroso escenario el aumento del desempleo. En el primer trimestre de 2024 la tasa de desocupación fue de 7,7% en términos generales, con un 8,4% para las mujeres y un 7% en el caso de los varones, evidenciando un aumento interanual de 0,6 p.p y 0,9 p.p respectivamente. Más allá de que tanto mujeres como varones perdieron el empleo evidenciamos que la feminización de las tareas domésticas y de cuidado se refleja en que los indicadores sean, siempre, peores para las trabajadoras.
A su vez, en este contexto de crisis e insuficiencia de los ingresos familiares, la llamada “trabajadora secundaria” sale a la cancha. Cuando se presupone que los varones son el “proveedor principal” del hogar, se asume que la inserción de las mujeres en el mercado laboral conlleva aportes menos importantes al ingreso familiar. Lo cierto es que, cuando la situación económica es más complicada, las mujeres no sólo cubren los baches que deja el Estado en la provisión del bienestar mediante un incremento en su trabajo no remunerado, sino que también trabajan más de manera remunerada. Para las mujeres de entre 30 y 65 años observamos un aumento de la tasa de actividad interanual de 70,8% a 72,3%, mientras que la actividad directamente se contrae para los varones.
Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) evidencian que las mujeres percibieron una caída real del 20,2% en el ingreso laboral, con un salario promedio de $310.100, mientras que los varones enfrentan una disminución real del 20,3% cobrando $429.700 en promedio. La desigual inserción en el mercado laboral por género se ve expresada una vez más en los niveles de informalidad: un 37,2% de las asalariadas no presentan descuento jubilatorio, superando al 34,3% para los asalariados. A su vez, el empleo en servicio doméstico, la actividad con mayor feminización de toda la economía en tanto un 96,7% está constituido por trabajadoras mujeres, es la rama con mayor tasa de informalidad, ascendiendo hasta un 75,5% de trabajadoras sin descuento jubilatorio y el ingreso más bajo de la economía.
Derechos laborales de las trabajadoras de servicio doméstico.
Valores en porcentaje sobre el total de trabajadoras domésticas.
En promedio, la brecha salarial por género se mantuvo en un 27,8%, similar al primer trimestre de 2023, pero superior al 25,8% observado en el último trimestre del mismo año. Los ingresos reales empeoran de forma generalizada, la brecha salarial se profundiza y la desigualdad se reproduce sistemáticamente.
Mención especial merecen las jubilaciones y pensiones, ya que explican más del 30% del total del ajuste fiscal realizado en estos primeros 7 meses de Milei. El superávit fiscal se logró a costa de una significativa reducción en el gasto público previsional: la jubilación mínima experimentó una contracción real del 41,7% en promedio respecto al primer trimestre de 2023. Desglosando los datos por género, las mujeres jubiladas recibieron un promedio de $178.000 mensuales frente a los $216.000 de los varones, lo que evidencia la existencia de una brecha del 17,6% en contraste con el 4,4% registrado en el primer trimestre de 2023. Las mujeres son mayoría entre quienes perciben la jubilación mínima, en tanto el 85,4% de las mujeres jubiladas pudo acceder a su jubilación mediante la moratoria previsional y van pagando esas cuotas con la propia jubilación por lo que el ingreso real percibido es aún menor que la mínima. Luego de perder poder adquisitivo con la inflación de diciembre y enero una recomposición de poco más del 8%, aprobado por el Congreso de la Nación, tenía sabor a poco, pero para la gestión actual parece ser lo suficiente para vetar un aumentó que dejaría a la jubilación mínima en poco más de 315 mil pesos. .
Con los datos del primer trimestre queda claro que la gestión actual busca alcanzar resultados de excel a costa de la vida de las mayorías. El contexto social y económico actual refleja un deterioro de las condiciones de vida para el promedio de la población y el futuro cercano no parece mostrar señales de prosperidad. No es solo un desinterés por el contexto social y los impactos redistributivos regresivos de las políticas que se implementan, sino que es resultado de la política económica que efectivamente tiene efectos redistributivos donde los ricos son más ricos y las pobres, que siguen siendo en su mayoría mujeres, son más pobres.