Soy una mujer migrante, residente de Argentina y soy parte de Red de Mujeres, una asociación civil que busca la garantía, la ampliación y el efectivo ejercicio de los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes en Argentina. Vivo hace seis años en el país y fui yo quien, con mis propios ojos, vi el lunes los afiches de la espantosa campaña No permitas que abusen de vos, Podés ser la próxima víctima en la sede central de la Dirección Nacional de Migraciones y fui yo quien sacó las fotos que se viralizaron un rato después.
El hallazgo me espantó. Los afiches -pues eran dos- estaban colgados intencionalmente atrás de las ventanillas de información de la sede central del edificio. Para poner en contexto a quienes nunca han ido: la sede central es como un galpón gigante, con muchas ventanillas, por las que deben circular al día miles de personas que necesitan realizar algún trámite migratorio. La sección de información es casi prioritaria para poder efectuar algún otro trámite y la fila que hay para que te atiendan consume, mínimo, una hora de espera. Es un espacio que debería usarse para visibilizar campañas eficientes, o información útil para las personas migrantes, no para estigmatizar a las mujeres víctimas de violencia y mandar un mensaje tan errado, tan absurdo como ese.
Una vez viralizado, las críticas -aunque en realidad fue una catarata de trolls- no tardaron en llegar: la campaña se había hecho en 2011, porque el logo que aparece en los afiches es el viejo logo del Ministerio del Interior y por supuesto, las opiniones empezaron a reducirse a que todo era una operación k para desprestigiar al gobierno. El cuestionamiento me llevó a una nueva reflexión, pues había sido yo, personalmente, quien había visto los carteles.
Si bien la campaña es repudiable en cualquier contexto, es innegable que el avance en temas de derechos de las mujeres en los últimos 5 años. En Argentina cambió radicalmente la noción sobre la problemática de género, no sólo en materia legislativa y estatal, también y principalmente en el sentido social: la Argentina previa a los #NiUnaMenos, a los paros internacionales de mujeres y al reciente debate sobre la ley de legalización del aborto, tiene muy poca relación en la forma de abordar la problemática de violencia machista (en cualquiera de sus formas) con lo que se sabía y con el discurso revictimizador que circulaba previo a todos esos fenómenos masivos, jurídicos y populares. Aunque muchas veces, como ésta, las instituciones no estén a la altura de los cambios.
Entonces la conclusión es más desoladora: si es cierto -que parece serlo-, y la campaña es de 2011, significa que para el gobierno actual, la población migrante es tan poco importante, está tan lejos de cualquier prioridad en agenda, o siquiera de considerarnos y de garantizar nuestros derechos, que nadie tuvo ningún problema en dejar colgada (o volver a colgar) una campaña, que por anacrónica resulta violenta, para que miles de migrantes que circulamos al día por ese edificio la veamos y tengamos claro el mensaje: para el estado, si somos víctimas de cualquier forma de violencia machista, a las que no nacimos acá, va a ser por culpa nuestra. Así que más vale no andar por ahí de pollerita, distraídas, o provocando hombres para que nos abusen, porque podríamos ser las próximas. Además, se da en el marco del decreto impulsado por el macrismo el año pasado modificando la ley de migraciones, que vulneraba los derechos humanos de lxs migrantes, así como los intentos de estigmatizar a la población migrante para no garantizar nuestro acceso a la educación y a la salud.
Argentina es y sigue siendo un país de migrantes. Nosotrxs -nosotras, pues de cada 100 mujeres migrantes hay 84 hombres- invertimos en éste país nuestra fuerza de trabajo, nuestro tiempo, nuestros recursos y nuestra vida -además de pagar impuestos- y padecemos en él la violencia patriarcal que atraviesa nuestra cotidianidad. No somos ciudadanas de segunda a quienes, por no dejar, se las puede prevenir con ideas viejas y obsoletas de un cartel guardado en un rincón. La información actualizada y verídica también es un derecho humano. La desidia no es un error inocente, es un mensaje político claro y contundente.
*La autora de la nota es parte de la Red de Mujeres