En la década de 1990, en América del Sur proliferaban los gobiernos neoliberales y las copas internacionales de clubes. La Conmebol, bajo el mando del paraguayo Nicolás Leoz, se convirtió en una fábrica que, en vez de producir embutidos, inventaba torneos. En esos diez años se disputaron nueve competiciones distintas, exclusivas para equipos del continente y todas oficiales. Si bien valen una estrella, no todas generaron el mismo interés y muchas quedaron en el olvido.

Además de la Libertadores, que se disputa desde 1960, las otras competiciones fueron Supercopa (1988-1997), Recopa (1989-actualidad), Conmebol (1992-1999), Master de Supercopa (1992 y 1994), Copa de Oro Nicolás Leoz (1993, 1995-1996), Master de Conmebol (1996), Mercosur (1998-2001) y Merconorte (1998-2001). En 1996 se disputaron seis de esos torneos.

Como si fuese poco, la Conmebol también organizaba la copa Intercontinental, en conjunto con la UEFA; la Interamericana, con la Concacaf; y realizó una edición de la Iberoamericana (1994) que enfrentó a Boca (campeón de la Copa de Oro) con Real Madrid (ganador de la Copa del Rey), lo que totaliza 12 certámenes.

Las maneras de clasificación eran diferentes. Las copas Libertadores y Conmebol utilizaban las posiciones de las ligas locales, pero las Mercosur y Merconorte eran por invitación. En las restantes clasificaban los campeones de otras copas: la Supercopa, todos los ganadores de la Libertadores; la Recopa, campeones de la Libertadores y la Supercopa del año anterior; las Master -Supercopa y Conmebol- convocaban a los clubes que habían obtenido al menos una vez esos torneos; la Copa de Oro “Nicolás Leoz”, los ganadores de las copas sudamericanas de la temporada previa.

La Copa Conmebol es un antepasado de la actual Sudamericana, nació en 1992 y fue creada a imagen y semejanza de la Copa UEFA. Además de que ambas tenían por nombre el de la confederación de origen, los clubes que clasificaban eran los que quedaban por debajo de los que disputarían el torneo de mayor jerarquía (Libertadores o Liga de Campeones). La misma copa que Boca y River se negaron a disputar en sus primeros años, Rosario Central (1995), Lanús (1996) y Talleres la exhiben con orgullo.

Las deserciones de Boca, primero (1992), y de River, después (1993), están vinculadas con el calendario sudamericano y el sistema de competencia del fútbol argentino. Los dos equipos más populares priorizaban la Libertadores, en caso de jugarla, de febrero a junio y el torneo local de agosto a diciembre, por sobre la Supercopa y obviamente la novata Conmebol.

En cambio, para el resto de los clubes esta copa representaba una posibilidad de historia. Además de los tres equipos que lograron su primer título internacional al ganarla, la Conmebol fue el debut continental de Español, Gimnasia La Plata y Colón. En el caso de Vélez y Huracán significó volver al ruedo internacional luego de 12 y 19 años, respectivamente, mientras que San Lorenzo fue el único de los cinco grandes en disputarla porque, además de la negativa de Boca y River, luego se definió que los equipos que cumplían las condiciones para jugar la Supercopa (Racing e Independiente) no podrían hacerlo en la Conmebol.

“Está Astudillo para meter de nuevo el centro, está Maida… Gooooooooool, gooooooool de Talleres. Con el último aliento de tanto ir, Julián Maidana clava el tercero y la Copa Conmebol se queda en Córdoba. Talleres 3, Sportivo Alagoano 0”, relataba Walter Nelson en el minuto 92 de la final de vuelta de la última edición (1999) de la Copa Conmebol el gol que le aseguraba el título al equipo cordobés, hace 25 años.

En cuanto a deserciones, la de 1999 fue la edición más accidentada: en total se negaron a jugarla nueve equipos. No de casualidad fue la última.

El milenio llegaba a su fin al igual que la copa Conmebol y Gimnasia se había ganado el derecho de participar, pero optó por desechar la oportunidad. En el orden de mérito continuaban Lanús y Argentinos, pero tampoco aceptaron. Ese desinterés fue aprovechado por Talleres, 16o en la temporada 98/99. Si bien el equipo cordobés se benefició de la renuncia de otros clubes, al menos jugaba en Primera División. En cambio, Sportivo Alagoano (subcampeón) competía en la Serie C (tercera categoría) de Brasil y logró el pasaje por ser semifinalista de la Copa del Nordeste 1999. Los otros tres equipos brasileños también obtuvieron el pasaje a esa Conmebol por su rendimiento en copas regionales: Vila Nova (subcampeón de la Copa Centro-Oeste), São Raimundo (campeón Copa Norte) y Paraná (subcampeón Copa Sur), fue el único que en esa temporada disputó el Brasileirao.

Dos semanas antes del inicio, los representantes uruguayos (Rentistas y River) decidieron darse de baja porque la participación les generaba más gastos económicos que ganancias. No hubo tiempo para conseguir reemplazos, por lo que sus rivales en la primera fase (Central y Concepción, de Chile) se clasificaron a la fase siguiente. Además, Cobreloa (Chile) y los paraguayos Sol de América, Sportivo Luqueño y Guaraní le bajaron el pulgar.

En las ediciones anteriores participaron clubes como Sud América, Porongos y Huracán Buceo de Uruguay; Deportivo SIPESA y Ciclista Lima de Perú; Real Santa Cruz e Independiente Petrolero de Bolivia; Técnico Universitario de Ecuador; Cerro Corá de Paraguay; y Rio Branco, Sampaio Correia y America -Natal- de Brasil.

Pero no todo fue olvido en la Copa Conmebol: también fue escenario de un hecho histórico. En 1995 sucedió la remontada más grande en una final (ida y vuelta) de un torneo internacional. Central perdió el primer partido 0-4 en Belo Horizonte contra Atlético Mineiro el 12 de diciembre. Como si fuese un anticipo del milagro, la vuelta se jugó el 19 de diciembre en Arroyito. Misma fecha, pero 24 años antes Aldo Pedro Poy inmortalizaba su palomita contra Newell’s en la semifinal del Nacional. El equipo de Ángel Tulio Zof aprovechó el guiño del destino y selló la hazaña en la tanda de penales, luego de igualar el resultado global. Roberto Fontanarrosa retrató estos dos hechos trascendentales en sus cuentos 19 de diciembre de 1971 y Plegarias a la virgen.

Si la Copa Conmebol sirvió de inspiración al Negro, valió la pena su efímera existencia. «