La buena noticia es que la pandemia aún no terminó pero ya permite, por ejemplo, que Adrián Stoppelman pueda volver a los escenarios. Por ahora, al aire libre. Pero se trata de un muy generoso paso adelante. El humorista, en su unipersonal, le debe dar pelea a la temperatura, demasiado baja o muy alta, o si esa noche al clima se le ocurrió estar ventoso. Pero lo hace ante un público que suele ser cómplice con ese humor crítico, amplio y, fundamentalmente, inteligente. “Si no hay pensamiento crítico no hay progreso”, asegura.
Ya no importa el nivel del termómetro. La hora y pico se pasa a plena carcajada, entre los aplausos que celebran las reflexiones, siempre punzantes. Como siempre vale la pena, y más aún en estos tiempos, una charla distendida con Stoppelman.
-¿Cuál es la clave para hacer humor en estos tiempos?
-La misma que en todos los tiempos: tener buenos chistes, una mirada crítica y aguda sobre la realidad y saber utilizar los recursos y las herramientas humorísticas para hacer que la gente se ría tanto de lo trivial como de lo que realmente duele.
-¿Qué significó haber pasado tanto tiempo sin show, por la pandemia?
-Primero la aceptación de que no había más remedio que quedarse en casa. Después tratar de reconvertirse en otras cosas, hacer otras tareas, encarar proyectos más digitales, como el podcast que hago cada semana para Télam o volver a dictar mis cursos de escritura humorística por zoom. También fue importante, porque más allá de la tarea diaria con Víctor Hugo, para un humorista lo importante es no perder el training. Es como la gimnasia: si la dejás de hacer, después cuesta retomar. Y no sólo cuesta: ¡duele!
También significó perder un punto de contacto con el público, obviamente, y la adrenalina única del vivo, esa magia que hace que cada función sea especial, – incluso si no lo fuera-, pero que no se va a repetir de la misma manera nunca más. Perder eso durante tanto tiempo fue difícil, y además, como decía antes, también es un entrenamiento, desde lo corporal a lo mental: cuando volví a arrancar estaba “duro”, pero por suerte, pasó rápido. En un punto es como andar en bicicleta. Puede pasar mucho tiempo sin que andés, pero cuando agarrás una vas a tambalear un ratito hasta que tomés confianza y equilibrio, o hasta que te lleve puesto un auto, jaja
-¿En qué se diferencia este espectáculo de los otros tuyos?
-De los últimos espectáculos que venía haciendo antes de la pandemia, una gran diferencia es que estoy solo en el escenario. Antes estaba con Bibi Tonnelier, por lo que podía hacer un tramo de 40 minutos, descansar, y volver con otro tramo. Ya volverá Bibi a los escenarios a acompañarme. La pandemia también hizo que al reconvertir las actividades, ahora no tenga ni el tiempo ni la energía para encarar un show… En cambio ahora, al estar solo, tengo que apelar a más recursos para que esa hora y veinte minutos no le sea monótona a la gente, con la misma persona y la misma voz delante de ellos.
En cuanto al material, no creo que haya grandes diferencias conceptuales respecto a los anteriores, pero justamente el hecho de estar solo en el escenario hace que tenga que ser más cuidadoso con el ritmo de “chistes por minuto”, cosa de que la gente no se aburra, cosa que, por suerte, no sucede. (Sería terrible que pasase eso, jaja). Por último, una gran diferencia, es que los shows son al aire libre. Nunca había trabajado así. Y tiene su encanto. Porque a todo lo que puede influir en un show, se agrega el clima. Lo importante es entregarse, tomarlo como algo natural y usarlo en función del humor. Lo que me deja muy tranquilo, después de varias funciones, es que el show está maduro y que la gente se ríe durante más de 80 minutos. Y eso me da mucha tranquilidad a la hora de salir a escena: saber que el esfuerzo que hace la gente por venir a verme vale la pena y que, además, se lleva en el bolsillo alguna reflexión para charlarla con amigos en el café.
-¿Cómo conjugar los posicionamientos ideológicos propios con el humor político, teniendo un sentido crítico?
-Creo que la crítica es la única forma de mejorar. Si no hay pensamiento crítico no hay progreso. Y el humor, casi que por definición, es señalar lo estúpido de la realidad, de mostrar lo que no funciona, lo que está mal, así que no es un problema que me aqueje eso de conjugar mi posición ideológica. Seguramente siempre habrá alguien a quien le pueda molestar algo de lo que digo – por ahora, no parece ser el caso, toco madera, – y está en su derecho de que le moleste, como yo estoy en mi derecho de decir lo que se me canta. Eso es la libertad. Yo, tal vez, tengo una pequeña ventaja: conozco a mi público, o al menos eso creo. Y no es que voy a acomodar las cosas para complacerlos, pero sé que compartimos la forma de pensar. Eso genera un vínculo en el que todos sabemos lo que nos pasa y podemos hacer catarsis juntos, riéndonos.
-¿Cómo ves el humor político actual? ¿Seguís los espectáculos?
-En los medios masivos, la tele, las plataformas, no hay mucho humor político local. Diría que no existe. Bah, estoy seguro que no existe. A menos que consideremos algunos programas políticos nocturnos como humorísticos. Ahí sí. Hay mucha variedad. Por suerte, trato de no mirarlos. Antes que un humorista, soy un ser humano, y mi salud mental tiene prioridad. ¿Quiénes son los mejores en este rubro? Sin dudas el doctor Hubris, que hace diagnósticos a distancia, el ex MTP que si no dice Cristina cada 4 palabras le da un shock anafiláctico, y la pitonisa que habla con Urquiza están entre los mejores.
-¿El humor en Argentina es mejor/diferente/comparable con el de EE UU o el de otras partes?
-Creo que no se puede hablar de “mejor”. Es distinto. Como cada sociedad es distinta. Incluso te diría que el humor es distinto para las distintas edades. Una persona de 50 años no se va a reír de lo que se ríe hoy un adolescente o un joven que sigue a un instagramer o a un youtuber. Te diría que ni siquiera lo va a entender. Vos me podrás decir que Los Simpson o South Park o cualquiera de esas cosas triunfan a nivel mundial. Y es cierto: pero eso no significa que todo el mundo se ría con eso, o que sea mejor o peor. El problema, siempre, es la guita. Si hay producción, tarde o temprano, aparece la calidad. También puede haber mucha plata y no haber humor. No creo que el mundial en Qatar vaya a ser una fuente de humoristas que hablen libremente… Estados Unidos tiene una tradición y una industria. Las dos cosas juntas hacen que puedan tener productos de mucha calidad. Pero también, al ser industrial, hay mucho descartable. Nuestro país es un lugar llego de gente talentosa, en un ambiente mediático hostil al talento y más propenso a la estupidez.
-¿Es más fácil o difícil hacer humor ahora o cuando gobierna la derecha?
-No creo que sea ni más fácil ni más difícil. Siempre es difícil hacer reír, jajaja. Y de una forma u otra, después de todo… ¿el poder real no es siempre la derecha?
Próximas funciones:
Sábado 12 en La Plata, en La Casa de Oscar, entradas al 221 555 4366
Domingo 13, Terraza del Teatro Picadero, entradas por Plateanet
Las novedades de las funciones que se irán agregando, se pueden encontrar en www.pasancosasraras.com o en Twitter en @adrianstopok