Desde la partecita del mapa que le toca, Estonia tomó por estos días una decisión que está marcando tendencia en el mundo: instauró el transporte público gratuito a nivel nacional.Después de haber hecho el experimento en Tallin, su capital, el gobierno puso en marcha un proyecto de gratuidad sin comparación a nivel mundial, pero que sí tiene cada vez más imitaciones.
Así como desde el 1° de julio el colectivo y el tranvía son gratuitos en Estonia, en París, la alcaldesa Anne Hidalgo lanzó días atrás el lanzamiento de una consulta para conocer la viabilidad de hacer gratuitos los transportes públicos de la ciudad, que cuenta con una extensa red de subte (unos 220 kilómetros) y de colectivos. Podrán participar todas y todos los ciudadanos para pronunciarse a favor de la gratuidad total o parcial. Hidalgo no fue la única. En este sentido, Dunkerque (a la que muchos conocerán por la película de la Segunda guerra Mundial), ciudad situada en el norte francés y que ya poseegratuidad para los colectivos durante los fines de semanas, aplicará gratuidad para toda su red todos los días de la semana a partir de septiembre de este año.
También en Europa, el gobierno de Alemania planteó ante la Comisión Europea la posibilidad de ofrecer temporalmente el transporte público gratis como medida para rebajar los altos grados de contaminación que se registran en diversas ciudades del país. Pensaron en una prueba piloto en cinco ciudades (Bonn, Essen, Mannheim, Reutlingen y Herrenberg) y si la experiencia resulta exitosa la extenderían a Berlín, Dresde, Munich, Hamburgo, Hannover y Colonia.
Resulta llamativo, pero el transporte gratuito parece ser una decisión política que se va extendiendo. En Estados Unidos hay 40 ciudades con alguna modalidad detransporte gratis.
De acuerdo con los registros de la página web Fare Free PublicTransport, con datos aportados por organizaciones de todo el mundo, hay al menos 78 ciudades que utilizan distintas variantes del transporte gratuito, cuyos beneficios alcanzan a casi 4 millones de personas. Esas zonas están repartidas especialmente en toda Europa, Rusia y Estados Unidos, aunque también se encuentran casos en Australia, Brasil y algunas islas.
A contramano de la tendencia, en Argentina el gobierno de Mauricio Macri implementó el tarifazo desde que asumió en diciembre de 2014. Entre 2015 y 2018, por caso, se produjo un aumento del 230 por ciento promedio en el transporte (colectivo, subte y tren). En la Ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta quiere subir el valor de la tarifa del subte a 11 pesos. Por ahora esta suba está frenada por un amparo judicial.
Si el sistema de transporte público resulta confortable, eficaz y te lleva a todos los destinos, los beneficios quedan a la vista: desincentiva el uso del automóvil y además resulta más accesible y justo para los habitantes de todos los sectores sociales. Al mismo tiempo, el tráfico por calles y autopistas puede alivianarse, así como los accidentes de tránsito.
El mayor acceso al transporte público puede generar beneficios en la integración social de las personas, en el acceso a derechos básicos como el de la salud o la educación. Es decir, en la reproducción también de la propia vida. La disminución de autos puede generar beneficios ambientales.
¿Por qué no pensar que Argentina puede sumarse a esta ola? El Estado debería garantizar las prestaciones básicas y en este sentido el transporte es un derecho. Si bien el actual gobierno ha demostrado manejarlo como una mercancía, al igual que al resto de los servicios -tales los casos del agua, la luz y el gas-, la preferencia por el encarecimiento de estas prestaciones va en contra de la tendencia a nivel mundial. Y lo cierto es que la variedad de ejemplos demuestra que es viable el transporte gratuito. El desafío es tomar la decisión política adecuada y orientar las políticas públicas para beneficiar al conjunto de la población.