Once meses exactos habrán pasado desde que la CGT realizó su segundo paro general contra el gobierno, el 9 de mayo de 2024, y el tercero que, se supo esta semana, será el 10 de abril con una movilización el día anterior.
El plan de acción, que tendrá su punto más alto con la medida de 36 horas, incluye la participación en la movilización de mañana por el 24 de Marzo; la realización de un plenario de secretarios generales de las regionales de la CGT el 27 de marzo; la adhesión a las marchas de los jubilados y una nueva movilización el 1 de Mayo.
Ante las versiones sobre una supuesta estrategia del gobierno para desactivar la medida, Héctor Daer, integrante del triunvirato de conducción de la central obrera, aclaró que “no hay ninguna conversación con el gobierno. El paro no se levanta”.
Ofensiva antipopular
En esos largos once meses, el gobierno y las patronales pudieron avanzar con la aprobación de la Ley Bases, que habilitó gran parte de la reforma laboral que se proponían, además de la regimentación de las paritarias, los cierres y despidos, un festival de procesos preventivos de crisis, la desregulación de las obras sociales en favor de las prepagas y un largo etcétera.
La orientación dialoguista que se impuso en el Consejo Directivo de la CGT no rindió frutos y entró en crisis el 25 de julio de 2024, cuando ese mismo organismo anunció su salida del diálogo social y el lanzamiento de un plan de acción que comenzaría con la convocatoria a un Comité Confederal (secretarios generales de todos los sindicatos miembros) y un plenario de secretarios generales de las regionales de la CGT, además de otras iniciativas menores.
Aquel plan, sin embargo, no se cumplió y el organismo de conducción no se volvió a reunir hasta el pasado jueves, ocho meses después. En el medio, volvió a ganar una mayoría la estrategia del diálogo que, una vez más, se reveló infructuosa. En el período Mario “Paco” Manrique y Pablo Moyano renunciaron al Consejo Directivo delimitándose de la parálisis de la conducción aunque sin poder abrir un canal alternativo.
Por abajo, la bronca
Durante ese lapso, sin embargo, la población trabajadora no se quedó inmóvil. Una decena de agrupaciones de jubilados sostuvieron marchas y concentraciones durante absolutamente todos los miércoles, reprimidas una y otra vez.
El conflicto de los sindicatos universitarios por salario y presupuesto escaló con ocupaciones y una nueva movilización que canalizó la bronca popular que se expresó con casi un millón de personas en la calle.
El 1 de febrero de 2025, fue el turno del colectivo LGTBINBQ+ que, en repudio a las declaraciones del presidente Javier Milei en Davos, en las que asoció la homosexualidad a la pedofilia, convocó a una movilización que, de nuevo, abrió un camino para que centenares de miles de personas mostraran en la calle su repudio al gobierno.
En busca de un liderazgo
La represión a la persistente movilización de los jubilados, entre los que se encontraba un hincha de Chacarita, generó lo impensado. Un grupo de “funebreros” decidió respaldar a su compañero y, en forma escalonada, un centenar de hinchadas convocaron a la movilización del 12 de marzo que fue brutalmente reprimida antes que pudiera desplegarse en toda su magnitud. Una porción importante de la población se aferró a la representación de su camiseta de fútbol para ganar la calle y respaldar el reclamo de los jubilados.
La marcha del miércoles siguiente, terror mediante, ya no tuvo el acompañamiento de las hinchadas, pero sí fue sostenida por sindicatos y centrales como las dos CTA.
Las organizaciones que convocaron se sorprendieron por la adhesión de sus bases. La columna conjunta del SiPreBA y Argra, muy afectados por la situación del fotoperiodista Pablo Grillo, por ejemplo, movilizó a más de medio millar de trabajadores de prensa. Pero lo mismo ocurrió con los docentes universitarios de AGD-UBA y de las federaciones Conadu, Conadu Histórica y Fedun, que canalizaron la bronca de centenares de docentes universitarios. El sindicato docente porteño Ademys, que convocó a parar ese día, también movilizó cientos de maestros. Lo mismo ATE, UOM San Martín y el Sindicato del Neumático, entre otros. La marcha, menos masiva pero más estructurada, fue tan importante que el gobierno se vio obligado a dejar de lado el protocolo antipiquetes.
La CGT adhirió formalmente, pero su participación resultó limitada. Héctor Daer, cuando adelantó la intención de ir a un nuevo paro general, señaló que su idea era “no opacar” la lucha de los jubilados.
Retomar las riendas.
Pero el fracaso del diálogo, la ofensiva del gobierno y la evidencia de la tendencia a la movilización por abajo, expusieron la pasividad de la conducción de la CGT, que terminó de definir un plan de lucha.
Consultado sobre los alcances de la medida, Omar Plaini miembro del Consejo Directivo, señaló a Tiempo que “los fundamentos son muchos. La CGT decidió una jornada que va más allá de la medida de acción directa del 10 de abril”. Sobre la posibilidad de un levantamiento de la medida, Plaini la descartó: “No hay posibilidad de levantarla. Es un gobierno que no dialoga. El momento es de mucha incertidumbre con un gobierno agresivo y provocador que camina sobre los bordes de la democracia”.
El dirigente de La Fraternindad y del Consejo Directivo de la CGT, Omar Maturano, en declaraciones a Radio Rivadavia, reconoció que «acá hay una presión social tan grande que, si nosotros nos quedamos en el molde, va a explotar por algún lado. Y no puede explotar, este gobierno tiene que llegar a los cuatro años. La democracia tiene que estar tranquila, en paz y hay que conservarla. Que Bullrich trate de no joder con los trabajadores. Algunos putearán y otros gritarán. Que nos dejen tranquilos y que se desahogue la gente”. Bien leído, la CGT busca preservarse a sí misma y, al mismo tiempo, ofrecer al gobierno una vía para controlar y evitar lo que entienden como desbordes.
Plaini destacó que “la CGT nunca dejó de accionar y ha estado a la altura de las circunstancias. Fue el único factor de poder que mantuvo la unidad. La función de la CGT no es asumir el liderazgo de la protesta, sino la de representar los intereses de los trabajadores. Ejercemos la protesta cuando nos quieren avasallar”. Sin embargo, reconoció que “puedo haber algún letargo cuestionable pero la oposición política también tendría que dar respuestas”.
Faltan 20 días para el paro. En ese período podrán acumularse fuerzas para una medida contundente o, por el contrario, ser la oportunidad para que el gobierno descomprima y desarticule la medida. El tiempo dirá. «