En la sede de UPCN se reunió este martes el organismo informal que, en los hechos, conduce la CGT desde hace varios meses. Se trata de la denominada “mesa chica” liderada por el binomio de conducción integrado por Héctor Daer y Carlos Acuña.
Además de los principales dirigentes del Consejo Directivo en funciones, la mesa reagrupó al taxista Omar Viviani (con llegada directa a Mónica Risotto, funcionaria clave en el ministerio de Trabajo), al ferroviario Sergio Sasia y al telefónico Osvaldo Iadarola.
Se trata de tres dirigentes de peso que no integraron el Consejo Directivo electo en agosto de 2016 y que estaban agrupados en el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) pero que, a partir de la fractura de ese espacio, comenzaron a confluir por vías diferentes con el binomio de conducción una vez que se produjo la renuncia de una veintena de dirigentes ligados al moyanismo durante 2017 y 2018.
También formó parte del convite en la sede del sindicato liderado por el estatal Andrés Rodríguez el ex triunviro Juan Carlos Schmid a pesar de su renuncia en 2018 y su difuso alineamiento con los movimientos sociales y con la CTA Autónoma de Ricardo Peidró. La invitación podría explicarse a partir de que, en pocas semanas, se dirimirá la renovación del cargo que ostenta como titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Esa elección oficiará de antesala de la renovación de autoridades de la CGT pautada para agosto. En la CATT intervienen dirigentes y sindicatos alineados con prácticamente todas las vertientes que militan dentro de la CGT incluyendo el otrora opositor Frente Sindical para el Modelo Nacional. Una prueba de fuego para la mentada unidad que pregonan los dirigentes y que resulta clave para la contención necesaria para garantizar la gobernabilidad que el ejecutivo necesita en el actual contexto de austeridad.
Deuda, cláusulas gatillo y paritarias “libres”
La cita abordó el análisis de la coyuntura económica en general signada por la negociación con los acreedores de la deuda externa y, en particular, por la ronda de discusiones paritarias que están en curso. Allí la mesa chica consideró aceptar la eliminación de las cláusulas gatillo que pregona el gobierno y aceptar cierres parciales para acompasar la negociación con los acreedores internacionales aunque cuestionó la generalización de las sumas fijas y, en su reemplazo, sugerirá un mecanismo con pisos y techos porcentuales.
La actitud dista de las declaraciones realizadas días atrás por algunos dirigentes que participaron de la reunión. Por caso, Omar Maturano de La Fraternidad había “corrido por izquierda” a Hugo Yasky, que se había adelantado en el aval a la eliminación de esas cláusulas de indexación automáticas: “Si vamos a resignar la responsabilidad que tenemos como dirigentes sindicales más vale que cerremos todo y nos pongamos a jugar a la política”, sostuvo y, en referencia al posicionamiento del líder de la CTA, continuó, “si no defendemos la vigencia de las paritarias, con cláusula gatillo o revisión concreta y que los jubilados merecen un aumento acorde a la crisis, estamos pifiando feo.”
El concepto que primó en la mesa chica es el de pregonar formalmente por “paritarias libres” y que “cada sector negocie por las suyas, sin condicionamientos”. Bien leída, la estrategia implica reforzar el poder de negociación de los gremios más fuertes y debilitar a aquellos ligados al sector público o en sectores en crisis. Con todo, para la CGT pretende ser un gesto para marcar un leve distanciamiento con el gobierno.
Roces internos
Al interior de la central la posición con relación al gobierno no es del todo homogénea. De hecho, la reunión se enrareció cuando Carlos Acuña, integrante del binomio que conduce la central y referenciado en el bloque político de Sergio Massa, desafió a su par Héctor Daer a que le explicara “en carácter de que” fue a la cita que mantuvo a solas con el presidente y que no compartió con los miembros de la mesa chica: “Nosotros no sabíamos nada”, le dijo. Daer, cortante e incómodo le señaló que fue como “amigo”. Horas antes de la mentada reunión, el líder de los estacioneros, Acuña, había criticado duramente al gobierno planteando que no veía “que se preocupen mucho por la deuda interna” y polemizando con el concepto esgrimido por el ejecutivo acerca de que las cláusulas gatillo serían eliminadas porque “indexan la economía”. Desafiante, señaló: “pareciera que los responsables de la inflación fueran los salarios».
Sin embargo, horas después, el secretario de prensa de la CGT, Jorge Sola, había señalado a este diario que “lo que vale es la reunión de Alberto con la CGT a través de Héctor Daer”, dándole a la misma un rango oficial y no de carácter amistoso o personal.
Fumata blanca
Con todo, esos roces no impidieron que en la reunión se unificara el discurso cuestionando el paro agrario, promoviendo una lista unitaria para las elecciones de agosto (aunque sin la presencia de dirigentes ligados al opositor FreSiMoNa) y, sobre todo, reclamando al gobierno que se aceitaran los mecanismos para saldar la deuda que arrastra el Estado desde el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con las Obras Sociales por un monto estimado en unos $15 mil millones.
De la cita, sin embargo, no emanó ningún comunicado oficial porque, está dicho, el convite tuvo un carácter informal. Se espera que sea el jueves 19 de este mes, o a lo sumo el jueves posterior, cuando se reúna el organismo de conducción y fije una posición pública frente al escenario político y económico.
La caída del poder adquisitivo de los salarios durante la era Cambiemos acumuló casi un 20%. Por el momento, sin embargo, no ha habido medidas ni acuerdos paritarios que indiquen una recuperación del salario hacia atrás. Tampoco garantías de que los salarios no queden relegados hacia adelante.
La conducción de la CGT tendrá que hamacarse en un equilibrio inestable entre su vínculo con el gobierno, sus contradicciones internas y las reivindicaciones cada vez más acuciantes de los trabajadores que dicen representar.