Bizarrap ya conocía a un piloto de Fórmula 1. Pierre Gasly, el francés de Alpine, le pidió una foto después del Gran Premio de México en 2021. Había terminado cuarto detrás de Sergio Pérez, Lewis Hamilton y Max Verstappen, y lo celebró con el productor de la sesión 44 en la que el rapero MHD, también francés, le canta a Lionel Messi. Bizarrap es una celebridad, un hacedor de música, un DJ, un artista, y también el pistón vital comercial para que la Argentina vuelva a tener después de 23 años un piloto en la máxima categoría del automovilismo. Franco Colapinto, que este fin de semana se subió en Monza a un Williams, es la última music session de Bzrp.

El productor musical fue el disparador para la red de sponsors de Colapinto cuando durante el año pasado el camino del piloto de 21 años parecía encasquillarse por cuestiones económicas. Bizarrap se metió en la bolsa y arrastró por su vínculo al unicornio Globant. A eso se sumaron otros patrocinadores que asfaltaron el paso de Colapinto en la Fórmula 2 y que además permitieron este salto que se produjo a partir de que Williams rescindiera el contrato del estadounidense Logan Sargeant. 

En términos formales, la carrera de Colapinto la maneja la empresa Bullet Sports Management. Pero más allá de lo económico, el empuje de Bizarrap a Colapinto significó envolverlo en su masividad, bordearlo con sus millones de seguidores en redes sociales, ese territorio de la intensidad líquida en el que se juegan las batallas de estos tiempos, también las comerciales. Incluso en estos días, el DJ arrancó una campaña para sumarle follows a Colapinto hasta llegar al millón. Es posible que mientras se lea esta nota ya lo haya logrado o esté a punto de hacerlo. 

La última vez que un piloto argentino había salido a la pista en un Fórmula 1 no existían las redes sociales tal como las conocemos hoy. Con Gastón Mazzacane arriba del Minardi, en 2001, a lo sumo se usaba el ICQ y MSN Messenger. Colapinto ingresa a la tradición de Juan Manuel Fangio, José Froilán González y Carlos Reutemann, mitos del automovilismo, entre hashtags y emojis. 

Algo siempre pasa con el deporte argentino. Algo nuevo siempre tiene para mostrar. El mes pasado, al calor de París 2024, un país descubría al BMX con el oro olímpico del Maligno Torres. Y celebraba la medalla de plata de Las Leonas y de la dupla Mateo Majdalani y Eugenia Bosco en el yachting. Es cierto que no fue una gran cosecha, pero siempre hay un argentino en competición, una argentina que se destaca. No importa si hay crisis, no importa si hay financiamiento. Imaginemos lo que sería el deporte argentino si lo hubiera. 

Ahora mismo, en los Juegos Paralímpicos París 2024, la argentina Antonella Ruiz Díaz repitió el bronce de Tokio 2021+1 en lanzamiento de bala. Juan Samorano también se subió al podio como ya lo había hecho en la capital japonesa. Esta vez, el taekwondista se quedó con el bronce en la categoría +70 kilos. Esto era al menos lo que había pasado con los argentinos paralímpicos al cierre de esta nota.

Es cierto que para llegar a la Fórmula 1 se necesita plata; que el detrás de escena del salto de Colapinto a Williams es menos idílico que la mera consecuencia de cumplir un sueño. Pero hay que saber estar ahí. Tener talento, perseverar, y mostrar la personalidad que mostró Franco desde sus primeros movimientos en Monza. Su coqueteo viralizado con una periodista también fue una expresión de que estaba disfrutando del momento.

Colapinto es el segundo argentino en subirse a un Williams. El primero fue Reutemann. La escudería ya no es lo que era, lo que fue, una historia que tuvo a Alan Jones, Nigel Mansell, Alain Prost, Damon Hill y Jacques Villeneuve entre sus campeones. Que también tuvo el capítulo trágico -incluso con juicio por responsabilidades internas- de la muerte de Ayrton Senna. Y que estuvo a punto de desaparecer. Pero sobrevivió y hoy vuelve a tener bandera argentina con un piloto de 21 años. Fue más o menos a esa edad que Bizarrap irrumpió con sus sesiones de freestyle. Ahora es un artista mundial. Además de música, Bizarrap teje redes. Como lo hizo con Colapinto. Y quizá el deporte argentino tenga eso, además de talento: redes en las que puede sostenerse.