El torneo avanza a la velocidad de la vida urbana. No hay tiempo para nada. En lo que va de agosto sólo no hubo partidos del campeonato local en siete días. La ventana de descanso entre fecha y fecha fue en ocasiones de apenas veinticuatro horas. Termina una, arranca otra. Así se jugaron jornadas, más de la mitad del torneo, en menos de tres meses. Apretado por el deslizamiento del calendario que significó ubicar un Mundial en noviembre y diciembre, un cambio de orden nunca antes experimentado, se juega fútbol todo el tiempo.
Hugo Ibarra ensayó esa defensa para hablar sobre cómo le cuesta que Boca exprese una idea de juego sobre el campo de juego. «Con tantos partidos seguidos –dijo– a veces se complica». Es cierto que ir a máxima velocidad no ayuda aunque sean las mismas reglas con las que juegan sus competidores. Así como los triunfos y los buenos partidos se disuelven rápidamente, también los golpes tienen la posibilidad de la recuperación inmediata. Entre el River insulso con Arsenal y el River que se floreó con Central Córdoba mediaron tres días, los mismos que pasaron entre el Racing enganchándose a la pelea y el Racing que pareció renunciante.
A la velocidad con la que se juega –la del calendario, no la del ritmo de juego– se le suma el ajuste, un contexto económico en el que resulta difícil retener a las figuras y, sobre todo, entusiasmar a jugadores de afuera. Luis Suárez y Edinson Cavani parecieron más bien una ilusión. Los clubes tienen que aplicar creatividad en la adversidad. River tiene otro presupuesto, la plata para los goles de Miguel Borja y la llegada de Pablo César Solari, un jugador nunca había debutado en la Argentina, que se fue joven a Chile, pero que tenía el sello de sus nombres, homenaje a Pablo César Aimar. Boca tiene lo suyo, pero a la vez encuentra soluciones en su casa, en los productos de Boca Predio. Y sin acuerdo con Agustín Rossi, llegó un arquero de jerarquía como Sergio Romero pero como agente libre. Los refuerzos más caros de Racing este año fueron Edwin Cardona y Johan Carbonero, más de seis millones de dólares entre los dos. Y sin embargo están en el banco y entran muy poco. A Carbonero, además, le espera un juicio oral como acusado del delito de acoso sexual.
El torneo está marcado por la austeridad. Y esa austeridad le resulta efectiva a algunos clubes. De los diez primeros equipos del torneo, al menos hasta el inicio de la decimosexta fecha, cuatro están ubicados de la mitad para abajo en la tabla de los promedio, la que determina los descensos. En la búsqueda de acumulación de puntos para sostenerse en la categoría, terminaron por animar el campeonato.
Atlético Tucumán se construyó para alejarse de la zona de descenso. Pero está puntero y mantendrá ese lugar –solo o acompañado– pase lo que pase con Boca. Su última goleada la cerró con una locura desde mitad de la cancha de Mateo Coronel, a préstamo de Argentinos Juniors. Su arquero, 35 años, es Carlos Lampe. Llegó libre. Lucas Pusineri compite con un equipo sin estrellas.
Néstor Gorosito puede decir lo mismo. Gimnasia sigue de cerca a los tucumanos. Para este torneo, perdió más jugadores de los que contrató. Se fueron Carbonero y Francisco Gerometta. Pero retuvo –y ese es un logro– a Eric Ramírez. Como Huracán, con Diego Davobe en el banco, que contuvo en el plantel a Matías Cóccaro y Franco Cristaldo y pudo conseguir los préstamos de Benjamín Garré y Lucas Chaves. A Gabriel Milito se le fue con el torneo ya iniciado a Fausto Vera. Pero Argentinos no sólo sigue en la pelea sino que mantiene su búsqueda de un juego protagónico.
Y está el caso de San Lorenzo. Con sus problemas institucionales y económicos, se armó con lo que pudo. Pero Rubén Insúa, de regreso al club donde fue campeón de la Copa Sudamericana, moldeó un equipo lleno de compromiso gracias a futbolistas heredados, a varios juveniles y a algunas oportunidades como la que vio en Andrés Vombergar, que llegó con goles desde Eslovenia y México. El técnico rocker, pelo largo y campera de cuero, hizo de la austeridad su fortaleza.
Es un torneo de 28 equipos y todo se mezcla. Ni siquiera se sabe todavía cuántos equipos jugarán el próximo torneo o si habrá descensos. Pero en esa carrera a toda velocidad, y desorganizada, los entrenadores tienen que potenciar jugadores, mejorarlos, tarea esencial para cualquier técnico. De eso se trata el oficio. Y jugar con lo que hay. Esa es la competencia. Todavía falta, pero los de abajo también pueden ser los primeros.