Este año la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó la propuesta elaborada por 13 países, entre ellos Argentina, que establece la celebración oficial del «Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo» cada 29 de octubre.

La resolución se basa en los fundamentos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer entre otros acuerdos internacionales para reconocer la necesidad urgente de invertir en la economía del cuidado y de crear sistemas del cuidado y apoyo que sean sólidos y sensibles a las cuestiones de género, de edad e inclusivos de la discapacidad.

La celebración de este día internacional, que ocurrirá por primera vez este año, coincide con el avance de los discursos de derecha que buscan negar, deslegitimar y desconocer los derechos de las mujeres y diversidades que durante los últimos años han tenido un lugar creciente en la agenda política y social. 

En Argentina el proceso electoral expuso la opinión negacionista de un sector político respecto de la realidad de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binarixs.

Los exacerbados dichos de Javier Milei sobre el rol del Estado en materia de educación, salud y desarrollo social fueron la base sobre la que sus candidatxs hilaron en fino esas ideas de derecha. Lilia Lemoine, diputada nacional electa por la Libertad Avanza, contó pocos días antes de los comicios que su primer proyecto en caso de llegar a una banca en la Cámara de Diputados sería sobre la «renuncia a la paternidad».

En entrevistas periodísticas dijo que no le parecía “justo que un hombre tenga que hacerse cargo económicamente de una criatura hasta los 18 años cuando no lo quiso tener». Para más detalles, agregó “Ya que las mujeres tienen el privilegio de matar a sus hijos y renunciar a ser madres, ¿por qué los hombres por ley tienen que mantener a una criatura porque quizás le dijeron: ‘Sí, sí, acabá adentro que tomo la pastilla’ o le pinchan un forro?».

En síntesis, aborto legal afuera, pero legitimidad del aborto de la paternidad adentro. 

En las redes, entre amigas, en la puerta de colegios y jardines la reflexión fue la misma: los varones ya están legitimados a abortar la paternidad, aunque no todos hagan uso de ello. Está «habilitado» social y culturalmente que un padre pueda no estar presente en el cuidado de un hijx, no así una madre. Los resortes institucionales desarrollados durante los últimos años como el Registro de Deudores Alimentarios, el Índice de Crianza elaborado por el Ministerio de Economía y otras iniciativas estatales buscan revertir esta situación desigual, y que afecta, además, a niñxs y adolescentes, pero lo cierto es que todo es cuesta arriba para quienes sostienen hogares monomarentales. También está legitimado que quienes cuidan a hijos, hijas, parejas, padres, madres y vecinxs son las mujeres y LGBTIQ+. Es el rol asignado social y culturalmente a las identidades feminizadas. 

Dentro de la Agenda 2030, aprobada este año en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible realizada en Nueva York se encuentran los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles que deberían marcar las políticas públicas de los países miembros del organismo.

El punto 5 plantea el desafío de lograr la igualdad de géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas y dentro de su articulado establece una particular atención en “reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia”.

Todxs conocemos a una mujer que cría hijxs, que limpia casas, que cuida a personas mayores, que es docente o forma parte del sistema de salud. No es casual: según datos de Naciones Unidas, la fuerza de trabajo mundial dedicada a la prestación de cuidados está integrada por 249 millones de mujeres y 132 millones de hombres. En el campo específico de los cuidados no remunerados, las mujeres realizan el 76,2 por ciento de todo el trabajo de cuidados no remunerado, 3,2 veces más tiempo que los hombres.

Cuidados: pasado, presente y futuro

Durante los noventa la crisis social y económica que empujó a la desocupación y la pobreza a millones de argentinxs también dio lugar a que las redes comunitarias de cuidados que siempre existieron en nuestra sociedad se desarrollaran masivamente.

Las manzaneras como brazo estatal de las políticas bonaerenses son un antecedente de las acciones comunitarias de cuidados, pero tuvieron su límite en que no tenían como fin la organización social de les vecinxs, tarea que sí ocupó a las organizaciones piqueteras que nacieron al calor del corte de ruta y la olla popular. Las veredas y los patios de tierra de vecinas de los barrios más humildes fueron el escenario de copas de leche, comedores y merenderos.

También, con el tiempo, las mesas se llenaron de carpetas y lápices porque allí también los y las pibas iban a estudiar o pedir apoyo escolar. Pasó el 2001 y aquellas experiencias hoy son parte de la Economía Popular, la forma en que miles de personas se siguen organizando para cuidar a sus comunidades y también para ser cuidadas.

Nuestro país tiene un antecedente fundamental en relación al cuidado y este año, a 40 años de la recuperación de la democracia, esto cobra más valor. La tarea humana y esencial de cuidar la vida guió la lucha de las madres y abuelas que reclamaron, incluso bajo el peligro de la dictadura cívico militar por la aparición de lxs 30.000 desaparecidxs y de los cientos de niñxs expropiadxs.

Muchas fundaron con su pañuelo la organización más emblemática a nivel mundial en la lucha por los derechos humanos: Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Otras, dedicaron su vida a cuidar a las infancias que quedaron sin su mamá y su papá, cuando los militares decidieron su destino y el de sus familias. Mientras limpiaban los mocos de nietxs, firmaban habeas corpus. Llevaban a la escuela, mientras buscaban el diario a las juntas en el kiosco para ver si alguna noticia hablaba de sus hijxs.

La vida no se detuvo para ellas, algunas pudieron canalizar sus días en la lucha por la aparición y luego también por el juicio y castigo, pero otras no tuvieron esa oportunidad, porque su rol de mujer y su condición social se los impidió. 

Esa es la historia, por ejemplo, de Josefina Gomez de Villaflor, vecina de Avellaneda que luego de la desaparición de sus hijxs Josefina y Raimundo Villaflor y sus respectivas parejas debió sobrellevar la búsqueda de sus amadxs mientras garantizó la crianza y el amor para su nieta Laura, quien tenía apenas 11 meses cuando una patota de la ESMA secuestró a su mamá y a su papá. Josefina tuvo de la mano a Laura mientras recorría pasillos judiciales, declaraba ante los militares y contaba su historia a todo aquel que la quería escuchar. Josefina cuidaba su casa y a su nieta con la esperanza de que algún día la mesa se volviera a llenar. Nunca dejó de contarle a aquella niña llena de preguntas toda la verdad, al menos a la que ella logró llegar. 

Mirar la historia desde la perspectiva de los cuidados nos permite conocer otras capas de la memoria de las mujeres y diversidades. Los cuidados son esenciales para el sostenimiento de la vida y también para la construcción de ciudadanía.