La figura de Yiya Murano aún despierta emociones extremas. Si su vida sacudió como muy pocos la conciencia pública y colectiva de finales de los años 70, la llegada de una obra que recorre los días de Murano antes de transformarse en una estrella de las páginas de policiales la trae con más fuerza.
Le gustó. En el programa de Mirtha Legrand la presentaron como Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat, y ella asintió mirando a la cámara. ¿Cómo nos puede asombrar hacer un musical sobre ella si con su personalidad nos dio permiso? Le encantaban las cámaras, y hasta cuando la confundían con Juanita Martínez firmaba autógrafos. Cobraba por notas y hasta trataba de levantarse a los periodistas. Era muy descocada, casquivana total. «
«La obra me permitió llegar a más gente»
¿Sentís que todo lo bueno que te sucede alrededor de este personaje te acercó a otro público?
Creo que me permitió llegar a más gente, a un público más variado. De repente me encuentro con gente que me dice: «Ay, yo no te conocía. Qué bueno lo que hacés. Ahora te voy a googlear» (risas). Vengo desde hace 30 años en todo esto, y está bien que ahora pase. Creo que tiene que ver porque se toca a un personaje argentino. Y por más que sea nefasto es de nuestra cultura. Yo no juzgo, sino que cuento adonde puede llegar la codicia del corazón humano. Me gusta que me haya tocado poder contar las cosas desde ese lugar, porque siento que son muchos estilos en uno los que abordo en Yiya. Hay parodia, tragedia, revista, y hasta en algún momento me transformo en un velocirraptor. Pinti me dijo al ver la obra: «Sos una máquina desalmada, un monstruo sin corazón. ¿Qué va a ser lo próximo que hagas? ¿King Kong?» (risas).