El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi acaba de sobreseer a militantes de la agrupación de ultraderecha Revolución Federal (RF) por hechos que fueron reconocidos por sus propios autores. Pero la mirada benévola del magistrado consideró que no tienen entidad para calificarlos como delitos.
En menos de 24 horas, el Poder Judicial resolvió que patear las puertas del automóvil en el que un ministro se dirige a la Casa Rosada para asumir el cargo, apretar en la vía pública a un periodista, llevar una bomba molotov en la mochila a una manifestación donde confluyen grupos antagónicos y arrancar una baliza de una bicisenda para usarla para pegarle a otras personas no son delitos. En rigor, se trata de un reduccionismo selectivo: depende de quién lo haga.
Martínez de Giorgi sobreseyó a Gastón Guerra, uno de los fundadores de RF, por haber hostigado (según el juez no fueron amenazas) el periodista de C5N Lautaro Maislin, el mismo día en que pateó las puertas del vehículo en el que Sergio Massa se dirigía a la Casa de Gobierno para asumir como ministro. Massa, queda claro, estaba adentro del rodado. ¿Qué habría pasado si no hubiera estado la custodia y fuerzas de seguridad en las calles?
La falta de respuesta a esa situación contrafáctica le permitió al juez sobreseer al agresor. Entendió que esa conducta podría encuadrar en el delito de “daños”, pero contrapuso que para eso era necesario que las patadas hubieran causado “una alteración a la sustancia o forma de la cosa que subsista de un modo indeleble o considerablemente fija, de manera que la reintegración de la cosa a su estado anterior represente cierto esfuerzo o trabajo apreciable o algún gasto”.
En ese contexto, citó la declaración de un chapista que trabaja para la Policía Bonaerense y efectuó las reparaciones al automóvil. “Los golpes presentados en los dos automotores eran leves –indicó que ‘no eran gran cosa, ni tenían profundidad’-. (…) En poco tiempo de trabajo – dijo que dos o tres horas por cada vehículo, y que los autos salieron del taller en el mismo día en el que entraron-, se pudo revertir el estado de las puertas, señalando que fue muy fácil porque la superficie no representaba ninguna complejidad y ni siquiera había que pintar”.
Entonces, como los daños no eran relevantes, el juez resolvió que “los golpes que pudo haber causado Guerra en los vehículos automotores, (…) dado su escaso efecto y el poco esfuerzo demandado para revertirlos, no causaron un resultado de entidad suficiente como para que puedan ser captados por el tipo penal aludido”.
El «inimputable» de Revolución Federal
Guerra no fue el único que pateó las puertas del vehículo. También lo hizo Bruno Patrick Rotela Rodríguez, pero en su caso fue declarado “inimputable” pues se le comprobó “un retraso madurativo de leve a moderado”. Pese a la actitud agresiva concreta por la que fue imputado, el juez consideró que su estado mental le impidió “comprender el eventual significado jurídico de sus actos”. Es decir, no comprendió que patear las puertas del auto en el que se traslada un ministro no está bien.
No obstante ello, el juez consideró que “el nombrado no representa un peligro para sí ni para terceros, y que las constancias de la causa dieron cuenta de encontrarse debidamente acompañado y monitoreado”, por lo que “no habrá de adoptarse otro temperamento a su respecto, ni se brindará intervención a la Justicia en lo Civil de esta ciudad”.
Guerra también apretó en la calle al periodista Maislin. Pero según el juez, eso que salió al aire en vivo y quedó registrado claramente en imagen y sonido “difícilmente puede inferirse que las conductas desarrolladas hubieran acarreado, de manera verosímil, la posibilidad real de causación de un mal”.
Martínez de Giorgi reconoció que “los videos captaron claramente que en el contexto de la manifestación realizada frente a la Casa de Gobierno, en la que los allí presentes se mostraban ofuscados y profiriendo comentarios agraviantes hacia las autoridades nacionales, en diversos momentos Guerra se dirigió verbalmente, con una actitud violenta, hacia Maislin”.
Pero inmediatamente estimó que “esas conductas no fueron explícitas sino que contrariamente con ese sentido fueron interpretadas por Maislin, y además fueron restringidas, dado que se encontraron acotadas rápidamente por la intervención de terceras personas que sin empeñar mayor esfuerzo que conversar brevemente con el nombrado lograron disuadirlo de insistir en su comportamiento, ocasionando que se alejara. Además de haber ocurrido lo señalado en un entorno en el que se encontraban presentes múltiples personas que advertían a Guerra para que desistiera su comportamiento, tampoco puede pasar inadvertida la fuerte presencia de personal policial en el lugar”.
Los hechos ocurrieron el 3 de agosto de 2022. Guerra y los demás integraban “un grupo de aproximadamente 20 personas que se identificaba como perteneciente al Grupo ‘Equipo Republicano y Antivacunas’ (que) comenzó a aglomerarse frente a la explanada de la Casa de Gobierno, sosteniendo consignas en contra de las autoridades del Gobierno Nacional”, explica la resolución.
La normalidad de la molotov en la mochila
En otro fallo, el juez también resolvió que llevar un cóctel molotov en la mochila durante una manifestación política no es un delito. La manifestación en cuestión no era una sino dos, y con grupos antagónicos. Fue frente al departamento de Cristina Fernández de Kirchner, el mismo día en que el fiscal Diego Luciani pidió para ella 12 años de prisión por la Causa Vialidad. Militantes de La Cámpora y de Revolución Federal coreaban consignas a favor y en contra de la ex presidenta.
En ese contexto, Natanael Reinstein Menin, un manifestante de RF, intentó acogotar a un policía y protagonizó otros disturbios. Fue detenido y en su mochila se encontró una botella de cerveza Stella Artois con combustible en su interior y un trapo en el pico. Otro elemento similar había sido arrojado a militantes kirchneristas, aunque no estaba encendido.
“En la mayoría de los contextos no representa peligros tales que constituyan un riesgo para la comunidad común, ya que carece de la capacidad destructiva que una bomba u otros materiales explosivos”, sostuvo el juez.
“El elemento cuestionado encontrado en su poder no representaba un riesgo o peligro suficiente. (…) El imputado poseía este objeto, pero no se presentaba dispuesto a utilizarlo, ya que lo traía guardado dentro de la mochila, y ni siquiera existen constancias en el expediente de que presentase en su poder algún encendedor o elemento que le permitiese encender la mecha”.
¿Qué dijo el agresor sobre esa situación? “Reconoció que fue lanzada por él, pero aclaró que se daba cuenta de que había estado mal y de que fue una reacción exagerada. Explicó que en ese momento no estaba en sus cabales, porque los manifestantes contrarios, contra quienes se peleaban, habían iniciado la pelea. Concretamente, especificó que uno de ellos lo había escupido en la cara, y por eso pasó lo que pasó”.
Como el presidente, Javier Milei con Lali Espósito, Reinstein Menin recurrió al argumento adolescente de “ellos empezaron”.
Reinstein Menin también arrancó un palito de demarcación de las bicisendas para utilizarlo como arma improvisada en la refriega. Pero el juez descartó que ello hubiera significado un “daño” para el erario de la Ciudad de Buenos Aires.
“Su estructura estaba quebrada a pesar de que el mismo se hallaba de alguna manera adherido a la base plástica fijada al suelo. (…) Ya no era apto para cumplir la función de señalización de la ciclovía y debía ser reemplazado. Aunque el imputado desarrolló una conducta objetivamente compatible con el tipo penal de daño, en términos estrictamente jurídicos la misma no reúne todos los elementos que la figura penal en cuestión requiere, porque este elemento ya presentaba severos deterioros estructurales que le impedían cumplir la función para la cual fue instalado, y precisamente por ese motivo debía ser reemplazado”.
Consejo ciudadano: nadie intente desarrollar ninguna de estas conductas que –según estos fallos- no son delitos porque seguramente terminará preso. Todos somos iguales ante la ley, pero hay algunos que son más iguales que otros.