Nacida en septiembre de 1977 en Buenos Aires, Julieta Díaz es hija del actor Ricardo Díaz Mourelle. Tuvo participaciones relevantes en tiras televisivas como Verdad consecuencia, Nueve lunas, Carola Casini, Como pan caliente, De poeta y de loco, y Gasoleros, entre otras. Hasta que el reconocimiento masivo le llegó en Campeones de la vida. Luego, junto a Oscar Martínez y Catherine Fulop, fue parte de Ilusiones, logrando una continuidad laboral en la que también se destacó su actuación en Soy gitano. En el 2004 fue una de las protagonista del unitario Locas de amor, por el cual ganó su primer Martín Fierro, premio que volvió a ganar en 2014, a la Mejor Actriz de Reparto, por su participación en el exitoso unitario En terapia, junto a Diego Peretti.
Trabajó en muchas obras de teatro por la identidad y algunos musicales, en cine se destacó en Déjala correr, de Alberto Lecchi; Derecho de familia, de Daniel Burman; y fue Eva Perón en Juan y Eva, de Paula de Luque, entre otras. Hace tres años es cantante y conformó un dúo junto al uruguayo Diego Presa.
-¿Desarrollás alguna otra actividad artística además de cantar y actuar?
-Desde siempre escribo. Me gusto volcar lo que siento en poesía, sobre todo, y algún que otro cuento.
-¿Con las novelas no te animas?
– No. Teatro tampoco. Me gusta leer novelas, pero a mí me nace más escribir poesía. Tengo algún cuento corto y está poblado de elementos poéticos. Siempre lo hice para mí. Leía mucho y bueno, fue lo que aprendí.
-¿Las letras de las canciones te inspiran?
-Claro que influyen. Charly, Los Redondos, Fito y alguno otro que demuestran que la poesía se puede hacer canción, aunque cada uno con su estilo. Recién ahora estoy sacando a la luz algunos escritos. Me gustaba mucho las imágenes de David Bowie
-¿Entendías bien el inglés, imagino?
-(Risas) No, buscaba las letras traducidas porque quería saber qué decían. Eso te empieza a abrir la cabeza. Y te da ganas de vos buscar tus metáforas o tu forma de mirar las cosas.
-¿Eso te ayuda para actuar?
-Sí. Todas las artes están relacionadas. Observar y jugar son las claves de cualquier trabajo expresivo. Cuando vos hacés algo, las demás disciplinas empiezan a moverse alrededor.
-¿Hay una manera de desarrollar esa sensibilidad?
-Depende. Algunos estarán más predispuestos a una cosa, otros a otras y así. Cada uno encuentra su camino. No creo en lo elitista o en los elegidos. Los artistas no son seres de luz tocados por una varita mágica. La poesía no es para quien la escribe, sino para quien la necesita. Y sí, eso lo vas aprendiendo a medida que vas haciendo, pero siempre desde lo que te gusta.
-¿Cómo te llevabas con la educación formal?
-Más o menos. Si me ponía las pilas, me sacaba buenas notas. Pero nunca me interesó mucho. Tenía mis estrategias.
-¿Como cuáles?
-Cuando era inevitable estudiaba de memoria. Me di cuenta que era mejor ponerse, concentrarse y no dar tantas vueltas. No pensar tanto en cuánto no deseaba no estudiar y poner manos a la obra.
-¿Esa disciplina te ayudó con los guiones?
-Claro. Encontré mi manera: leer en la cama. Con unos cuadernos grandes, para hacerme unos cuadros sinópticos, dibujos que solo yo entiendo. Tengo algo así como memoria fotográfica.
-¿Todavía estudiás así los guiones?
-Sí, me ayuda un montón. Ya no estudio en la cama, pero los primeros años todavía lo hacía. Entre terminar la secundaria y empezar a trabajar fuerte fueron pocos años. Así que era mi forma en ese momento.
-¿Hay algo que te ayude también para encarar un personaje o enfrentar el micrófono?
-Relajarme en la naturaleza, al aire libre. Observar el paisaje caminar, mirar los pájaros. La contemplación me ayuda a calmarme y estar en conexión con el cuerpo. Para actuar o para cantar me ayuda mucho estar en el cuerpo y no en la cabeza.
-¿La maternidad te ayudó?
-Sin dudas me sensibilizó un montón y puedo sacar provecho. Pero me cuesta hacer personajes donde a los hijos les pasa algo.
-¿Cuál fue el mejor viaje que hiciste?
-Siempre a lugares con naturaleza. Me gusta caminar. Difícil decir uno, pero los más movilizantes son los que están más lejos de las ciudades… Aunque me gusta también ir a museos, al teatro o a un recital. Pero ahora te diría Italia, porque me encanta su comida.
-¿Es un placer prohibido?
– Es un deleite. Soy gordita de alma. Y si no me cuido, ya no sería de alma sino de verdad (risas). Me gusta mucho comer. Probar, experimentar y comer lo local. Y como no soy obsesiva de cuidar el cuerpo, en los viajes, le doy de lo lindo. En Italia es donde mejor comí. El antipasto, secondi piatti, los dulces… El vino Chianti. Ojo, ahora me acuerdo un lugar en Madrid que me recomendaron para comer alcauciles, que eran adictivos… Pero me quedo con Italia.
-¿Qué plato volverías comer una y otra vez?
-En una trattoria comí un arroz con salsa de limón que fue una locura. Un privilegio poder haber tenido esa vivencia. Por suerte acá en Buenos Aires hay excelentes lugares para probar de todo. Es hermoso, tanto ir a comer afuera como ir de viaje.