El ascenso meteórico de los hermanos Milei podría servir para una serie sobre lo frágil que puede ser un sistema institucional. Partidos políticos con décadas de historia, dirigentes que empezaron a militar en la adolescencia y se esforzaron durante años para ganar una banca en el consejo deliberante de algún pueblo. Nada que una buena cantidad de horas de televisión no pueda superar en pocos meses, más un buen trabajo en las redes sociales.

El dicho popular que sostiene que “lo que fácil viene, fácil se va” intenta poner en valor el esfuerzo, el mérito,  que tanto le gusta esgrimir a la derecha para que los millonarios sigan viviendo de la especulación financiera y la población trabaje por un plato de arroz con lentejas.

¿Cuál fue el mérito de Milei para llegar a presidente? La pregunta no apunta a si tiene condiciones. Por supuesto que las tiene. Está claro. La pregunta es: ¿se esforzó para ser presidente? Comparemos dentro del campo de la derecha local. ¿Fundó un partido, supongamos como Mauricio Macri, que ganó terreno, luego un territorio tan rico como la Capital Federal, se reeligió, forjó una alianza con un partido centenario y entonces llegó a la Casa Rosada? No.

A Milei lo construyeron los canales de televisión y algunos periodistas, hoy mileístas al taco, como Alejandro Fantino. Y lo hicieron en un lapso muy corto.

En todos los casos, los presidentes llegan al gobierno  producto en buena medida de las circunstancias. El de Milei es extremo porque sólo  conquisto la Rosada por eso. Fue el fracaso del gobierno del Alberto Fernández para bajar la inflación y mejorar los ingresos, precedido por el fracaso de Macri. Es decir: Milei  fue el hombre en el lugar correcto, en el momento correcto, y con el discurso apropiado para canalizar la bronca generalizada con la política. Eso se llama suerte.  No es mérito. 

Néstor Kirchner militó desde la adolescencia. Fue intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz durante 12 años, construyó su fuerza dentro del peronismo desde el frío gélido de la Patagonia. Eso es mérito.

Los hermanos Milei se parecen más a una persona que se ganó la lotería que a alguien que construye desde el mérito. Una persona que un día está remando para llegar a fin de mes, entre varios laburos y la venta de frutos secos que compra en el Tigre, y a los pocos meses se encuentra paseando por los palacios de París de la mano del presidente francés. 

Esa lotería tiene cierto costo. La fragilidad de la construcción mileísta no pasa inadvertida para nadie, pero especialmente para una mujer: Victoria Villarruel.  La vicepresidenta conoce en detalle el camino de los hermanos Milei. Ella fue el puente con la extrema derecha internacional para darle algo de volumen al personaje televisivo. Es la gestora de la relación particularmente con el Vox español. La vice conoce de esa exquisita fragilidad, un edificio construido sobre cimientos de TikTok y no de hormigón. Ella, por eso, construye de otra forma. Armó alianza con Macri, otro herido por Milei. Recorrió el país y tejió con los gobernadores de diversos colores, mantiene una relación cordial con casi todos los bloques del Senado. Una estrategia política más tradicional, si se quiere. Pero que no está en función de aportarle a Milei lo que le falta sino que es una acumulación para ella misma, que se piensa como relevo ante una eventual crisis que hasta cierto punto desea.

En este juego de tronos, Karina, la hermana del presidente, es quien tiene a la vicepresidenta entre ceja y ceja. Por un sexto sentido, quizás, siempre desconfió y la supo portadora de un proyecto de poder propio, como la mayoría de los vicepresidentes a lo largo de la historia argentina, por cierto. Es tan tentador ese lugar. Sólo hay que darle al presidente un empujoncito accidental por una escalera, en términos políticos. Una cáscara de banana que se cae en el camino y, de pronto, se puede ingresar a la historia de los jefes de Estado. Y si los hermanos Milei llegaron de la mano de Fantino y un grupo de twitteros difusores de odio; ¿por qué no puede dársele a Victoria también un golpe de suerte? Una disparada del blue y algo de agitación en las calles; la promesa a los gobernadores de restituir los fondos que Milei les arrebató como un forajido y Macri rompiendo el bloque del PRO en el Congreso. Esa tríada de cartas puede salir en alguna de las manos de este juego tronos.