Entre los grandes aportes de México al fútbol no puede faltar Juan Villoro. Como un complemento de las figuras más reconocidas que su país le dio al mundo –Hugo Sánchez, Jorge Campos, Cuauhtémoc Blanco, Rafa Márquez o Antonio Carbajal-, y del mayor templo de la historia de los Mundiales –el estadio Azteca fue sede de las consagraciones de Pelé en 1970 y de Diego Maradona en 1986-, el escritor de «Dios es Redondo» regresa al deporte con otro libro de autor.
«No fue penal, una jugada en dos tiempos», editado en Argentina por Gog y Magog, es una obra en la que Villoro vuelve a mostrar una cualidad atípica: es un intelectual que entiende de fútbol. En este caso, con un libro que exhibe dos miradas diferentes sobre una misma jugada en la última fecha de la liga. Los protagonistas son dos ex futbolistas, uno devenido en el director técnico del equipo que pelea por no descender y el otro en el árbitro del VAR que debe decidir si convalida o no el fallo del juez principal. La vieja amistad que los unía, ya rota -o desgastada-, alimenta la tensión hasta la última página.
-La novela sucede en la liga mexicana pero hace múltiples referencias al fútbol argentino: menciona a la influencia de nuestras hinchadas en las tribunas (incluso con “cánticos peronistas” o “himnos argentinos”), habla de la presencia de al menos dos de nuestros jugadores en los clubes y hasta puntualiza la verborragia “argentina” del Tanque, uno de los dos protagonistas. ¿Por qué decidiste esas menciones?
-Esta semana participé en una mesa sobre fútbol y cultura en la ciudad de Xalapa. La primera pregunta fue qué opinaba de la “argentinización del fútbol mexicano”. Es un hecho decisivo. En la liga mexicana abundan los jugadores, los entrenadores y los promotores argentinos. Nuestra selección ha sido entrenada por Menotti, Lavolpe y el Tata Martino. Las barras contratan animadores para que actúen como las hinchadas de Boca o River. Hay posiciones del fútbol profesional que ya no son ocupadas por mexicanos. De pronto, el entrenador no consigue un puntero izquierdo porque todos son extranjeros. Esta preocupación es legítima y el problema está bien planteado. Ahora viene mi respuesta: Argentina tiene los mejores periodistas de fútbol, el mejor discurso, la mejor tradición crítica y la mejor selección del mundo. Son hechos irrebatibles. El problema no es el potencial argentino sino la subordinación mexicana a ese potencial, la incapacidad de explotar el talento propio, proteger a los jugadores y sacar adelante proyectos. «No fue penal» aborda de manera irónica esa situación (por cierto, en el monólogo del entrenador hay frases que le escuché a Angel Cappa, Jorge Valdano y Marcelo Bielsa).
-Valeriano Fuentes, el otro protagonista de “No fue penal”, es un ex futbolista, ídolo de la afición, luego devenido en árbitro de VAR. Alguna vez dijiste que “es difícil que haya una gran novela sobre fútbol porque el fútbol ya es una novela”, pero ¿la llegada de la tecnología no alimenta al menos a la ficción futbolera? Fontanarrosa escribió, en 1990, un cuento titulado “La columna tecnológica, fútbol y ciencia”, en la que predecía el VAR.
-El cuento se ajusta más al fútbol que la novela porque una liga es, en sí misma, una novela. El cuento puede explorar misterios secundarios en el juego. Uno de ellos es el VAR, profetizado por el gran Fontanarrosa. «No fue penal», integrado por dos relatos complementarios, que cuentan de modo distinto la misma jugada, anticipa una situación que hasta ahora no ha ocurrido: el reencuentro de dos antiguos protagonistas de la cancha que ahora tienen otras profesiones: entrenador y videárbitro, lo cual establece la posibilidad de que uno sancione al otro. ¿Las heridas de otro tiempo volverán a abrirse con lo que decida el VAR?
-Una de las frases que Valeriano le dedica a El Tanque, “Querías al fútbol más de lo que el fútbol te quería”, es extrapolable a la mayoría: ¿La podemos usar todos los futbolistas aficionados a los que nos cuesta hacer un pase de tres metros?
-Me identifico con la frase, pues siempre fui más un aficionado que un protagonista de las canchas. Hay jugadores locos por el juego mismo, que me parecen admirables y que muchas veces se convierten en grandes entrenadores como Ancelotti, Simeone o Guardiola. Se trata de gente que ama las estrategias, el juego de conjunto, la posibilidad de trascender gracias a un colectivo. Otros futbolistas solo piensan en sí mismos: para Cristiano Ronaldo o Hugo Sánchez el fútbol es la distancia entre ellos y la portería rival, nada más. En «No fue penal», el Tanque es alguien entregado a la pasión del juego, pero su gran amigo de la juventud, Valeriano Fuentes, es todo lo contrario: tiene facultades inauditas pero no es un gran hincha. En el Mundial de Alemania 2006 pude hablar de esto con Batistuta, un jugador sobredotado, magnífica persona, con apostura de héroe clásico, es decir, con los ingredientes definitivos del ídolo, pero que no se moría por ver un partido. Hay cracks que nunca son fans.
–Frases como “Gritas como si el fútbol se decidiera a gritos” o “Los jugadores no van a mejorar aunque grites”, ¿están dirigidas a los técnicos que exageran su intervencionismo desde el banco de suplentes?
-En ocasiones, el técnico tiene que demostrar que “trabaja”. Si no hace aspavientos cuando su equipo va perdiendo, la directiva puede pensar que además de ser un fiasco ha caído en pecado de indiferencia. Lo que el entrenador hace al borde del campo afecta poco a los jugadores, pues rara vez lo ven y lo escuchan. Los gestos de desesperación son un performance destinado a luchar con los nervios y a demostrarle a la televisión, al palco de los directivos y al resto del mundo que el técnico está comprometido a fondo con el equipo que se va a la mierda.
-Los dos protagonistas están muy pendientes de “El Murciélago”, un periodista deportivo con poca ética. Con las redes sociales del lado de los jugadores para que descarguen sus opiniones y comunicados, ¿el periodista como contrapeso de los ídolos no va en camino de convertirse en un actor del pasado?
-Cuando Guillermo Cabrera Infante tituló su libro de críticas de cine como «Un oficio del siglo XX», se refería a lo novedoso de su profesión. Por desgracia, la crítica de cine sólo fue un oficio del siglo XX, pues en el XXI el criterio se norma en las redes. El periodismo deportivo aún tiene influencia, no sólo porque otorga trofeos como el Balón de Oro o el ingreso al Salón de la Fama, sino porque ciertas publicaciones marcan pautas en la opinión. Inglaterra, Francia y Alemania conservan periodismos muy influyentes. En España, los textos sobre fútbol suelen superar en calidad y nivel de escritura a los del resto del periódico. Pero tienes toda la razón: los nuevos consensos dependen de los influencers, Tik Tok e Instagram. El Murciélago pertenece a una época que aún existe pero se disuelve poco a poco, el del periodista importante pero absolutamente parcial, que admira a Valeriano Fuentes en la misma medida en que desprecia al Tanque.
-En 2026, México se convertirá, esta vez como hermano menor de Estados Unidos, en el primer país en organizar tres Mundiales. ¿Cómo se explica ese récord?
-México ha organizado dos de los mejores Mundiales de la historia, el de 1970, que consagró a Pelé, y el de 1986, que consagró a Maradona. Podríamos organizar sin problemas un tercer Mundial, pues tenemos más habilidad como anfitriones que como protagonistas. En 2026, como en tantas otras ocasiones, seremos comparsa de Estados Unidos. En 2015, el FBI hizo la famosa investigación que descubrió los negocios sucios de la FIFA. Obviamente no lo hizo por altruismo. Escribí entonces que todo apuntaba a que la sede del próximo Mundial sería precisamente Estados Unidos. Para disfrazar un poco este interesado triunfo de la justicia, se habló de un Mundial de “América del norte”, pero nosotros seremos actores de reparto. ¿Por qué lo aceptó México? Por su tradicional sujeción a los designios del imperio. Por lo demás, será un mundial absurdo, con traslados extenuantes, cambios de clima muy pronunciados, un pretexto para las ganancias y un sacrificio del deporte.
-Lionel Messi ya consiguió la épica que le faltaba en Qatar 2022. ¿Qué te sugiere su actualidad en la MLS? ¿Es un torneo que te seduce para ver? ¿O forma parte de un Hollywood del fútbol?
-Me fascinó la llegada de Messi al Inter, muy favorecida por la astucia empresarial de Beckham, el heterodoxo que puso redes color de rosa en las porterías. Leo ha dado partidos sensacionales, que dejan la impresión de lo que se puede ver en un entrenamiento: juega para divertirse y camina con calma cuando no tiene la pelota. Dicho esto, creo que esa jubilación perderá espectacularidad. Messi se ha rodeado de otros veteranos de calidad, como Suárez, Busquets y Jordi Alba, pero Cronos es implacable. El Inter se acaba de enfrentar al Monterrey de México y fue barrido.
-Jorge Valdano dijo que Diego Maradona es el ausente más presente en su vida. ¿En qué haría falta Diego en el fútbol actual?
-Su ausencia pesa por la felicidad que le brindó a Argentina, por sus insólitas jugadas, por sus frases convertidas en aforismos instantáneos (“La pelota no se mancha”, “Fue la mano de Dios”), por su incomparable rebeldía fuera de la cancha y por su humilde entrega dentro de ella. Pero, obviamente, esa ausencia pesa más en tu país. Varios amigos argentinos me dijeron durante Qatar: “Es el primer mundial sin Diego”. La frase tenía un sesgo teológico. Para pensar así debías ser devoto de esa fe. Estoy convencido de que uno de los mayores logros del 10, acaso el principal, fue la devoción con que es seguido en Argentina, y parcialmente en Nápoles. Ningún otro futbolista ha logrado ese fervor.
-“A veces la amistad se parece al fútbol”, decís ya cerca del final, y es una teoría hermosa, pero ahí termina. Si tuvieras que sumarle un párrafo, ¿qué agregarías?
-El siguiente párrafo sería peligroso porque a veces el juego y las amistades se arruinan. El afecto incluye la posibilidad de la traición. En el fútbol y con los seres queridos sales en busca de un gol, pero nada garantiza que no metas autogol.