– Este lunes, Juan Rivera recibirá el Premio Estímulo 2024 de la Fundación Bunge y Born. doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, docente e investigador del Conicet, tiene como objeto principal de estudio el impacto del cambio climático, especialmente en Cuyo. Trabaja en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), en Mendoza, donde concluyeron que el 2023 fue el año más cálido jamás registrado. En una Argentina gobernada por una fuerza explícitamente negacionista, investigar el cambio climático es casi revolucionario.
–¿Cuáles son los principales desafíos del cambio climático a nivel regional?
–Hay varios aspectos que necesitamos profundizar. En particular, la temperatura se ha incrementado sostenidamente a nivel país y la frecuencia de olas de calor acompañó este incremento. Casi todas las regiones experimentaron récords de temperatura máxima y mínima en la última década. Se pueden cuantificar los impactos de estos cambios en el ciclo hidrológico regional. Sabemos que la extensión y el volumen de los cuerpos de hielo andinos han sufrido reducciones como consecuencia del incremento en las temperaturas, que tal vez constituyen los impactos más visibles de esta señal de calentamiento. Todavía desconocemos algunos de los impactos más “silenciosos”, como los impactos en la generación de agua subterránea y la recarga de acuíferos. En un contexto de calentamiento también cambia la forma en la que se generan las precipitaciones, dado que no solo se observa un calentamiento en superficie sino en buena parte de la extensión vertical de la tropósfera (la capa más baja de la atmósfera, que concentra la mayor parte de los fenómenos meteorológicos). Eso hace que, en lugar de nevar, tengamos eventos de lluvia, lo cual también modifica el ciclo hidrológico regional.
–¿Cómo impactan los cambios en la actividad humana?
–La ocurrencia de eventos de precipitaciones extremas se ha incrementado en muchas regiones del país, lo que genera inundaciones urbanas, crecidas en ríos y arroyos y daños en la infraestructura. También sabemos que los impactos de las sequías son significativos para la economía regional. Tenemos fresco el impacto de la sequía 2019-2022, que generó la bajante del Paraná, y afectó a la Cuenca del Plata y la región pampeana, núcleo productivo para la agricultura. La variabilidad climática tiende a dominar la ocurrencia de estos fenómenos pero su severidad suele exacerbarse como consecuencia del cambio climático. En relación a los impactos, el período de sequía que se registra en Cuyo desde el 2010 presenta un déficit hidrológico extremo. El volumen deficitario registrado entre 2010 y 2019 totalizó para el río Mendoza un equivalente a la capacidad de casi 11 embalses Potrerillos, lo que representa un impacto significativo en la disponibilidad de agua para riego.
–¿Qué puede aportar la ciencia argentina en relación al cambio climático?
–La formación académica que tenemos en ciencias de la atmósfera y los océanos es de altísimo nivel. Muchos científicos argentinos integran paneles internacionales relacionados con la investigación climática, lo cual pone en valor nuestras investigaciones científicas y nos posiciona como referentes. En particular, pertenecer al Conicet, que es la institución gubernamental de ciencia N° 1 de Latinoamérica, es un orgullo. Pero más allá de lo que podamos aportar a nivel global, me parecen relevantes las soluciones que se brindan a nivel regional y local, lo cual requiere muchas veces un enfoque multidisciplinario y sentarse con tomadores de decisión para entender cuáles son los problemas a resolver y qué podemos aportar desde el conocimiento climático.
–¿Dónde se van a sufrir más los impactos en el futuro?
–Lamentablemente las proyecciones futuras no son alentadoras. En cuanto a la temperatura, se proyectan incrementos significativos a nivel país, lo cual va a impactar directamente en la frecuencia, duración y severidad de los eventos de calor extremo. En cuanto a las precipitaciones, las proyecciones presentan cambios cuyo signo depende de la región considerada. Por ejemplo, en el centro-este de Argentina, se proyectan incrementos en las precipitaciones, que estarían asociados mayormente a un incremento proyectado en la frecuencia de eventos de precipitaciones extremas. En cambio, para la región cordillerana se proyecta una reducción significativa en las precipitaciones, lo cual va a afectar la disponibilidad de recursos hídricos regionales. Además, el escenario de aumento en las temperaturas y falta de nieve va a acelerar los procesos de derretimiento glaciar. No hay que olvidarse lo que pasó con el dengue el verano pasado: el aumento de epidemias vinculadas a vectores que se propagan como consecuencia del calentamiento global será otro de los impactos a tener en cuenta.
–¿Se pueden tomar medidas concretas?
–Todos los cambios proyectados dependen del escenario de emisiones de gases de efecto invernadero considerado, con lo cual un escenario en el que se tomen medidas rápidas y efectivas para reducir la quema de combustibles fósiles va a derivar en menores impactos. Esto requiere un esfuerzo global contra el mayor desafío que enfrenta la humanidad.
La importancia de las ciencias de la atmósfera
Además de Juan Rivera, el otro galardonado mañana de los Premios Fundación Bunge y Born (en el CCK, a las 18) será el profesor en Oceanografía, Alberto Piola, dedicado a la Oceanografía Física y, especialmente, al estudio de las corrientes oceánicas y las masas de agua, tanto a nivel regional como global. La nueva entrega los Premios se centra en la disciplina de Ciencias del Mar y la Atmósfera.
Estas ciencias se ocupan de monitorear y pronosticar el comportamiento de los océanos y la atmósfera, una tarea fundamental y urgente frente a los problemas actuales del cambio climático.
“La comunidad científica de Argentina que trabaja en estos temas es reconocida internacionalmente por la profundidad y calidad de sus investigaciones”, aseguró el presidente del jurado, Gustavo Ferreyra.