El médico José Ramón González Juanatey es jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario y Catedrático de Cardiología en la Universidad de Santiago de Compostela, en España. Acaba de recibir –por octava vez– el premio Best in Class al mejor servicio de cardiología de su país en atención al paciente. Este especialista, autor de más de 750 artículos en revistas científicas de primer nivel internacional que fueron citados en más de 38 mil textos, viajó a la Argentina para participar del 19° Congreso Internacional de Medicina Interna, impulsado por el Hospital de Clínicas de la UBA. Tras disertar sobre síndrome cardio-reno-hepático-metabólico, ya piensa en el próximo encuentro del área: en Londres, la semana próxima, donde el foco estará puesto en la salud cardiovascular en la mujer, una de las deudas pendientes de la disciplina. Multipremiado y reconocido por sus pares, lleva hacia todos lados el tema que lo moviliza desde hace décadas: cómo se pueden prevenir las enfermedades cardiovasculares. Y cómo inciden las brechas de género y las épocas de crisis. Señala al ejercicio físico como “principal polipíldora”, apunta a la responsabilidad individual y social de educar en la prevención, y alerta sobre la incidencia del contexto y las desigualdades en la salud del corazón: “la pobreza mata y también mata de causa cardiovascular”.
–¿Por qué el ejercicio es la mejor polipíldora contra el infarto?
–Es muy importante trasladar el debate no tanto a la enfermedad sino a promover salud. En el ámbito cardiovascular, en esa promoción de salud, más del 80% del riesgo que tiene una persona de tener un infarto se puede prevenir con medidas sencillas donde el ejercicio es clave. Idealmente unos 45 minutos diarios, la mayor parte de los días de la semana, con una combinación de aeróbico y fuerza. Para evitar a partir de una edad perder masa muscular. Es un órgano endócrino que nos protege. Tiene una ventaja muy transversal a la salud y debemos promover el ejercicio en todos los ámbitos. Esto trasciende a los profesionales sanitarios. Es social, en las escuelas y otros ámbitos. Existen otros elementos pero el riesgo fundamental se basa en el estilo de vida inadecuado, el sedentarismo, la obesidad, el cigarrillo. Hoy ese mensaje es muy importante. La gente lo tiene que incorporar. Hay también una responsabilidad individual de prevenir que aparezca la enfermedad.
–¿Esto incide en que pese a los avances en diagnóstico y tratamiento, la enfermedad cardiovascular siga siendo la principal causa de muerte?
– Uno de los aspectos que tenemos que pensar sobre esto es la salud de la mujer. Se diagnostica más tarde, se trata peor. Hay una falsa idea de que la mujer está más protegida frente a la enfermedad cardiovascular. Eso no es así. Un estudio reciente dice que si eres mujer y te toca una mujer como profesional sanitaria vas a tener un diagnóstico mejor que si te toca un hombre. Más allá de esto, necesitamos más información específica en la mujer. Pero lo que está demostrado que funciona hay que aplicarlo con independencia del género: en este momento no se está haciendo. Es la razón por la que a veces en el mismo infarto la mortalidad en la mujer es más alta. La evidencia viene de estudios donde fundamentalmente había varones. La proporción de mujeres en los estudios de cardiología es en torno al 25-30%. El tema es una de las prioridades. El otro aspecto es que en mi país el riesgo de tener un infarto depende de tu nivel socioeconómico. La gente con nivel educativo y socioeconómico más alto tiene un riesgo hasta seis veces menor de tener un infarto que la gente de un nivel económico y educativo más bajo. ¿Por qué? Porque tienen un estilo de vida peor, tienen más peso, cuidan peor su dieta. Hay que concentrarse en los más vulnerables para mejorar su acceso a la educación porque a veces hay condicionantes. La pobreza mata y también mata de causa cardiovascular. Porque el estilo de vida de ese grupo de población es peor.
–¿Esa vulnerabilidad se incrementa en momentos de crisis?
–Sí, porque la gente cambia su hábito, sobre todo de dieta, a la comida más barata, de peor calidad. Hace menos ejercicio, tiene un estilo de vida peor. En crisis el riesgo cardiovascular aumenta porque el estilo de vida se deteriora.
–¿Cómo afecta al ejercicio de la medicina el desfinanciamiento de las investigaciones científicas?
–Aportar a la investigación en medicina tiene múltiples retornos, incluso económicos. Los países que investigan generan más recursos, porque la investigación es riqueza. Evita gastar en áreas que no serían necesarias. Los estados y los países tienen que luchar por sistemas robustos de educación y salud pública, porque si no nos vamos resentir todos. Uno cree que dejando de invertir en investigación y en sanidad podrá invertir en otras cosas. Pues no. Eso lo único que va a hacer es empobrecerte cada vez más. Porque la salud de la población va a ser peor, la rentabilidad económica va a ser peor y las posibilidades de desarrollo también van a ser peores. Por lo tanto, priorizar educación y salud es clave para el desarrollo de las sociedades.
La Inteligencia Artificial y la medicina
González Juanatey también apunta a la innovación y que la inteligencia artificial será clave para el abordaje de la salud cardiovascular: “Tenemos que ir hacia la historia clínica electrónica integrada, donde la información de cada uno esté disponible en cualquier lugar. E incorporar sistemas de ayuda a la decisión clínica”. Su equipo estudió 80 mil consultas de médicos de atención primaria enviadas a cardiología, usando IA para identificar las de mayor riesgo. “Es clave. Los sistemas automáticos tienen que ir hacia la ayuda para tomar buenas decisiones. Que si no estás aplicando la evidencia científica más actual el sistema te advierta y oriente. El futuro está ahí”.