Esta historia comienza en una comisaría. Una mujer, acusada de un crimen atroz, estalla en una carcajada. Luego, toma aire y cuenta: su infancia en la estancia familiar de un pueblo de la llanura bonaerense, la barbarie y la brutalidad del campo, el temprano interés en las artes plásticas, la ida estrepitosa a la ciudad, el coqueto barrio de Recoleta, los hombres, los viajes, la plata, las galerías.

La narradora cuenta su vida y los episodios de esta novela se suceden con la promesa de explicar su presente en la comisaría. El pulso narrativo oscila entre la ansiedad y la intriga, como si fuera una novela por entregas, a la manera de los folletines del siglo XIX. 

No es casual, entonces, que la novela comience con una cita de Facundo, de Sarmiento. En La circunstancia (Eterna Cadencia), Jorge Consiglio arma y desarma esas -sólo en apariencia- viejas ideas de civilización y barbarie, y las revisita en el contexto de los años noventa. 

-¿Por qué “La circunstancia”?

-Por varias cosas. En primer lugar, “La circunstancia” es la estancia familiar de la protagonista, ahí pasa su infancia. Pero inmediatamente el título nombra más que la estancia. Primero, alude a la cuestión coyuntural del personaje. Ella está constantemente en una crisis, una especie de encrucijada, y desde ahí cuenta su historia.

 Por otra parte, nombra el carácter secuencial de los capítulos, cada uno es una circunstancia, una escena puntual, específica, en esta serie de peripecias que tiene el personaje. Y a la vez, toda esa secuencia que la atraviesa tiene que ver con una cuestión de clase, probablemente la vida de esta mujer habría sido distinta si perteneciera a otra clase social.

Y, por último, lo elegí porque me remitía a Kundera, a títulos como La broma, que son súper elocuentes y al mismo tiempo no dicen nada. Elocuentes porque podrían ser sólo ensayos, pero a la vez tienen puntos de fuga que son ficcionales y eso los vuelve completamente elípticos. Y, en reverso, se puede pensar en La náusea, de Sarte.

Jorge Consiglio: civilización y barbarie

Antes de la larga carcajada del comienzo, la novela abre con una cita de Facundo: “Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre de campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que puede pisar. Esta inseguridad de la vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino cierta resignación estoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquier otra; y puede quizá explicar en parte la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que viven impresiones profundas y duraderas”. 

-En La circunstancia también se aborda la dicotomía civilización y barbarie. La novela se inscribe en esa línea de discusión desde el comienzo, con el epígrafe de Facundo, de Sarmiento.

-Es algo que me fascina como lector de literatura argentina. Si te vas a Echeverría encontrás eso, si te vas a Mansilla, a Martínez Estrada, a Borges…siempre lo encontrás. Me parece que son los dos ejes que lo vamos reformulando todos los que estamos produciendo literatura.

Quise abordarlo teniendo en cuenta el determinismo mesológico de Sarmiento. Esta idea de que la geografía de la llanura determina a los habitantes. Pero, al mismo tiempo, esa barbarie se va a la capital y al Estado.

Si hacemos una lectura política, lo que podemos encontrar ahora, en este regreso a los 90, es que pasa algo similar. Podríamos establecer una especie de línea algo caprichosa entre Rosas, Menem y Milei. La barbarie desde el Estado. La hostilidad, la intolerancia, la brutalidad.  

De todas maneras, volviendo a la novela, hay una dialéctica de ese determinismo. Y, además, en el caso de la protagonista, aparece un determinismo de clase social. Pertenece a un nivel socioeconómico alto y a partir de ahí hay una cantidad de conductas que se van a repetir.

-La palabra “destino”, que aparece al final de la historia, va en línea con esto que decís, ¿no?

-Sí. En la literatura es una cosa bastante vieja, ¿no? Homero, Shakespeare. En el hecho de llegar a un destino trágico se esconde la posibilidad de que el personaje no haya leído bien la realidad; si hubiera leído las señales adecuadamente, podría haber anticipado su final. Me gusta jugar con esta cuestión del destino. Porque a la vez nunca se sabe bien si las cosas se desarrollan de esa manera por el destino o por las decisiones mal tomadas. Tiene un enorme poder ficcional.

Foto: Egurza Victoria Telam

-¿Y en el proceso de escritura cómo le sucede eso a Jorge Consiglio?

-En primer lugar está tu aventura con el lenguaje. Es un camino medio vertiginoso en donde decís tengo que narrar, narrar, narrar. Eso supone sistemas causales de acontecimientos, procedimientos…pero antes de eso es como escribir un poema. Es una instancia abstracta en donde vas viendo qué pasa. Estás con las manos embarradas, como si estuvieras haciendo algo de arcilla. No sabés muy bien adónde vas, qué estás diciendo. Te vas dejando llevar por el sonido y las palabras.

-Hay un personaje que se llama Bob, como en el cuento “Bienvenido, Bob”, de Onetti.

-Ese cuento me circunda y además lo trabajo, lo trabajo y lo trabajo. Piglia decía que es un relato que muestra la imposibilidad de la ficción en la adultez. Bob, cuando es joven, quiere construir una ciudad perfecta, ama la música, toma solamente una copa de cerveza.

 Le dice al narrador que no se case con su hermana porque es “un hombre hecho, por lo tanto, deshecho”. Un hombre hecho es un hombre acabado, que no puede ver la utopía, no cree en sus sueños; en definitiva, no tiene acceso a la ficción. En el caso del personaje de La circunstancia, hay algo de eso.

Bob es el hombre práctico, el hombre que ordena todo en virtud de la jubileta que le van a dar sus víctimas. A la vez, eso actúa como contrapeso para la protagonista, porque esta característica hermética de Bob genera misterio, es territorio para la fantasía. Hay un enigma permanentemente. El enigma siempre mueve el deseo y la atracción. Ahora bien, ¿qué pasa cuando descubrimos la verdad del otro? ¿Queremos saberla?   

-La novela está narrada a partir de la voz de la protagonista, una mujer de clase social alta. ¿Te documentaste para crear ese personaje o hay experiencia propias que decidiste tomar de tu propia experiencia, del escritor Jorge Consiglio?

-Por una cuestión coyuntural, viví 13 años en Recoleta, percibía una temperatura, un clima muy particular. Además, me parece que si sos narrador vivís observando tu entorno. Por un lado eso, que tiene que ver con la parte autobiográfica. Pero por otro lado, también hay algo de modelo en lo que uno lee. Guiraldes, por ejemplo. Me interesa ver lo que mira Guiraldes, ver cómo piensa un tipo como él.

Después, hay todo un costado que tiene que ver con la mirada de la protagonista alrededor del arte. ¿Qué mira cuando ve “El despertar de la criada”, de Sívori? Eso me permitió, por un lado, jugar a escribir ensayo a través de esa primera persona. Y al mismo tiempo armar un aparato argumentativo que me hiciera pensar como ella. Una mujer de esta clase va a mirar este cuadro con esos ojos. .

-¿Por qué contar los 90 en este momento? ¿Qué lleva al escritor Jorge Cnsiglio a tomar esa actitud?

Mirá, yo empecé a escribir la novela hace dos años. Había algo en la gravedad de lo que ocurría que me remitía a eso. Parece como si en todo este tiempo hubiéramos estado viviendo en una especie de República de Weimar, donde se está gestando el huevo de la serpiente, como la película de Bergman.

 Por supuesto no me lo propuse, no lo supe. Los 90 hacían sentido con lo que quería contar. Pero no lo pensé a Milei. Cuando yo ya había cerrado el texto el hijo de puta (Milei) subía. Más allá de las cosas que uno puede percibir, hay algo que tiene que ver con la otra decisión más fuerte de narrar algo que no esté tan estrictamente atravesado por lo contemporáneo.

Tampoco quería que fuera una novela sobre los 90. No sé si estamos a una distancia para narrar los 90. Hay cierta mirada nostálgica de esa época. Incluso volvieron ciertos objetos como un fetiche. Me da la sensación de que esa década nunca se fue, siempre la escondimos. Pero ahora volvió de manera desembozada y reforzada. Antes había cierta corrección política, era un discurso disimulado. Pero la hipocresía al menos supone un pudor. Había una consciencia de que eso estaba mal. En el discurso desembozado, no. Estos tipos dicen cosas atroces. 

-¿Y cómo se para Jorge Consiglio frente a eso?

-En principio, hay que hablar donde uno pueda, no quedarse callado. Tratar de pensar lo que ocurre. En segundo lugar, seguir escribiendo, seguir y seguir. Porque cabe la posibilidad de que esto a uno lo desanime. Entonces hay que seguir escribiendo. Por el solo hecho de escribir, hacer música, bailar, lo que fuere, ya nos estamos corriendo de esta lógica delirante y cruel.