«La literatura y el fútbol comparten pocas cosas –afirma Jordi Puntí– pero hay una que sin duda los hermana: la dificultad de acertar las predicciones sobre los escritores y los jugadores que marcarán el futuro.» Quizá sin darse cuenta él ha encontrado muchos otros puntos de coincidencia o está buscándolos, ya que se entrega con la misma pasión al cuento y a la novela que a la crónica deportiva y al ensayo sobre su jugador favorito: Lionel Messi.
Alguien definió a Puntí como «una máquina perfecta de crear historias». Quizá por eso en los cuentos de Esto no es América (Anagrama) convierte su realidad en literatura y en Todo Messi. Diez ejercicios de estilo, transforma al jugador en personaje de ficción, un héroe que comparte los secretos de la magia con Harry Potter. En diálogo con Tiempo reveló algunos secretos de su máquina misteriosa que convierte la realidad en verbo.
–Esto no es América, el título de uno de tus libros, es también el nombre de una canción de David Bowie y Pat Metheny. La música es una constante en tus relatos. ¿Qué relación tenés con ella?
–El libro reúne cuentos de distintas épocas. Recién cuando los revisé para publicarlos me di cuenta de que en todos había una canción. La música forma parte de lo más cotidiano de mi vida y por lo tanto es lógico que aparezca en los cuentos de una manera natural. Es verdad que no se trata sólo de una mención, sino que hay en ese acto una voluntad cultural. Además, elijo muy bien la canción que voy a mencionar. Me imagino que hay una banda sonora que el lector puede escuchar de forma virtual en su memoria. La mención de una música determinada contribuye a crear la atmósfera del cuento.
–¿Y por qué ese título?
–Porque para mí América es el territorio de los sueños, de las ilusiones y mis cuentos hablan de gente que ya no tiene ni sueños, ni ilusiones.Ha dejado atrás esa fase de su vida y está viviendo la otra fase, que es la de la realidad.
–Otra constante es el paisaje urbano. ¿Cuál es la Barcelona que desplegás en los cuentos, la de hoy o la del pasado?
–Creo que es una Barcelona que está un poco en el pasado, porque es muy difícil hablar de la Barcelona de hoy.
–¿Por qué?
-Porque está completamente tomada por el turismo y me resulta poco atractiva para situar historias allí. Es la Barcelona del primer cuento, «Vertical», que es la que yo conozco más. El gran cambio de Barcelona comenzó con los Juegos Olímpicos que transformaron la ciudad y la pusieron en el escaparate mundial. Como en momentos de crisis el dinero inmediato llegaba sólo a través del turismo, se la promovió de ese modo. Esto creó una situación que para quienes vivimos en las zonas céntricas se ha vuelto insostenible. Hemos perdido nuestros referentes cotidianos. No puedo ir a tomar café al bar al que iba siempre porque un café cuesta 6 euros, unos 300 pesos de aquí. La demanda de departamentos para el turismo ha subido los precios y la gente ya no puede vivir en la ciudad, tiene que irse fuera. Mientras hay gente que se enriquece mucho con el turismo, otra vive las consecuencias de una manera dramática. La ciudad se está convirtiendo en una fachada en la que todo es muy bonito. En el fondo, sin embargo, es una especie de parque temático donde todo es lo mismo. Pero el turista no es turista las 24 horas. Cuando está cansado quiere sentirse como en casa. ¿Y entonces qué hace? Se mete en un Starbucks o en cualquier otro de los sitios que son «no lugares» iguales en todas partes y que dan la tranquilidad de espíritu de no tener que pensar en que estás fuera de tu país o de tu ciudad. Cuando quiero tomármelo con humor digo que me he convertido en un extra en la película de los turistas porque salgo de mi casa y me preguntan dónde está el Museo Picasso unas siete veces al día. Yo le doy una apariencia de normalidad a la ciudad cuando digo «yo vivo aquí». Creo que los turistas deben pensar «ah, qué bien, hay gente que vive aquí todavía».
–Es coherente que menciones lo cinematográfico porque en el último cuento hacés un cameo: aparecés vos mismo. Hay un narrador que cambia de primera persona a tercera, es un texto que problematiza la literatura.
–Esa era precisamente mi intención. Hubo un proyecto real de un instituto alemán que me mandó a dos ciudades europeas a cenar a casa de desconocidos con la intención de que luego escribiera un cuento a partir de esa experiencia. Fui, tomé notas, pero cuando volví a casa no me salió escribir un cuento. No sé qué sucede en otras literaturas, pero en la catalana en los últimos tiempos ha habido un gran auge de lo que se llama autoficción.
–Sí, también aquí. Son las narraciones del yo.
–Exacto. Por eso ese cuento se llama «La paciencia», porque creo que esta gente que escribe del yo no tiene ninguna paciencia para filtrar lo que es realmente importante. Creen que son lo suficientemente interesantes como para ponerse en primer término. El cuento funciona como una caricatura de esto. Por eso comienza en primera persona y después cambia a la tercera. Luego, si alguien pensaba que se trataba de mí, resulta que no, que hay otro tipo que se llama Jordi Puntí. Hago un cameo en el libro para desconcertar al lector y jugar con la idea de la imposibilidad de hablar por uno mismo sin tomar distancia. Creo que el humor es una buena forma de tomarla.
–¿Creés que las redes sociales tienen algo que ver con esto?
–Sin duda. Nos estamos convirtiendo en protagonistas y en impulsores de nosotros mismos. Somos promotores de nuestras vidas a un nivel que a menudo es muy superficial, muy banal. Me preocupa este uso literario de la banalidad, porque antes también se contaban cosas banales, pero era para contar lo que había detrás. Se contaba el silencio. Hoy en día, en cambio, el silencio ya no es importante, aunque creo que nos dice mucho más que las palabras.
–¿Tu ensayo sobre Messi no puede ser tomado también como un gran cuento sobre su vida?
–Disfruto mucho viéndolo jugar, escribo sobre él en el periódico, pero me di cuenta de que todo es muy fungible. Me interesaba la idea de escribir algo sobre él que fuera a quedar y que el día en que ya no esté jugando sea una especie de analgésico. Creo que hoy sólo se puede hablar de Messi desde la ficción porque él se ha convertido en un personaje como de cuento. Casi no se lo puede entrevistar, su mundo privado es tan privado, tan innecesario y probablemente tan banal que no es preciso acceder a él, de modo que si quiero acercarme sólo puedo hacerlo desde la ficción. En este sentido, lo que me interesa son los ejercicios de estilo de Raymond Queneau: tomar una historia y escribirla de 99 formas distintas. En este caso, la historia es Messi y quise hacer un retrato a partir de todas las formas que se me ocurrieran. Hay más formas de las que están en el libro, pero también hay un problema de espacio y paré donde paré. Pero es un libro que constantemente se está reescribiendo.
–Ya se escribió y reescribió a Messi de múltiples maneras.
–Claro y su biografía ya está escrita. El otro día, hablando con Horacio Convertini en la Feria del Libro, llegamos a la conclusión de que a pesar de que a Messi hay que verlo como un personaje de ficción, incluso como dibujo animado, hay que contarlo desde la no ficción. En cambio, Maradona se ha convertido en una novela y hacer un ensayo sobre él no funcionaría. Sus altibajos, sus excesos, son de novela. Messi, en cambio, es un jugador sin altibajos, es plano y, en todo caso, ascendente. Es un misterio y lo que me pregunto es si todo lo que nos da, todo lo que vemos de él forma parte del instinto o hay detrás una experiencia y un aprendizaje. Yo creo que es instinto. Messi no piensa o piensa de una forma que es emocional, hace lo que le sale, pero no hay un trabajo mental, es todo físico. Es como Harry Potter, los chicos lo consideran un héroe. A Maradona, en cambio, hay que acercarse como un antihéroe.
–Además, ha influido mucho más en la vida cotidiana de quien ha vivido en Barcelona en los últimos años que Maradona.
–Sí, nada que ver. Antes de Messi el Barcelona ganaba un título cada 15 o 20 años. Si en 105 o 110 años de historia ha ganado 26 títulos, 16 han sido en los últimos 25. Cuando yo era pequeño, el Barcelona perdía casi siempre. Cuando llegaba noviembre o diciembre, decíamos «este año tampoco». Eso cambió. Hoy hay una generación de chicos que han vivido los 15 años de Messi, han crecido con el triunfo y casi no saben lo que es perder, excepto el año pasado cuando perdió 3 a 0 en Roma y quedó eliminado de la Champions League. Los hijos de mis amigos lloraban porque no entendían que hubiera perdido. Por eso lo comparo con Harry Potter, porque en un libro puede perder un poco, pero siempre acaba ganando. Los más jóvenes han crecido con el modelo de la magia, de lo sobrehumano, y el día en que Messi se convierte en humano, no tienen, desde lo psicológico, capacidad para entenderlo.
–En el libro lo comparás con Mozart y con Picasso.
–Sí, quizá fui un poco atrevido. Pero Messi es un creador de lenguaje. Mete cuatro goles en un partido de Champions, sale un entrenador y dice «no hay forma de describir lo que ha hecho». Unos días después aparece Guardiola y dice «se me han terminado los adjetivos». Como periodista y escritor esta es una derrota que no puede permitirse, por lo que hay que ser más inteligente, ir al diccionario y buscar nuevas formas de describir lo nuevo. «