Entre mediados de 2008 y 2009, Jonathan Wilson vivió alrededor de una temporada en un departamento sobre avenida Pueyrredón. El escritor y periodista inglés solía atravesar Buenos Aires cada vez que Huracán jugaba en el Estadio Ducó. Caminaba rumbo al sur por Pueyrredón hasta Parque Patricios. El paseo se convirtió en rutina para seguir al equipo comandado por Ángel Cappa, el subcampeón. Aunque el encanto no llegó al punto de la infidelidad. «Soy un fanático de Sunderland y completamente monógamo», dice Wilson cuando se le pregunta si llegó a hacerse hincha de Huracán. Algo del fútbol local, de cualquier modo, lo cautivó, lo invitó a escribir Ángeles con caras sucias, un libro sobre la historia del fútbol argentino que acaba de editarse en español.
–Llegué por primera vez a Argentina en 2006 para investigar para mi libro La Pirámide Invertida (publicado en castellano en 2013).Inmediatamente supe que amaba a Buenos Aires: la comida, el ambiente de la ciudad y especialmente la cultura del fútbol. Cada vez que volvía, me daba cuenta de que había una gran cantidad de cosas para escribir que no se conocían en absoluto en Gran Bretaña, mi país.
–¿Te gustaba la idea de que un inglés contara la historia del fútbol argentino?
–Les dimos el juego, así que está bien. En serio, yo sé que soy un extraño y que habrá cosas que no entiendo de la cultura argentina, pero por otro lado tal vez alguien de afuera tiene una perspectiva diferente que puede ser interesante. Y por supuesto, el libro fue inicialmente escrito para una audiencia británica.
–¿Por qué creíste necesario incluir un recorrido histórico y social?
–No se pueden separar esas cuestiones. El valor del fútbol desde el punto de vista de la historia es que brilla una luz sobre la cultura. El fútbol en sí no cambia mucho, pero las circunstancias que lo rodean es lo que lo vuelve interesante. Todos tratan de ganar, pero las mareas que determinan cómo intentan hacer eso es lo que me fascina.
–¿Qué te llamó la atención o te sorprendió en el vínculo entre fútbol y política?
–Argentina es especialmente interesante porque el vínculo entre el estilo de juego nacional y la identidad argentina fue muy manifiesto y estrecho desde la década de 1920. Hay un pensamiento muy consciente sobre por qué jugar de cierta manera y lo que eso significa.
–¿Hay un acuerdo sobre cómo jugar?
–No, en absoluto, y Messi, por supuesto, lo complica todo. Teniendo el mejor jugador del mundo puede dificultar las cosas porque inevitablemente significa que el equipo intenta jugar a través de él en lugar de sólo buscar la mejor opción. Pero al menos hay un debate sobre cómo juega hace mucho tiempo. En Inglaterra sólo se comenzó a hablar en serio sobre estas cosas en los últimos diez o 15 años, especialmente con el desarrollo de los jóvenes. El resultado es que ahora tenemos inferiores, muchos juveniles y de eso vino todo el éxito en el nivel juvenil donde se ganó la Copa Mundial Sub-20, el Sub-19 de Europa, la Copa el Mundo Sub-17, el torneo de Toulon y se llegó a la final del Sub 17 también en Europa. Supongo que el miedo en Argentina es que después de la etapa de Pekerman y Tocalli se perdió esa ventaja que una vez tuvieron.
–En el libro escribís que el fútbol es casi el único lugar en el que la Argentina cumplió su promesa de gloria y éxito. ¿Argentina sigue en la élite del fútbol después de Rusia 2018?
–Sí. Por supuesto, la última Copa del Mundo fue decepcionante, pero Argentina sigue llegando a la final, sigue acercándose, y con un poco más de suerte o un poco más de compostura frente al gol podríamos fácilmente hablar de un equipo que ganó un Mundial, una Copa América y la Copa América Centenario en los últimos cuatro años. Inglaterra mataría para ese tipo de registro.
–¿Los clubes argentinos podrían pasar a estar en manos privadas como sucede en algunas competencias en Europa?
–Eso parecería difícil dada la historia de ellos como clubes en manos de los socios y no tengo idea sobre la legalidad y la reglamentación de tales cosas, pero si alguien aparece y promete una gran inversión, ¿por qué no? Alemania solía tener los clubes en manos de los socios, pero ahora tiene equipos como RB Leipzig y Hoffenheim que desafían al modelo sin que los socios pierdan la fuerza mayoritaria.
–¿Qué sensación dejó Rusia 2018? ¿Cómo calificarías al Mundial?
–Lo disfruté inmensamente. Hubo buen fútbol, mucho drama, grandes estadios y una buena organización.
–¿Qué novedades se pudieron ver desde lo táctico?
–Nada, pero nunca se ve nada en las Copas Mundiales. El fútbol internacional es muy diferente al juego que sucede en los clubes.
–¿El VAR puede traer cambios en la táctica?
–Sí. Ya hemos visto algo de eso con Inglaterra provocando el contacto y el roce. Otros equipos seguramente lo van a copiar.
–¿Rusia fue un Mundial con menos peso de las potencias?
–Tal vez hasta cierto punto porque Francia igual ganó, Croacia tiene jugadores que jugaron en finales de la Liga de Campeones, Bélgica tiene una gran generación e Inglaterra es Inglaterra (no le ganó a nadie realmente bueno e incluso contra Colombia tuvo que ser sancionada). La Copa del Mundo parece estar cada vez más dominada por países con jugadores que juegan en las grandes ligas de Europa occidental. «