El reino Unido ingresó a la entonces Comunidad Económica Europea en la primera ampliación del grupo continental, en 1973, junto con Irlanda y Dinamarca. Desde entonces, compartió su economía y disfrutó de su crecimiento, aunque nunca estuvo del todo en el continente: jamás aceptó formar parte de la zona euro y mantuvo su propia moneda.

Miles de millones de libras esterlinas de la CEE y luego la Unión Europea fueron utilizadas para el desarrollo de ese país. La pertenencia a una asociación de naciones también implicó el arreglo de la vieja cuestión en Irlanda del Norte, y posibilitó que los acuerdos de paz de 1998 pudieran prosperar habida cuenta de que tanto la República de Irlanda como el estado británico eliminaran una frontera caliente entre ambas regiones.

Tras al referéndum que en junio de 2016 votó por retirarse de la UE, las cosas se complicaron y a un mes de su llegada al 10 Downing Street, ahora Boris Johnson dice que si el 31 de octubre hay un Brexit sin acuerdo, Londres se puede ir sin pagar un centavo. Desde Bruselas le recordaron que si quieren terminar la fiesta en paz, los británicos tendrán que abonar 43.000 millones de euros que deben, con acuerdo o sin él, por todo lo que recibieron del resto de los paises en estos 46 años.

«Más que ir hacia amenazas de demandas judiciales, creo que es importante dejar claro que rendir cuentas es esencial para empezar una nueva relación con el pie derecho y basada en la confianza mutua», recordó la portavoz del Consejo Europeo, Mina Andreeva. «Todos los compromisos que fueron asumidos por la UE de 28 miembros (de la que formó parte el RU) deben ser honrados», agregó.

La consulta popular realizada en tiempos de David Cameron como primer ministro dejaron un resultado inesperado y de imprevisibles consecuencias aún. En primer lugar, se produjo a a poco del referéndum por la independencia de Escocia. En 2014, los escoceses eligieron quedarse en el Reino Unido, pero dos años mas tarde también votaron por quedarse en Europa. De modo que ahora la ministro principal, Nicola Sturgeon, plantea seriamente llamar a otra consulta para resolver la contradicción.

En la isla de Irlanda, donde había una diferencia, ahora hay un embrollo que puede crecer a niveles alarmantes. Porque durante 30 años, entre 1968 y 1998, hubo un conflicto que generó miles de muertos (no existen registros precisos) en luchas fratricidas entre protestantes unionistas -que pretendían la anexión total de Irlanda del Norte al Reino Unido-y católicos, que pretendían sino la anexión a la sureña república de Irlanda, al menos la creación de una república y la independencia de Londres.

Tras los acuerdos de Semana Santa de 1998, se estableció en votación popular un gobierno de consenso en Belfast entre ambas comunidades, y la necesidad de que representantes de cada colectivo -monárquicos protestantes y republicanos católicos- tuvieron participación en las grandes decisiones de Norirlanda. También se pasó a utilizar el nombre de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte para los territorios regidos por los Windsor.

Como parte de la UE, no existen fronteras entre la república de Irlanda y le región de Irlanda del Norte, lo que evita que haya tropas armadas custodiando el límite político. Hay libre tránsito de mercadería y personas, algo que debería cambiar desde que se produzca el Brexit. Ese es un tema ríspido en la negociación con Bruselas.Y allí hay un foco de tensión.

Johnson, encolumnado entre los más rígidos partidarios del Brexit, se vería obligado a instaurar una «frontera dura» en Irlanda. El ex ministro del Brexit, David Davis, sugirió que el dinero que reclama la UE forme parte de la negociación por la frontera irlandesa. Un toma y daca que por ahora no tiene cauce.

La UE había propuesto el año pasado a la entonces premier Theresa May una especie de «red de seguridad». May aceptó que en ese marco todo el Reino Unido continúe en la unión aduanera continúe durante algún tiempo a precisar hasta ir acomodando los trastos. Así logró que el plazo límite para dejar la UE se pasara al 31-O.

Pero entre los conservadores la solución no parece aceptable. «Durante muchos años nos gobernarán los otros 27 estados miembros bajo el actual borrador del Acuerdo de retirada…, incluso eliminando la salvaguarda irlandesa», resaltó Bill Cash, acérrimo antieuropeísta.

En la cumbre del G7 de Biarritz de este fin de semana, Johnson exigió eliminar el mecanismo acordado para garantizar la fluidez de productos sin controles fronterizos entre ambas partes de la isla, lo que se llama «salvaguarda irlandesa». La canciller alemana Angela Merkel replicó entonces que el Reino Unido debe plantear claramente qué propuestas tienen para poner sobre la mesa. El dueño de casa, el presidente francés Emmanuel Macron, trató de calmar los ánimos y, luego de ironizar que lo consideran «el más duro de la pandilla» contra el RU, dijo: «»Necesitamos tener un buen mes de conversaciones».

El polémico Johnson, en tanto, puntualizó que «esto no va a ser pan comido, no va a ser fácil, vamos a tener que trabajar mucho» para llegar a un acuerdo final. El presidente estadounidense, Donald Trump, decidido a irritar a sus socios del G7 en otro punto álgido, se entrevistó con Johnson, lo definió como «el hombre adecuado» para el Brexit, y escuchó el reclamo del británico para avanzar hacia un tratado de libre comercio, que m,rigere las consecuencias de dejar la UE.

Cerca de 100 compañías ya se fueron de las islas para trasladarse a Holanda y otras 325 anunciaron su interés en cruzar el Canal de la Mancha hacia los Países Bajos, según informó Jeroen Nijland, presidente de la agencia holandesa de inversiones extranjeras (NFIA). Tiene razón Johnson, no será fácil, mientras tanto, el tiempo no juega a favor de los ingleses, los´únicos que votaron en mayoría por «independizarse» de Europa.