El frente de la casa donde vive Marta Ramallo tiene un mural con el rostro de Johana. Esas mismas paredes fueron baleadas en octubre del año pasado. Esa es alguna de todas las cosas que toleró Marta desde que se animó a denunciar la desaparición de su hija, víctima de un caso de trata de personas.
Hace dos años su vida cambió para siempre: su hija mayor, Johana, salió el 26 de julio de su casa de Villa Elvira, La Plata, y no regresó nunca más. Aquel día, por la mañana Johana había abandonado el hospital de San Martín donde estuvo internada: alguien la había dejado ahí desmayada y sin el celular. Por eso Marta no quería que esa tarde se fuera.
Cuando habla de ese último día junto a su hija, Marta recuerda todos los detalles. Es el tesoro más grande que tiene dentro de esa atroz ausencia a la que se vio obligada a enfrentar.
La búsqueda de Marta comenzó a las 6 de la mañana del 27 de julio. Estaba lloviznando. «Tenía miedo de que le hubiera pasado algo y yo no estaba ahí con ella, así que agarré una mochila, los documentos de Johana, y salí a buscarla. Después de andar todo el día, a la noche fui a poner la denuncia en la comisaría Ponsatti». Ahí, los dos policías que estaban le dijeron que se vuelva a casa, que seguramente Johana «se había ido con un machito».
La lucha de Marta fue enorme. Primero con la policía, luego con la fiscal y luego con el poder político. Según la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), el 35% de las denuncias de trata de personas que se reciben en la provincia de Buenos Aires provienen de La Plata. Sin embargo, cuando los familiares intentan dar cuenta de las desapariciones ante la policía, suelen ser desestimadas. «Yo me arrodillé ante una fiscal a los 15 días de la desaparición de Johana. Le pedí por favor que la encuentren con vida. Que yo no estaba buscando sólo a una hija, yo estaba buscando a la mamá de mi nieta, mis hijos estaban esperando a su hermana, mi mamá estaba esperando una nieta. O sea que a Johana no la reclamaba sólo yo, había toda una familia buscándola».
–¿Y cómo era la vida dentro de tu casa?
–A nosotros nos llevaron la vida junto con Johana. Pero creo que aprendimos juntos, mis hijos me enseñaron a no darme por vencida a pesar del poco tiempo que les vengo dedicando. Una vez llegué y me encontré con uno de mis hijos deprimido y llorando, diciéndome que ellos también estaban acá. Y yo les contesté que estaba buscándola, que me den la posibilidad de encontrarla. Que no me juzguen por buscarla sino que me juzguen el día que no la busque más. Aprendimos a vivir con la angustia y con el dolor.
En abril de este año, cuando se cumplían 22 meses de la desaparición de Johana, el juez Adolfo Ziulo citó a Marta, sola, para decirle que los restos que habían sido encontrados en agosto por unos vecinos en las cercanías de Berisso, eran de Johana. El hallazgo de sus restos fue en dos lugares distintos y se encontraron con 20 días de diferencia. «¿Ahora como sigo?», cuenta Marta que se preguntó.
–¿Cómo impactó la noticia del hallazgo de Johana?
–Cuando les di la trágica noticia a mis hijos se daban la cabeza contra la pared. Nosotros no queríamos vivir más. Porque así como encontraron a Johana, quedó nuestra vida: despedazada. Yo les digo a mis hijos: «Johana no los quiere ver así, si tenemos que hacer algo por ella luchemos por una justicia, porque ella merece tener una justicia digna y no una justicia patriarcal que la haya condenado a la masacre que hicieron con Johana». En eso nos fortalecimos muchísimo entre nosotros y en saber que ella no está pero que nos dejó parte de ella en su hija y que esa hija va a crecer, y va a hacer preguntas, y nos va a necesitar. Eso nos fortalece.
–¿Cuál es el estado de la causa?
–Hoy tiene más impunidad que antes. Me digo: ¿habrá alguien que le importe lo que le pasó, ya que en su momento a nadie le importó su vida? ¿Habrá un juez o un fiscal que nos acompañe desde el dolor? Eso me lo pregunto todos los días y se lo pregunto al Poder Judicial. A Johana no la desapareció una sola persona. No le hizo eso una sola persona. Pido que pague hasta el más inútil. Hasta el que se calló la boca. Pido que los jueces y fiscales, el día que estén sentados en un banquillo les den una condena dura. Porque yo ya los voy a condenar el resto de mi vida. «
LA CAUSA
Reclamo. El viernes, como los 26 de cada mes, se realizó una nueva acción pidiendo justicia por Johana. Durante la jornada, la familia volvió a reclamar «por todas nuestras Johanas, que el Estado y el Poder Judicial patriarcal machista no dejó volver». La causa está en manos del juez Adolfo Ziulú quien reemplazó a Ernesto Kreplak, mientras que el fiscal Gustavo Ferrara tomó el lugar de Hernán Schapiro. El caso tiene 31 expedientes con dictámenes, hubo ocho allanamientos y se tomaron 42 declaraciones testimoniales. También se investigó a 17 personas que podrían estar vinculadas con la desaparición de Johana.