Joaquín O. Giannuzzi: “Poesía prosaica que viene de estudiar a los grandes maestros de la prosa, como Gustave Flaubert, Joseph Conrad y Henry James –maestros a los que también le robó T.S. Eliot. Hermano de Eugenio Montale en el uso del correlato objetivo -y no tanto en la oscuridad hermética-, Giannizzi solía recitar mientras caminaba por su casa en el barrio de Once, un poema de William B. Yeats que le gustaba mucho, “El segundo Advenimiento” dice Fabián Casas en el prólogo de Obra completa (1958-208) del autor.
Es fácil imaginarlo haciendo lo que cuenta Casas. En su obra se percibe claramente que, pese a la elaboración, el oficio y la particulae forma de ver el mundo, la poesía es para Giannuzzi algo tan vital y sencillo como respirar o silbar bajito para acompañarse a uno mismo en su soledad existencial.
Si se toma la palabra “prosaica” que usa Casas para definir la poesía de Giannuzzi en su acepción más plena, es decir como “perteneciente o relativo a la prosa” y, por lo tanto, como opuesto al lirismo, basta con recorrer el libro para entender que Casas tiene razón.
La literatura de Giannuzzi es prosaica en el mejor de los sentidos y, quizá por eso, establece una conexión inmediata con el lector, como si estuviera conversando con él sentado a la mesa de algún bar de Buenos Aires.
Dice en el poema “Uvas rosadas” con que se abre el primero de sus libros, Nuestros días mortales: “Este breve racimo / de uvas rosadas pertenece/ a otro reino. / Yace sobre mi mesa, / en la fría integridad de su peso terrestre/ mientras yo permanezco silencioso /imposibilitado / de oponer a mi vida a su carnal exuberancia/ (…)
No es difícil imaginar a un hombre sencillo en el momento del postre o la sobremesa mirando de manera “prosaica” un racimo de uvas rosadas que lo lleva a comentarle sus reflexiones a un comensal, mientras su sencilla observación va creciendo en intensidad y profundidad poética, sin llegar nunca a ser hermético ni dejar que el lirismo invada esa observación de carácter casi casual.
“Al igual que los miembros de Diario de Poesía –observa Casas en relación con su poesía- Joaquín Gianuzzi se ganó la vida como periodista y trajo de ese métier cierta estructura formal para elaborar sus poemas. Se desarrolla una escena, se piensa algo sobre la escena, se termina el poema con cierta eficacia conclusiva. Pero a diferencia del periodismo que siempre responde, los poemas de Gianuzzi, aunque parezcan llegar a una conclusión, nos dejan un gusto agridulce en la boca, porque están en estado de pregunta”.
Si algún lirismo hay en la poesía de Giannuzzi es, precisamente el de rescatar los objetos y sentimientos cotidianos de la monotonía gris que los rodea, para ponerlos en otro plano donde lo aparentemente intrascendente cobra un protagonismo inusitado.
Joaquín Giannuzzi y su música
Observa Casas más adelante: “Él buscaba que sus poemas se leyera de un tirón, sin ripios ni complejidades vanguardistas. Hay una música que se percibe mientras escuchamos el ritmo de fondo de su especulación: no es tango, no es rock sinfónico: son apenas cuatro acentos repetidos más cercanos al punk, si es que tomamos el punk en su lado más luminoso: no necesitas ser pequeño Dios decía Apollinaire para escribir un poema. Los motivos están en cualquier lado (…)
Joaquín Giannuzzi a través de su Obra completa demuestra que para hacer buena poesía le bastó con ser un hombre. Si es cierto que “los motivos están en cualquier lado” lo que distingue a un poeta de alguien que no lo es, quizá sea su capacidad para encontrarlos, para reconocerlos, incluso para inventarlos.
El libro que abarca la obra completa del poeta contiene los siguientes libros: Nuestros días mortales (1958), Contemporáneo del mundo (1962), Las condiciones de la época (1967), Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980), Violín Obligado (1884), Cabeza final (1991), Apuestas en lo oscuro (2000), ¿Hay alguien ahí? (2001), Un arte callado (2008).
Al final hay una serie de poemas que no fueron recogidos en ningún libro, sino que aparecieron en publicaciones como La Opinión Cultural, Ediciones culturales Argentinas, 1981 y en Diario de Poesía.
La Poesía Completa de Joaquín Giannuzzi es uno de esos libros que deben tenerse en la biblioteca para consultar, leer en el orden que indican las págias y estudiar si se es un crítico, o para leer por el placer de leer en el orden que se desee, para vagar por sus páginas como si se tratara de dar un paseo dejándose tentar por un título o un comienzo, para descubrir y redescubrir o para insistir en aquel poema que, a fuerza leer tantas veces, ya forma parte de nosotros mismos.