Todas las películas son hijas de su tiempo. Pero hay algunas que particularmente parecen dar cuenta del contexto socio-histórico de producción. En principio, El aroma del pasto recién cortado, la coproducción dirigida por Celina Murga que cuenta entre sus productores a Martin Scorsese, trabaja temas universales: la crisis de la mediana edad, los conflictos de los matrimonios duraderos, el peso de los hijos, las infidelidades, el dilema del deseo y la culpa, el poder masculino… Pero lo hace situado en espacios caros a la realidad política actual local. Es decir, no parece casual, que la ficción plantee fragilidades de personajes en un contexto universitario y o atravesados por el problema de la desocupación laboral.  En El aroma del pasto recién cortado, el prestigioso y popular actor Joaquín Furriel interpreta a Pablo, un profesor de la Facultad de Agronomía que debe lidiar con la rutina matrimonial, el despertar de nuevos deseos sensuales y con su esposa sin empleo.

-¿Cuáles son las razones que te hicieron elegir ese proyecto? 

-La primera razón era tener la posibilidad de trabajar con Celina Murga. Siempre me entusiasmó su cine. Ella crea películas con mucha atmósfera, con personajes que se narran dentro un contexto social. En El aroma del pasto recién cortado me interesó particularmente la manera en que se trabaja la masculinidad. Me vi reflejado en mi propio vínculo con la masculinidad: la masculinidad heredada, la aprehendida, la que se necesita para la sociedad en la que vivimos, la masculinidad argenta tan emocional y en combustión, que se refleja en espacios tales como el fútbol. Son tiempos en que empieza a vacilar y a resquebrajarse el prototipo del macho alfa y a cuestionarse profundamente el poder masculino. La película me interpeló como actor y como varón. Celina llegó a cuestionarme por qué en algunas escenas ponía la voz tan grave o caminaba de determinada manera. Me obligó a revisar mis gestos actorales propios de una masculinidad construida.

-¿Cómo describirías a la película en términos de género y tópicos principales?

-Es un thriller existencial, con personajes que llegan a un momento de sus vidas donde se cuestionan como maridos y esposas, como padres y madres, como profesionales. Y lo interesante es que, al ser contado alternativamente por un varón y una mujer, refleja que la sociedad hizo su trabajo en término de construcción de géneros. No es lo mismo que una docente mujer tenga una relación amorosa con un estudiante más joven a que un docente varón tenga una relación con una estudiante. No es lo mismo, dentro de un matrimonio que sea un varón o una mujer el que esté sin trabajo o que sea infiel. Toda está contado de una manera inteligente y sutil desde las decisiones de dirección, guion y edición. Mi personaje dialoga en espejo con el de Marina sin convertirse en algo formal. No se trata de que les pasa lo mismo a los dos, ni siquiera de cómo reaccionan frente a situaciones similares, sino de las maneras en que reacciona el entorno. La película no es simplemente feminista, no baja línea, ni te quiere llevar a ninguna postura. Es una película que trata con el mismo amor al hombre y a la mujer. Y hace atravesar a los personajes con temas propios de nuestra generación en relación con el género: hay muchas mujeres machistas y muchos hombres que se educaron y subjetivaron patriarcales y no pueden salir de ese rol, a veces privilegiado y a veces costoso, asignado socialmente. La película me ayudó a pensar de vincularme de manera menos tensa con mi propia masculinidad.

Foto: Ale López

-¿Cómo describirías a tu personaje?

-Pablo es un porteño de clase media. Tiene vocación por lo que hace, que es la docencia, aunque la edad lo incomoda, por la sensación de que el tiempo va pasando y no está logrando profesionalmente lo que quiere. Y también siente que su matrimonio está pasando un momento de crisis y no sabe si hay una luz del otro lado de la meseta. Es sensible y medio torpe. Se armó un mundo donde sentirse cómodo y cuando sale de mundo no sabe cómo manejarse. 

-¿Qué sensaciones te despertó el hecho de que, en el contexto actual, la película transcurra en el ámbito universitario?

-Lo mismo pasó con Puan. Me hizo pensar en la entrega y el compromiso que históricamente han tenido los docentes para hacer de la educación pública uno de los baluartes y orgullos que tiene Argentina. Por eso, es de una gran injusticia lo que está pasando en relación con negarle un presupuesto digno a las universidades. Atacar a la educación pública y al sector universitario resulta tan gravoso cómo atacar a las Madres de Plaza de Mayo. Los que tuvimos la posibilidad de tener una educación formal pública estamos eternamente agradecidos con la educación pública. Soy egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y no solo adquirí muchas de las herramientas actorales en esa institución, sino que me permitió desarrollarme profesionalmente en la Argentina y en muchos países. La película denuncia las complejidades con las que las y los docentes tienen que convivir y el hecho de que, con sus salarios, resulta dificultoso poder llegar a fin de mes.

-¿Qué reflexiones te merece la resistencia de la sociedad frente al “no hay plata” tampoco para las universidades públicas?

-Evidentemente, muchísima gente que votó al actual presidente formó parte de la marcha multitudinaria del 23 de abril pasado. Creo que mucha gente dentro de su gabinete se formó en la UBA y no creo que estén de acuerdo con las medidas de negación del presupuesto. Lo que se está haciendo con las universidades públicas no es solamente un gesto político, sino también un gesto estigmatizante. Me genera mucha esperanza el gran valor que una masividad de gente le otorga a la educación pública. No solamente gente que estuvo atravesada por la educación universitaria, sino también otra gente que no estuvo involucrada en esas instituciones y que, sin embargo, el tema no les resulta ajeno. Frecuentemente, nuestro país se caracteriza porque cada uno defiende su quinta, su reclamo sectorial, en el caso de la universidad pública lo conmovedor es que aunó luchas de diferentes sectores y clases sociales.

Foto: Ale López

-En momentos en que las políticas públicas ponen también en jaque al cine argentino. ¿Cuál te parece el valor de y la importancia de estrenar una película?

-El cine argentino es una de las herramientas culturales más poderosas que siempre tuvimos y que nos representa en muchos países, en festivales muy importantes. Con esta película estuvimos en Tribeca, ahora vamos a Biarritz y a San Sebastián. Vengo de filmar ocho meses una serie con todo el equipo de La Casa de Papel en España y es muy gratificante el valor que tienen por nuestro cine. Creo que hoy, además de ver una película que está buenísimo, nuestro cine también se transformó en un objeto político. Hoy estrenar una película es un acto político. Porque si no hay cultura, no hay identidad. Pero, además, de ser una herramienta política y cultural, el cine también es un espacio frecuentemente lucrativo. Corea del Sur es un ejemplo de ello. El Estado estimuló la ficción y organizó un cine mixto combinado con lo privado que dio lugar a una industria poderosísima, que ha ganado un Oscar, que posibilitó una serie como El juego del calamar que es la más vista de la historia de Netflix. Eso se llevó a cabo gracias a políticas culturales del Estado. Yo tengo sensaciones encontradas con el contexto que conviven con una gran esperanza. Creo que todo esto que nos está pasando es un poco el fin de todo: de décadas donde hubo discusiones que no se presentaron y que ahora abruptamente están puestas sobre la mesa. El cambio cultural que se propone actualmente produce un fuerte impacto incluso sobre las nuevas generaciones. De este disenso, se va puede armar un consenso y una comunidad muy saludable. Por otro lado, lo que estamos viviendo es un signo de los tiempos, no somos muy originales. Yo vengo de estar ocho meses en España y los políticos están matándose permanentemente. El PPP y VOX parecen disputar quien es más retrógrado o represivo. Lo que se viene me resulta esperanzador, respecto de una nueva generación que se anime al disenso y no se encierre en discursos encriptados. Es lo que hacemos cuando hacemos una película. Nos juntamos personas de diferentes lugares, con subjetividades diferentes y nos juntamos en un set para contar una historia y de repente estamos filmando. Es algo mágico ese encuentro que redunda en que estamos haciendo una película. «


El aroma del pasto recién cortado

Dirección: Celina Murga. Guión: Juan Villegas, Lucía Osorio y Celina Murga. Con Joaquín Furriel, Marina de Tavira, Alfonso Tort, Romina Peluffo, Emanuel Parga, Verónica Geréz. En cines.

El amor, las clases sociales, los olores

En la película el aroma a pasto recién cortado es metáfora de novedad, de algo que nace, de placer, de sensualidad, de concupiscencia, de recuerdos. El sociólogo Georg Simmel creía que el olfato es uno de los mejores sentidos que dan cuenta de la distancia social y por eso escribió una frase destinada a hacerse célebre: “La cuestión social es también una cuestión nasal”.

-En ese sentido, ¿cuáles son los aromas que te remiten al amor, te inspiran sensaciones o evocaciones placenteras e incluso de clase social?

-El amor es un misterio, una hoja de ruta enigmática y cada encuentro amoroso parece tener sus propios olores como tiene su propia musicalidad. Creo que el olfato es, sin lugar a duda, el sentido más profundo que tenemos, el que nos lleva directo a zonas íntimas a las cuales a los otros sentidos les es imposible llegar o es muy difícil que lleguen. El olor a canela me conmueve, me remite a desayunos y meriendas infantiles. El aroma de los tilos evoca la cuadra en la que yo vivía cuando era chico. Me gusta el olor a tierra seca, más cercana a mi infancia. Yo iba mucho al campo, a Cañuelas, junto a una familia amiga y, de ese tiempo. evoco el clima de verano seco. Un recuerdo recurrente es el de los domingos después de que mi viejo cortara el pasto del jardín. Por lo tanto, también me gusta el aroma a pasto recién cortado. A propósito de la clase social, de épocas de Estados más benefactores, también el asado despide un aroma con evocaciones de clase social y de tiempos mejores. Por ello, el título de la película me resulta particularmente muy interesante. No es literal, tiene metáfora justamente en estos tiempos donde hay tanta falta de metáfora.