La madrugada del pasado 8 de abril, el techo de la emblemática discoteca Jet Set se desplomó, silenciando risas, música y sueños. Entre escombros y lágrimas, 221 almas se elevaron, dejando tras de sí un vacío que resuena en cada rincón del país caribeño y en buena parte del mundo, produciendo el más grande golpe a una nación y un duelo colectivo que aún busca consuelo en el eco de la tragedia que más ha impactado a esa media isla.
El silencio se apoderó de las calles de la capital, Santo Domingo, y donde antes resonaban los ritmos de la alegría, a música se apagó, y en su lugar, el llanto, el dolor, la desesperación, se convirtieron en la banda sonora de un país sumido en la tristeza. Jet Set, el lugar donde se tejían sueños y se celebraba la vida, se convirtió en un símbolo de la fragilidad humana, un recordatorio de que la felicidad puede desvanecerse en un instante.
Los centros hospitalarios,las puertas del Instituto de Patología Forense, se convirtieron en un umbral entre la esperanza y la desesperación. Familias enteras, con el rostro marcado por la incertidumbre, aguardaban por sus seres queridos, mientras en el lugar de la tragedia se convertía una herida abierta en el tejido social dominicano. «Es mi hijo, mi hermano, mi amigo… un pedazo de mí», repetían las voces quebradas, mientras el número de cuerpos sin identificar y personas gravemente heridas eran rescatadas de los escombros, alimentando la angustia, la impotencia y sobrecogimiento se apoderaba de toda una nación.

Pero la tragediadel Jet Set no conoció límites geográficos. Entre las víctimas, ciudadanos de Francia, Venezuela, Haití e Italia se sumaron al dolor dominicano, tejiendo una red de luto internacional. La pérdida de esas vidas destacó que la tragedia no era solo de la República Dominicana, sino de la humanidad. El dolor no entiende de fronteras, y en la tragedia de Jet Set, el mundo entero se unió en un abrazo de solidaridad.
El municipio de Haina, cuna del merenguero Ruby Pérez, llora las 28 vidas arrancadas de su tierra, incluyendo la del propio artista, cuya música llenaba de alegría las noches de Jet Set. El silencio se apoderó de sus calles, donde antes resonaban los ritmos del renombrado artista, y el dolor se convirtió en un lazo que une a cada habitante en un duelo compartido.
El pueblo de Haina se convirtió en un velorio gigante. Cada casa, cada calle, cada rincón recordaba a los que ya no estaban. Las lágrimas se mezclaban con los recuerdos, y la música de Ruby Pérez se convirtió en un himno de dolor y esperanza.
En medio del caos, la solidaridad internacional se alzó como un faro de esperanza. Equipos de rescate de Puerto Rico e Israel llegaron a Santo Domingo, uniendo fuerzas con los dominicanos en la búsqueda de vida entre los escombros. Ese apoyo, fue un respiro, en medio de la atmósfera de dolor que se respiraba. Los rescatistas trabajaron incansablemente, desafiando el cansancio y la desesperación, con la esperanza de encontrar un milagro.
La colaboración internacional demostró que, en momentos de tragedia, la humanidad se une para brindar apoyo y esperanza. Cada rescatista, cada voluntario, cada persona que ofreció su ayuda, se convirtió en un símbolo de la solidaridad que trasciende fronteras, en tanto los dominicanos y dominicanas acudían en masa al llamado de donar sangres, un gesto que puso de manifiesto el altruismo de una nación entera.
Ahora, cuando el polvo se asienta, la República Dominicana se enfrenta a un desafío aún mayor: la reconstrucción emocional. El duelo colectivo exige respuestas, justicia y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con la seguridad. Las autoridades se comprometen a investigar a fondo las causas del derrumbe, a brindar apoyo psicológico a las familias y a revisar los protocolos de seguridad en cada espacio público.

La reconstrucción no será fácil, el dolor tardará en sanar, y las heridas tardarán en cicatrizar, pero la República Dominicana se levantará, más fuerte y unida, con la memoria de sus muertos como guía y la esperanza de un futuro más seguro. El legado de Jet Set será un legado de memoria, de justicia y de esperanza, un legado que inspire a construir un país donde la seguridad sea una prioridad y la vida sea siempre celebrada.
Jet Set se ha convertido en un símbolo de la fragilidad de la vida y la necesidad de protegerla, un recordatorio de que cada risa, cada baile, cada noche compartida es un tesoro invaluable. La República Dominicana llora, pero también se une en un abrazo colectivo, honrando la memoria de quienes se fueron, de quienes en su dolorosa partida nos invitan a construir un futuro donde la seguridad y la vida sean siempre la prioridad.