Politólogo y escritor uruguayo, docente de la Universidad de la República, autor de varios libros de investigación relacionados con el sistema político y los DD HH (La era progresista; Al centro y adentro; Vivos los llevaron; El partido socialista del Uruguay desde sus orígenes hasta nuestros días). Jaime Yaffé es un profundo conocedor de la realidad imperante en el otro lado del charco.
–La economía y la política de Uruguay están consolidadas. Lo admiten propios y extraños. Aun así el oficialismo perdería las elecciones.
–Uruguay pudo salir de la pandemia y la sequía. No está mal en economía. Pero otros temas como la seguridad y la corrupción, perjudicaron al gobierno. El Frente Amplio, por lo pronto, en casi todas las encuestas está muy por arriba de su situación a la misma altura de la campaña de 2019. Con grandes chances de alcanzar una mayoría parlamentaria. Más difícil está la presidencial en primera vuelta, pero quedaría en posición muy cómoda para segunda vuelta. Sumando muy poco más de apoyo conquistaría la presidencia.
–¿Qué factores produjeron esa recuperación del FA?
–En 2019 perdió el 10% del electorado nacional después de tres períodos (2005, 2009, 2014) seguidos de gobierno y con una economía que estaba decreciendo su nivel de crecimiento, y con una situación de preocupación pública por los temas de seguridad, bastante marcado. Lo que estaría pasando ahora es que a pesar de que el gobierno enfrenta una situación bastante favorable desde el punto de vista de la evaluación de su gestión y el contexto económico, lo que termina incidiendo más fuertemente en las decisiones de voto de la gente, ese 10% que estaría volviendo a apoyarlo, es que no ha logrado resolver algunos problemas que había prometido. Básicamente, la seguridad pública: tuvo ciertos éxitos como el descenso de las rapiñas, pero los homicidios se han disparado muy fuertemente. La inseguridad sigue presente. En cinco años, este gobierno no logró resolverla.
–¿El tema de la corrupción?
–Quedaron apuntadas figuras públicas del gobierno que también han afectado su imagen. El principal senador (Gustavo Penadés) de uno de los grupos más importantes que lo apoyaba en el Parlamento fue procesado por abuso de menores. Un jefe de la custodia presidencial (Alejandro Astesiano) estuvo preso por liderar una red de falsificación de pasaportes. Un narcotraficante uruguayo (Sebastián Marset) tenía un pasaporte uruguayo que le permitió salir de una cárcel en Dubai y fugarse de la justicia… Son episodios que han manchado la imagen pública y la reputación del gobierno. Aunque mantenga el electorado duro.
–Los grandes partidos mantienen esa base muy bien. Eso manifiesta cierta madurez política. La gente no se lleva sólo por el bolsillo.
–No, claro, Uruguay se caracteriza por una gran estabilidad en las adhesiones partidarias, lo que se traduce en una estabilidad electoral bastante importante. Hay un 40% de la ciudadanía que apoya al Frente y eso no se ve modificado por cuál sea la situación general del país. Hay otro 40% que apoya los distintos partidos que integran la coalición de gobierno. En ambos casos tienen una identificación tan grande que su decisión de voto no se afecta por la coyuntura. Queda en el medio un 20% que va para un lado o para el otro. O menos si se considera el voto en blanco o anulando. La elección se define en un porcentaje bastante reducido, en un marco de estabilidad fuerte.
–¿Eso reduce las posibilidades de un cambio sustancial ante una eventual victoria del Frente?
–Así como no hubo un cambio radical cuando llegó el gobierno de Lacalle, no es previsible que lo haya, de ninguna manera, si gana el Frente. Van a haber ajustes, cambios moderados, pero nada que pueda considerarse refundacional. Uno de los temas del debate público del último año y que se metió en la campaña es la reforma de la Seguridad Social que aprobó este gobierno: es muy probable que el Frente haga algunos ajustes, pero no que tire abajo toda la reforma. Lo mismo puede decirse en otras áreas. Tampoco es que este gobierno hizo tantos cambios no como para decir que ahora viene el FA y necesite echar todo para atrás. Lacalle tuvo un cambio de orientación, en general más favorable al sector privado de la economía, y cierta desatención de políticas sociales que había enfatizado mucho el gobierno de Tabaré, que probablemente sean relanzadas por el FA. Creo que será predominantemente un gobierno de continuidad y moderación.
–Esto hace menos dramática la elección. No suele pasar en otros países de la región y causa envidia ante el clima de escándalos permanentes que impera en Argentina.
–Es una situación completamente diferente. Las alternativas de la ciudadanía se dirimen entre actores ya conocidos. Eso nos hace más previsibles. No hay un grado de polarización tan fuerte.
–Se vio en esta campaña esta campaña. Salvo algunos episodios sobre el final, fue una de las más tranquilas del último tiempo.
–Una campaña fría, demasiado fría. Tiene que ver también con que va cambiando la forma de hacer política, cada vez se mediatiza más, cada vez se apela menos a la movilización callejera y también hay menos predisposición de los sectores más activos en política a realizar actividades de militancia. Redunda en que las campañas cada vez más se transitan por los espacios de comunicación. Ya sean los tradicionales como los nuevos que tienen que ver con Internet. Sumale a eso que la gente está cada vez menos predispuesta a dar su tiempo libre para la acción política…
–De todos modos, los dos actos de cierre fueron masivos.
–Sí, en los últimos días se vio un nivel de movilización importante. Cartelería, las banderas que se ven en las calles. Los actos de cierre de campaña que se hicieron el martes, el del Partido Nacional y el del Frente fueron grandes y masivos, los únicos que ha habido.
–¿Cómo verías la relación entre Argentina y Uruguay, ante un eventual triunfo de Orsi? Ya la relación entre Lacalle y Milei no es la mejor.
-Si dependiera de la voluntad del gobierno uruguayo serían relaciones absolutamente normales. En ese sentido el FA siempre fue pragmático para priorizar los intereses de política exterior del Uruguay por encima del signo de ideológico de los gobiernos con los cuales se relaciona. Milei, en materia política exterior, ha sido muy caprichoso y se ha manejado mucho con sus preferencias ideológicas y personales. No sé qué actitud tendría hacia el Frente, si la actitud confrontativa que tiene hacia el PT de Brasil… Si usa a Uruguay para mostrar su talante de adalid de la nueva derecha internacional y quiere confrontar como lo hizo con Pedro Sánchez o con Lula, las relaciones serán malas. Pero no sería ningún caso el resultado de las acciones del gobierno uruguayo. «
Plebiscitos con final incierto
El primer logro de la PIT-CNT fue una recolección de firmas que impusiera el plebiscito. La razón, que se retrotraiga la reforma judicial de este gobierno. La central obrera uruguaya, con el fuerte apoyo de un sector importante del Frente, incluso con diversa adhesión de los candidatos, propone votar –a la par de presidenciales y legislativas- que haya una marcha atrás y se vuelva de los 65 a los 60 años, se equipare la jubilación mínima al salario mínimo y se elimina los fondos privados de pensión (las AFAP uruguayas). Más allá del debate en la propia izquierda, la derecha montó sus cañones con el argumento del «profundo impacto económico» que tendría el plebiscito si se aprueba. Los pronósticos sobre la aprobación o no son variables.
El otro plebiscito se trata de allanamientos nocturnos. Busca modificar un artículo de la Constitución que actualmente los autoriza durante el día, previa orden judicial. La creciente ola de inseguridad permite aventurar que en este caso será aprobado.