Corría 1975. El sur europeo estaba verdaderamente convulsionado por la caída de varios regímenes dictatoriales. En abril de 1974 se había derrumbado el “salazarista” de Portugal y la Revolución de los Claveles apuntaba cambios profundos. En julio siguiente lo hacia la dictadura de los Coroneles en Grecia. Y en diciembre el pueblo griego decidió en un referéndum acabar con la monarquía y proclamar la república.
En España, con una protesta social en plena ebullición y la respuesta represiva por parte del régimen de Francisco Franco, la salud del dictador seguía degradándose hasta el anuncio oficial de su muerte el 20 de noviembre. Pasó casi medio siglo; es más, el actual gobierno español levanta la consigna: “España en Libertad. 50 años”. Para analizar los efectos políticos y sociales de esa muerte, Tiempo entrevistó a un viejo conocido, Jaime Pastor, avezado analista político valenciano, sociólogo y miembro de la prestigiosa revista de la organización Anticapitalista del Estado Español.
–¿Cuál era el escenario político y social que se vivía en España y el sur europeo?
–Un contexto internacional cambiante. A la caída de las dictaduras griega y portuguesa, se contraponía un acontecimiento opuesto relevante como fue el sangriento golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende en septiembre del 73 en Chile. Se podría definir la situación como un verdadero punto de inflexión. Se vivía una ola de radicalización y de protagonismo obrero en muchos países, de lo que se diera en llamar «los largos años 68». Cuestionando los límites del Estado de Bienestar se quería ir más allá, pero por otro lado se iniciaba una suerte de contragolpe con los sucesos de Chile. En Portugal también, en noviembre del 75, se había habido un intento de dar un vuelco a la situación nacida en la Revolución de los Claveles.
–Había también una crisis económica.
-Sí, se iniciaba la crisis energética, empezaban a despuntar algunos discursos protoliberales. Recordemos el famoso informe de la Trilateral en el 1975. En ese contexto en el Estado Español se daba un progresivo reforzamiento de la oposición política y social, con el protagonismo del movimiento obrero. Con un movimiento vecinal muy potente, que había emergido del proceso industrial acelerado, desde los ’60 creciendo una nueva clase obrera, que estaba en la periferia de las grandes ciudades. Luchaba por los derechos a la vivienda, la sanidad, transporte público y todo eso en un marco represivo. Luchas que tenían una dimensión política muy potente: la agonía y la muerte del dictador fue un estímulo para ir más allá. El 76 fue el año de mayor número de huelgas desde los lejanos años de la República. Y se puso a prueba el camino de la ruptura con el régimen o una simple reforma, producto de la incidencia de distintos sectores, que pensaban que una vez muerto Franco, no había posibilidades de continuidad de la dictadura.
–¿Se avizoraban fisuras en el régimen en favor de una transición controlada?
–Al hablar de corrientes dentro del régimen, había un sector de la burguesía, que renovando la clase dominante se fue consolidado con la industrialización del país y con el sector del turismo. Su horizonte era la integración en la Comunidad Económica Europea y debían generar una suerte de democracia. Comenzó a visualizarse diferencias entre los ultras (más vinculados al ejército, a la seguridad del Estado, a los sectores más identificados con el Régimen), los evolucionistas, tecnócratas y reformistas franquistas, como Adolfo Suárez, que sería el primer ministro desde junio de 1976.
–Buscaban una transición controlada.
-El modelo era el de una democracia a la turca. Una suerte de democracia limitada, o una especie de democracia cristiana a la alemana. Pero sólo cuando fracasa el intento de continuismo por medio del gobierno de Carlos Arias Navarro, “el carnicero de Málaga” por la represión que había implementado durante y después de la Guerra Civil. Justamente el fracaso de este intento continuista, se da por la irrupción de fuertes movilizaciones de trabajadores en la ciudad vasca de Vitoria. Caen en la cuenta que inician una reforma del régimen o habría cierta de una radicalización de la resistencia. En ese marco el papel de Juan Carlos I sigue siendo muy discutido: fue designado sucesor por el mismo Franco. Y dos días después de su muerte toma posesión de la jefatura del Estado sobre los principios básicos del Movimiento. Se nos ha impedido conocer todo lo que se intentó hacer en esos años claves.
–¿A partir de la reforma política se destraba el camino a la transición?
–Durante todo el 76, las movilizaciones fueron in crescendo, y se veía imprescindible neutralizar al principal partido de la oposición, el partido comunista conducido por Santiago Carrillo. Todo atravesado por el devenir de la tendencia eurocomunista nacida en Italia por el dirigente del PCI italiano, Enrico Beringuer, y el llamado Compromiso Histórico, con su nueva política de moderación tras la derrota del gobierno de Allende. En el caso español, la reforma política consiguió su objetivo de neutralizar no sólo al PC, sino a la corriente sindical de mayor crecimiento y combatividad, las Comisiones Obreras. Así se dio una carrera contra el tiempo en una proceso de negociación. Al producirse la legalización del PC, se sella una suerte de Compromiso Histórico que permitió el inicio de una transición controlada.
-Ese acuerdo de gobernabilidad benefició al PS0E.
–Cuando llegaron las elecciones de junio del 77 y las municipales del 79 se da un proceso de crecimiento del partido socialista convirtiéndose, a pesar del diagnóstico de Santiago Carrillo, en el principal partido de la oposición. Este acuerdo si bien le permitió su legalización, lo llevó a no cuestionar la monarquía, con la posterior ley de Amnistía al aparato represivo de la Dictadura con lo que se constituiría el Pacto del Olvido de los crímenes del Franquismo. En síntesis, lo que se instaura es una reforma pactada, entre determinadas fuerzas de la izquierda reformista y la fracción reformista del régimen encarnada en Adolfo Suárez. La reconciliación nacional, sin arrepentimiento, donde cientos de represores quedaron impunes. Y es lo que fuimos pagando después. Los acontecimientos del 23/F de 1981 con el intento de golpe de Tejero son toda una prueba de las consecuencias del Pacto de Impunidad.
–¿Tras la muerte de Franco, el PC terminó socialdemocratizándose y el PSOE dio el giro al socioliberalismo?
-Efectivamente, el PC se diferenció de la izquierda radical, acordando con el Pacto de Gobernabilidad. Por su parte, el PSOE, desde su triunfo en las elecciones generales de octubre de 1982 al 1986, fue moderando su política, tanto interna como en el plano internacional, con el abrupto cambio del «No a la OTAN» y su posterior, posición a favor de la integración de España en la Alianza Atlántica. Si bien en sus primeros años universalizó temas como la salud y la educación, en 2016, con el proceso de desindustrialización dictado por la UE fue adhiriendo a la propuesta de la división internacional del trabajo, con sus consecuencias en el crecimiento del paro y la precarización laboral. En un claro proceso de social-liberalización. Recordar estos indicadores económicos y sociales, permiten comprender el resurgimiento de la extrema derecha a cinco décadas de la muerte del dictador. «