Finalmente, tras las amenazas y las declaraciones altisonantes, la sangre no llegó al río. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el jefe del Gobierno italiano, Giuseppe Conte, dejaron atrás la crisis diplomática desatada por la negativa de Italia de acoger a más de 600 migrantes y anunciaron que coinciden en la necesidad de una reforma migratoria para frenar la constante llegada de refugiados y migrantes a través del Mediterráneo.
«El entendimiento con Macron es perfecto. El mero hecho de que esté yo aquí es la mejor respuesta», sentenció Conte en un intento por disipar cualquier duda sobre el fin de la crisis bilateral que desató el rescate del “Aquarius”.
La crisis comenzó cuando el fin de semana pasado 629 refugiados y migrantes fueron rescatados en el Mediterráneo cerca de las costas de Libia cuando intentaban llegar de manera clandestina al sur de Italia.
En vez de ser trasladados a un puerto italiano, como era lo usual, Roma se los prohibió y quedaron varados en un barco de una ONG hasta que el nuevo gobierno socialista de España les permitió atracar en Valencia.
En medio de esos momentos de tensión, Macron criticó el «cinismo» e «irresponsabilidad» del flamante gobierno italiano, integrado por el antisistema Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte, el principal partido de extrema derecha del país. Roma le contestó exigiendo una disculpa.
Parecía que la cumbre de París iba a fracasar, pero finalmente Conte decidió viajar y buscar puntos comunes.
«Deseo profundamente que en los próximos días, las próximas semanas y los próximos meses Francia e Italia trabajen mano a mano para proponer soluciones europeas junto a Alemania y España», aseguró Macron y le agradeció la visita. Conte fue aún más lejos y propuso la creación de centros europeos en los países de origen y de tránsito en los que se pueda identificar a los candidatos al estatus de refugiado y expulsar a los demás.
Pero el hecho más trascendente que ocurrió por esos días y que no tuvo los fuegos de artificio de la polémica entre los dos países, fue la creación de un “eje de voluntarios” por parte de los ministros del Interior de Italia, Matteo Salvini, de Austria, Sebastian Kurz, y de Alemania, el ultraconservador Horst Seehofer, halcones respecto de la cuestión migratoria.
Para la canciller alemana Angela Merkel, ya criticada en su país por su política de asilo considerada demasiado generosa, este anuncio constituye un duro golpe en plena pulseada con su ministro del Interior (ver aparte).
Este eje, un término que forzosamente recuerda la alianza fascista en la Segunda Guerra Mundial, reunirá concretamente a Salvini y Kickl, ambos de ultraderecha, con su homólogo alemán. «Me alegra la buena cooperación que queremos construir entre Roma, Viena y Berlín», declaró Kurz, mostrando su complicidad con Seehofer. «Creo que es importante no esperar a la catástrofe, como en 2015, y actuar a tiempo», añadió.
Kurz hacía referencia al flujo migratorio de 2015, cuando centenares de miles de solicitantes de asilo atravesaron Europa a pie. Entonces, Merkel y su colega austriaco de la época abrieron las puertas de sus países a aquellos migrantes, en su mayoría originarios de Siria, Irak y Afganistán.
Sebastian Kurz, de 31 años, asumió la cancillería a fines de 2017 en Austria, aliándose con la extrema derecha y presentando un proyecto particularmente antiinmigración, su caballo de batalla electoral. Su principal objetivo es avanzar en la protección de las fronteras exteriores de la Unión Europea y comparte la idea de crear centros de acogida de migrantes fuera de la UE. «
Un ministro molesto para Merkel
Para la canciller alemana Angela Merkel, ya criticada en su país por su política de asilo considerada demasiado generosa, el anuncio de los ministros italiano, austríaco y alemán del Interior de que constituirán «un eje de voluntarios» para enfrentar la inmigración clandestina, constituye un duro golpe en plena pulseada con su subalterno, el bávaro ultraconservador Horst Seehofer.
Hacia el fin de semana, el gobierno alemán buscó contrarrestar temores sobre su posible fractura ante el desafío del líder de la conservadora Unión Socialcristiana de Baviera de llevar adelante en solitario una restrictiva reforma de la política migratoria que rechaza la líder alemana.
El vocero de Merkel, dijo que la jefa de gobierno «confía» en Seehofer, y que el desacuerdo se centra sólo en uno de los 63 puntos del plan maestro del ministro para contener la inmigración. Las declaraciones del portavoz se conocieron al día siguiente de que la alianza evidenciara sus diferentes posiciones en relación con el plan del ministro.