En lo que sin dudas puede interpretarse como una nueva gira de alineamiento internacional, el presidente Javier Milei anunció ni bien pisar el aeropuerto Ben Gurión, en Tel Aviv, que trasladará la embajada argentina a Jerusalén y volvió a manifestar su “apoyo al pueblo de Israel” contra los ”terroristas” de Hamás.
Mientras todavía resuenan los ecos del dictamen de la Corte Internacional de Justicia de la ONU que “recomienda” al gobierno de Benjamin Netanyahu “prevenir la comisión de un genocidio en Gaza”, la forma menos irritante que encontró el tribunal de La Haya para responder a la demanda iniciada por Sudáfrica en relacion a la masacre contra los palestinos luego de los ataques del grupo islamista del 7 de octubre pasado, el mandatario argentino se mete de lleno en un conflicto en el que no es arte ni parte.
La posición de Hamás, que gobierna en la Franja de Gaza desde 2007, no se hizo esperar: «es una vulneración de los derechos de nuestro pueblo palestino a su tierra, y una violación de las normas del derecho internacional, considerando Jerusalén como tierra palestina ocupada».
Milei viajó con una reducidísima comitiva que incluyó a su hermana Karina, a la canciller Diana Mondino y al rabino Axel Wahnish, a la sazón el embajador designado por su gobierno en ese país. Fue en un vuelo de línea de ITA Airways, la empresa de bandera creada en 2020 sobre las cenizas de la quebrada Alitalia. Un gesto quizás de delicadeza, porque la segunda etapa de esta minigira incluye Italia, donde ya tiene entrevista con la presidenta del consejo de Ministros, Giorgia Meloni, y con el Papa Francisco.
En Tel Aviv, Milei fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz y luego se trasladó al Hotel King David, donde el 22 de julio de 1946 un atentado cometido por Irgún Tzvaí Leumí, la organización terrorista sionista de la que formó parte Menájem Beguín, quien sería primer ministro israelí entre 1977 y 1983. En aquel ataque al edificio donde se alojaba la Comandancia Militar del Mandato Británico -que gobernó Palestina hasta la declaración de la ONU creando los estados de Israel y de Palestina, en 1948- murieron 92 personas.
Luego de esa escala “técnica” Milei fue al Muro de los Lamentos, donde se emocionó hasta las lágrimas junto al rabino Wahnish, con quien se abrazó largos minutos. La sede diplomática argentina está ubicada en Herzliya, cerca de Tel Aviv, donde se ubican la gran mayoría de representaciones diplomáticas. Argentina reconoció al estado palestino en 2010, como el resto de los países del Mercosur. En total, es reconocido por 130 países del mundo, salvo el Reino Unido, Estados Unidos e Israel.
Precisamente el presidente Donald Trump anunció el 2018 el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén, en una movida que causó rechazo internacional. Solo siguieron su “ejemplo” Guatemala, Honduras y Paraguay, aunque luego hubo una marcha atrás. En rigor de verdad, el Congreso ya había aprobado en 1995 la Ley de la Embajada en Jerusalén, que nunca había entrado en vigencia.
De esa demora a la que catalogó de “hipócrita”, se tomó Trump para jugar su partida en el intento de reformular las fallidas políticas estadounidenses para la región a su manera. Políticas que ahora trae a colación para asegurar que en caso de ganar la elección en noviembre llevará la paz definitiva a esa parte convulsionada del mundo desde hace más de siete décadas.
La movida de Milei no parece tener detrás otra estrategia que unirse de manera carnal a la hegemonía de Estados Unidos, y especialmente a Trump, con quien seguramente hará mejores migas que con la administración de Joe Biden. De allí que coordinó una visita al Quirinale para ver a Meloni, con quien comparte ese mismo proyecto ultraconservador.
La entrevista con el argentino Jorge Bergoglio tiene otros condimentos: luego de haberlo llamado “representante del maligno” y de haber denostado su postura social, ahora intenta un acercamiento para no mantener tantos frentes abiertos. Pero en un gesto de desafío, antes fue por Israel y vuelve a afirmar su deseo de convertirse al judaísmo. Cree que uno de los pasos es conmoverse en el Muro de los Lamentos y jurar fidelidad ciega a las decisiones del gobierno ultraderechista de Netanyahu.