Como parte de un constante andar que comenzó en los años ochenta, la actividad de una de las cantantes más celebradas de esa década jamás se detuvo, algo que por estos días continúa de manera inalterable. Isabel de Sebastián, la cantante de Metrópoli (el grupo que por aquellos años nació de sus ideas y las del recordado Ulises Butrón), está de vuelta en el mundo de la música.
Corazonada es el nombre de su nuevo álbum (grabado entre Buenos Aires y Nueva York, esta última la ciudad donde vive desde hace años) y está compuesto por nueve canciones de las cuales cinco llevan su firma, mientras que el resto pertenecen a artistas como Daniel Melingo, Leonard Cohen, Federico García Lorca, Celeste Torre y su hijo, David Telson, entre otros.
Escucharla hablar a la distancia es hacerlo entre muchos tópicos que se mezclan. Claro está que su música es la que nos convoca, pero resulta imposible que en la entrevista las consecuencias de la pandemia que azota a Estados Unidos y el atroz asesinato de George Floyd no aparezcan mencionados como parte de sus observaciones sobre la dinámica del país en el que vive, y que hoy por hoy transita un estado de profunda crisis social.
Corazonada ya puede escucharse en las principales plataformas musicales, algo que entusiasma particularmente a su creadora: “La previa del lanzamiento de este disco es medio rara por todo lo que está sucediendo en el mundo. Llevo muchas semanas en confinamiento, pero es una gran alegría poder ofrecer este contenido porque siento que es un disco que tiene algo para dar. Nunca tuve la necesidad de sacar un álbum por año, pero cuando aparecen las canciones, aparecen. Hay una frase que dice ‘al poeta se lo juzga por una poesía’, así que espero que eso sea cierto (risas) y se me juzgue más por la calidad de alguna u otra canción que por la cantidad de registros que tengo grabados”, dice De Sebastián desde Brooklyn, en pleno corazón de Nueva York.
–Pasaron siete años sin escucharte con un nuevo disco. ¿Qué te motivó concretamente para esta entrega?
–No hubo un génesis ni creo que estas nuevas canciones sean parte de un inicio concreto, sino de algunas ideas que siempre están dando vueltas y que de pronto comenzaron a materializarse. No hay un renacimiento porque el proceso creativo nunca para, es también un proceso de enriquecimiento constante que se liga con otras cosas que ya estaban. Soy bastante lenta en esto de hacer discos, fundamentalmente porque necesito que cada canción diga lo que quiero que diga. Soy bastante obsesiva también y puedo hacer muchas versiones de un tema hasta estar contenta con lo hecho. Las canciones a veces llegan de una manera completa y en otras es más parecido a una escultura: hay que ir sacando capa tras capa.
–Los músicos siempre buscan desmarcarse de su propia obra. ¿Buscabas algo especial para este nuevo pack de canciones?
–La dirección a tomar artísticamente ya se había marcado en el anterior disco mío de 2013. Digo esto en el sentido de haberme permitido jugar de manera absoluta con distintas músicas, instrumentos y atreverme a poner una canción muy lírica de Spinetta al lado de una cumbia peruana. Creo que hubo bastante permiso para esa combinación que yo defino como colores que se mezclan, por eso creo que este disco es más maduro y creo que logro una síntesis entre dos mundos como el anglo y la influencia de la música negra de Estados Unidos por un lado, y por el otro la música latinoamericana y la de Argentina. Este es un disco que tiene milongas, algo que me da mucho placer porque se trata de un rompecabezas del que vas encontrando las piezas y las vas uniendo. A esos dos mundos me refiero, porque vivo en Estados Unidos, pero paso mucho tiempo en la Argentina y sigo perteneciendo a nuestro país completamente, aunque no viva allí.
–En el álbum hay textos de Daniel Melingo que conviven con otros de Federico García Lorca y Leonard Cohen, entre otros. ¿Cómo llegaste a esa heterogeneidad?
–Cada una de las canciones que no compuse tiene una historia distinta, y eso fue lo que me terminó gustando. Una vez Daniel Melingo me llamó para que cante su canción “Anda” en un álbum de versiones que hicimos muchos artistas. Y como el tema en cuestión me gustó mucho terminé por hacer mi propia versión. Lo mismo me pasó con el tema de Leonard Cohen, tomando a Federico García Lorca, pero también con las otras. Son todas canciones especiales.
–El nombre del disco puede tener muchas lecturas. ¿Cuál es la manera correcta de interpretar a la corazonada que menciona el álbum?
–Yo defino a la corazonada como ese instante vital que nos lleva a tomar un camino. Creo que no se trata de una cosa caprichosa o algo del momento, sino que se trata de un impulso que está formado por toda la riqueza de nuestra vida, y por eso el disco se llama de esta forma. Creo que también es una palabra que va muy bien con estos tiempos en los que tenemos que dar aliento, acompañar, hay que dar.
–Hablando de estos tiempos, vivís en Nueva York. Es inevitable preguntarte cómo transcurren tus días entre el coronavirus en la ciudad del mundo que experimenta más contagios.
–Los primeros tiempos fueron bien difíciles, porque sólo veíamos subir todos los días la cantidad de muertos y era probable que al ir a comprar a un negocio estuvieras poniendo en riesgo tu vida. La velocidad del contagio era vertiginosa, y era muy difícil pedir alimentos a domicilio porque habían colapsado los sistemas de entrega. Hoy siento que la apertura de la economía y el tema del brutal asesinato de George Floyd a manos de la policía hizo que la pandemia quede en el pasado lejano, por eso temo que se reproduzcan los contagios. Mucha gente no se cuida. Uno de los motivos de la cantidad de muertos –que hoy rozan los 115.000– es la fragilidad de una población que evita ir al médico porque es indocumentada o por los costos.
–Hablando del asesinato de George Floyd, Estados Unidos parece haber despertado socialmente.
–De los disturbios que se dieron el primer día me di cuenta por las sirenas. Hubo una hora en la cual pensé que lo que escuchaba eran tiros a ambos lados de mi casa. Resultaron ser bombas de estruendo, pero recién me enteré al día siguiente. Cuando hay violencia siempre hay angustia y dolor. El caos de los primeros días derivó en pacíficos ríos de gente de todas las razas. Es muy emocionante ver que, de alguna manera, los manifestantes, en paz, vienen ganando la partida. Pareciera que la mayoría de los habitantes quiere que haya un cambio profundo en cuanto al racismo y a la violencia policial. La reflexión es simple: hay que buscar que la sociedad sea más justa. El racismo está mal, tamaña brecha económica creciente está mal, es un estado de cosas no sólo inmoral sino inviable. Las ollas a presión terminan explotando.
–Y en todo ese clima la figura de Donald Trump le pone más temperatura a situación.
–Trump se ha revelado como un incompetente tanto en el caso del coronavirus como en el del estallido social. Por un lado ha confundido a la población con declaraciones delirantes, por el otro incita a la violencia. En ambos casos ha demostrado una total falta de empatía. He llegado a un total nivel de saturación con Trump. Cada día hay una nueva muestra de que se puede caer más bajo, como cuando en estos días reprodujo en Twitter un post sobre una teoría conspirativa que alegaba que un pacífico hombre de 75 años que fue empujado y herido por la policía –imagen que fue reproducida en todos los medios– era un «agitador extremista». El presidente sugirió que la caída era «a propósito», porque no correspondía al golpe… Ni los republicanos escapan a la vergüenza nacional que este tipo de mentiras horribles produce. Por suerte, Trump va cayendo en las encuestas, lo que me alivia un poco. Es un charlatán con ínfulas de rey, pero está cada vez más expuesto: su impulsividad y su naturaleza violenta son características terribles para un presidente. Me parece que los acontecimientos de los últimos meses parecen haberle abierto los ojos a muchos que estaban mirando para otro lado. Hoy somos miles los que miramos con esperanza la foto de Floyd, ese hombre simple cuya muerte le movió los cimientos al país más poderoso del mundo. «
Corazonada
De Isabel de Sebastián. Producción musical: David Bensimón, Mauro Cambieri y De Sebastián. Disponible en plataformas musicales.
Explosión performática
Los ’80 la tuvieron ahí, con los tótems de una época que actualmente es vista como un período dorado de nuestro pasado reciente. Ya sea componiendo junto a Gustavo Cerati, brindando su voz para Spinetta o Virus, Isabel de Sebastián fue parte vital de una etapa del rock local que la tuvo como líder de una banda en un género dominado fundamentalmente por hombres. “Los ’80 fueron una cosa distinta en la Argentina que en otros lugares del mundo. Hubo una explosión ‘performática’ de la música rock y pop en todas partes, un quiebre, una nueva irreverencia. Pero para los que salíamos de la adolescencia en dictadura, significaron la posibilidad de una libertad que imaginábamos perdida y la reivindicación de los que pensábamos fuera del marco aceptado en la época de los militares. Por un lado, fue una maravilla: vibrábamos de energía, creando todo el día, haciendo música en un momento que era un muy buen negocio para los productores. Podíamos dedicarnos a eso a full, sin miedo, y viviendo de la música. Por otro lado, los ’80 tuvieron su oscuridad y sus excesos. Veo a las figuras de las nuevas generaciones menos intoxicadas por el ‘star system’ que varios ‘stars’ de esa época. También, desde ese entonces, cambió el papel de la mujer, afortunadamente. Hoy hay miles de mujeres que tocan música y lo hacen muy bien. Mirando hacia atrás, extraño a los que se fueron, los músicos con los que compartí esos años, Luis Alberto, Federico, Ulises. Estoy en contacto con muchos de los que sobrevivimos. Los que hoy estamos activos, con la curiosidad y la capacidad de producción intacta, somos eso, sobrevivientes, esto es algo que hablamos con Daniel Melingo, que es un gran artista con el que solemos colaborar», concluye De Sebastián.
Tres momentos emblemáticos
Metrópoli. Cemento de contacto (1985)
Con Isabel de Sebastián en voces y Ulises Butrón en guitarra y coros, el gran debut de Metrópoli llevó a la banda hacia un nuevo público luego de años en pubs. Grabado a mitad de los años ochenta, las once canciones de este álbum exhibían a la banda como uno de los grupos para ver en vivo en plena temporada de raros peinados nuevos. “Contractura” y “Muñecos uniformes” fueron los dos hits de un disco que sonó en todas las radios.
Luis Alberto Spinetta. Privé (1986)
El séptimo disco solista de Luis Alberto Spinetta contó con la colaboración cercana de Isabel de Sebastián. La buena relación entre ellos los llevó a compartir escenarios durante la gira presentación del álbum que transcurrió tiempo más tarde. Privé, hoy y a la distancia, es visto como uno de los mejores discos del Flaco en los años ochenta y la cantante y compositora recuerda aquellas experiencias con particular cariño.
Soda Stereo. Signos (1986)
“Un día fui a la casa de Gustavo. Recuerdo que tenía un montón de papelitos con palabras en el piso, una técnica de expresión literaria de esos años. Ese día me dio una pista de audio con la música y me la llevé para trabajarla. Recuerdo que imaginé a una pareja cruzando cañones y montañas”. Así nació “En camino”, uno de los temas más recordados de Signos, el tercer disco de Soda Stereo, donde De Sebastián comparte los créditos de la canción junto a Gustavo Cerati y Charly Alberti.