Con un prólogo de Alejandra Kamiya que habla, entre otras cosas, de la inutilidad de los prólogos y de su relación con la autora, Iparraguirre. Cuentos reunidos, por supuesto de Sylvia Iparraguirre, una maestra de la narrativa, se reedita nuevamente, con algunas modificaciones realizadas por la autora.
La edición anterior había salido en 2005. En la nota preliminar, la autora marca detalladamente las modificaciones que hizo para esta nueva aparición de sus cuentos reunidos. Y también habla del lenguaje que es la materia prima con la que trabaja diariamente desde hace muchos años.
“Trabajamos con el lenguaje –dice Iparraguirre- ; es una utopía creer que ejercemos sobre él algún dominio: las formas se convocan o se rechazan, las historias se resignifican y las contigüidades dan sorpresas, por lo que la corrección y el cambio de orden no dejan de ser siempre algo provisorio”.
Y añade: “Y seguramente superfluo, ya que el lector o la lectora, como sucede con los libros de cuentos, entrarán a él por donde la curiosidad o el instinto los guíe. Y eso es lo que todo libro necesita: la libertad del lector”.
Iparraguirre. Cuentos reunidos incluye todos los libros de cuentos publicados por la autora hasta el momento: En el invierno de las ciudades (1988), Probables lluvias por la noche (1993), El país del viento (2003) y Del día y de la noche (2015).
Iparraguirre señala en su nota preliminar que es una experiencia singular releer cuentos que escribió hace mucho tiempo. “Esta nueva edición de mis cuentos reunidos- dice- me puso en trance de volver a leerlos en conjunto después de mucho tiempo. No suelo releer mis libros una vez salidos al ruedo, cuando ya no me pertenecen”.
“Distinta circunstancia es ésta –agrega Iparraguirre- , en que, por las características de la colección, se presentó la oportunidad de una revisión general y crítica. Algo que realicé, sobre todo, con En el invierno de las ciudades, del que me separa un muy largo trecho. Lo bueno o lo paradójico de la experiencia en la escritura es que uno se distancia y alcanza a verlos y a juzgarlos como ajenos”.
La experiencia del lector y la lectora frente a la obra reunida o la obra completa de un escritor o escritora es, quizá, algo diferente. Y la materialidad del libro no es ajena a ella, sino que es, más bien, determinante.
Iparraguirre. Obra reunida: la experiencia del lector
La forma de un libro, pese a lo que pueda pensarse al respecto, es fundamental en la experiencia de lectura. Los distintos libros de cuentos podrían considerarse como distintas partes de una frase separadas por comas. La obra reunida, en cambio, parece agruparlas en una gran oración.
El libro se ofrece, entonces, para una lectura distinta. Si es cierto, como dice la propia Iparraguirre, que el lector altera la edición de acuerdo con sus intereses y su curiosidad, en una obra reunida o completa esa operación se amplía al máximo. La contigüidad, como también lo señaló Iparraguirre, produce efectos inesperados.
Ya no se lee un determinado libro de cuentos, sino que se lee a un autor en sí, más allá de las divisiones más o menos arbitrarias que haya en su obra. Es difícil imaginar un lector o lectora que comience a leer una obra reunida o completa por la primera página y siga el orden establecido hasta llegar a la última.
Es así que Iparraguirre. Cuentos reunidos ofrece la oportunidad de un placentero vagabundeo por su obra que revela relaciones más difíciles de establecer cuando se leen sus cuentos por separado.
Por ejemplo, es posible advertir de qué modo Iparraguirre considera el paisaje en que se desarrollan los cuentos. Sin duda, no se trata de un telón de fondo, sino de un protagonista absoluto que condiciona a los personajes.
Basta con comparar algún cuento de En el invierno de las ciudades con algún otro de El país del viento para comprobarlo y para comprobar también que, de manera coherente, la tercera parte de Del día y de la noche se llama, precisamente, lugares, lo que vuelve a colocar el espacio en el centro de la escena.
Cuando los cuentos pierden los límites geográficos de las tapas, la lectura se modifica, se amplia.
Por otra parte, hay algo muy placentero en tener a disposición una obra reunida, como en este caso, o completa. Produce cierta sensación de posesión y privilegio, como el que da, según dijo alguna vez Cortázar, el poder sentarse en el colectivo del lado de la ventanilla.
Además, da también una sensación de completud. Qué otra cosa completa se puede tener en la vida que esa completud provisoria que da la obra reunida de un buen escritor o escritora como Iparraguirre.
Y qué otra posibilidad de transgresión más gozosa que saltear brechas temporales y ordenamientos para recorrer la obra de una escritora de acuerdo con los caprichos de la propia subjetividad.
Por todas estas razones y, seguramente, por muchas más, es un placer enorme estar en contacto con Iparraguirre. Obra reunida, un libro que nos permite pasear a nuestro antojo por la narrativa breve –brevísima en algunas ocasiones- de una gran escritora.