Era 1999. Los Fabulosos Cadillacs llevaban una década y media sacando discos y tocando, y habían logrado transmitir una temperatura en sus discos: la temperatura del verano y de los bares. Su primer álbum se había llamado Bares y fondas (1986) e incluía una canción llamada «Galápagos», y desde entonces la obra de la banda había transcurrido en un bar y con calor. «Verano salvaje», incluida en El satánico Dr. Cadillac (1989), es solamente el momento más explícito de una continuidad tropical que recorre sistemáticamente canciones y discos: «Demasiada presión», «Carnaval toda la vida», «El crucero del amor», «Arde Buenos Aires», «Miami», «Estrella de Mar», «Queen from the Ghetto». De hecho en la época del virus y el encierro me sorprendí con los vivos que hacía Vicentico desde su casa. Yo me lo imaginaba merodeando por siempre los bares de alguna playa remota revestida de palmeras (no hay ningún otro recurso con mayor fuerza de convicción que el arte), pero tuve que rendirme ante la evidencia: el cantante de los Cadillacs vive en una casa de ventanales amplios, sillones blancos y lámparas de pie.
Pero en La marcha del golazo solitario, que salía hace veinticinco años, la continuidad tropical que había ordenado la discografía de la banda desaparece y el paisaje de los Cadillacs cambia: el bar será hogar y el verano se convertirá en el invierno. Y «Carnaval toda la vida» será «La vida» a secas, sin el carnaval.
Juntos todo el tiempo
En 1986, cuando salió Bares y fondas, Vicentico decía: “el título quiere dar una imagen de que pertenecemos a esos sitios y que estamos juntos todo el tiempo, rondando por allí”. El sujeto es “nosotros, los amigos” y la imagen termina representando mucho más que el primer disco porque, en realidad, son muchos los álbumes que parecen suceder en un bar, con amigos y de noche. Y probablemente en una única noche, como esos libros vanguardistas que, para contar un solo hecho, lo miran varias veces desde distintas perspectivas.
En esa situación que reaparece una y otra vez hay uno de los amigos que se siente desgraciado por una mujer y toma mucho: “tomaste el vaso aquel / aquel que no debes tomar / saliste a caminar / y decidiste irla a buscar” es el momento culminante de una imagen que se repite muchas veces en esa primera época: “sírvanme un trago que me desmaye”, “anoche terminé medio tomado”, “necesito un trago y lo necesito ahora”, “tan solo me dejó olvidado en el bar”.
En el verso que se repite la segunda persona es un amigo, y la tercera persona es siempre una mujer: se le habla a los amigos de una mujer. De ahí viene el título de la que para mí es la mejor canción de los Cadillacs: «Siempre me hablaste de ella». Amigos son los testigos.
Pero en «Carnaval toda la vida», incluida en El león, Vicentico canta “vamos afuera / que mis amigos se van” y algo cambia en esa línea: de pronto los amigos son la tercera persona y la mujer es la segunda. La primera época ha terminado y ahora los Cadillacs le hablan de los amigos a una mujer. Es temprano todavía, pero en el horizonte ya se vislumbran la pareja y los hijos. Y en La marcha del golazo solitario estará el futuro: la pareja será «C.J.» y los hijos «Vos sabés».
«C.J.», que podría estar en alguno de los discos melódicos del Vicentico solista, es una oda al amor de pareja: “Vivir allí con vos / crecer juntos los dos / olvidarnos todo, morir de amor”. Y «Vos sabés» es, además de una nueva segunda persona (ahora se les habla a los hijos), una oda al amor filial. Alguna vez me dijeron que cuando tenés hijos es imposible estar solo en tu casa, y que ese es el sentido de la frase “ya no me quedo nunca más solo”.
Dos realidades
Por un admirable azar hay un video en YouTube en el que esas dos realidades de los Cadillacs, la de los amigos y la del hogar familiar, se rozan (y prevalece, claro, la del hogar).
En el 2007 Flavio tenía un programa de radio en una FM barrial del partido de San Martín y una noche aparecieron otros Cadillacs significativos para tocar unas canciones en formato acústico. Lo llamaron Akustic-loko de fabulosos amigos. Se estaba gestando la vuelta que se concretó en el 2008 y ese programa fue un atisbo del regreso.
Iban por el decimoséptimo tema, que fue «Yo no me sentaría en tu mesa»: es el molde sobre el que uno, si no es muy joven, puede cantar “No nos vamos nada / que nos saquen a patadas”. Es un himno de “nosotros, los amigos”. Estaban con ese “uoooo” cuando suena algo raro. Entonces, mientras los otros siguen tocando, Vicentico atiende su teléfono y dice: “Hola. ¿Qué hacés, Vale? Estoy por salir”. Agrega algo más que no se entiende, corta y le pide perdón al resto. Después canta mal el verso: “por más que quieras sacarnos de nuestro lugar”. Lo canta como burlándose de la canción. Y dice “Bueno, hagamos un acorde final”. Hacen un acorde final y el acústico termina por el llamado de Valeria Bertuccelli, la esposa de Vicentico.
En primera clase
La marcha del golazo solitario marca también el momento más estadounidense de Los Fabulosos Cadillacs: es la época posterior a Fabulosos Calavera y la banda ya viaja definitivamente en primera clase. Escribe Martín Pérez en Página 12 en diciembre de 1998: “También realizaron la proeza de ser el primer grupo de rock argentino que recorrió las rutas estadounidenses en micro durante un mes, tocando casi todas las noches en ciudades fuera del circuito del rock latino”. Tapa de la edición de la edición argentina de la revista Rolling Stone de junio de 1998: “Cadillacs en la ruta: de Arizona a California”.
Por un azar fue unas semanas antes de esa tapa, en mayo de 1998, que fui por última vez a Estados Unidos. Viajé con mi padre y el destino era Los Angeles. Nos alojamos en un hotel de Santa Mónica, visitamos localidades cercanas que se llamaban por ejemplo Topanga y, entre visitas alucinadas a shoppings y supermercados, una noche fuimos a ver a los Cadillacs: por casualidad nuestra breve estadía coincidía con un show de la banda, así que una noche nos dirigimos al Universal Amphiteatre, que estaba adentro de Universal Studios.
Aquel recital fue algo único: por un azar pude ver a los Cadillacs en su hábitat, en esa lejanía estadounidense siempre tórrida y a veces anglo que ya despuntaba en Bares y fondas bajo la forma de «Galápagos» y que en el prólogo de Surfer Calavera y otros cuentos de misterio, un libro de Flavio, aparece como si nada: “Estábamos en el estudio de grabación Compass Point de Nassau, Bahamas…”. Hay que tener mucho trópico encima para cantar “Santa María de los Buenos Aires”.
Ese día también tocaba otra banda: los estadounidenses Cherry Poppin´ Daddies. Y aunque el Universal Amphiteatre ya no existe (ahora es una themed area de Harry Potter), en el booklet de La marcha del golazo solitario, que se mezcló en Los Angeles, todavía aparece, en los agradecimientos, el nombre de esa banda estadounidense.
Cierre de trayectoria
La marcha del golazo solitario marcaría el cierre de la trayectoria discográfica de Los Fabulosos Cadillacs. Es cierto que hubo discos posteriores, pero casi todos fueron en vivo o de reversiones propias: Hola/Chau (2000), La luz del ritmo (2008), El arte de la elegancia (2009) y En Vivo en The Theater at Madison Square Garden (2017). Solamente La salvación de Solo y Juan (2016) vendría a ser un disco propiamente dicho de canciones nuevas, pero es un álbum cuyo concepto viene del momento más activo del grupo: “En 1997 o 1998 pensábamos hacer este disco”, ha dicho Vicentico.
Entonces, para despedirse dando una idea global del mundo, los Cadillacs hicieron de La marcha del golazo solitario un disco de invierno. “Ya cayeron hojas secas / el frío del invierno va a venir / fue el otoño el ultimo calor de abril” se escucha en «Roble»: las gráciles palmeras del trópico han desaparecido. Y si bien el mar está presente en «El baile de la mar» (los Cadillacs son la banda argentina que más ha hablado del mar), en La marcha del golazo solitario por primera vez en su obra se incluye una imagen montañosa: «Águila».
En «Águila» todo ha cambiado: a la nueva geografía le corresponde una nueva instrumentación, y es una auténtica antípoda respecto de la trayectoria de la banda. La distancia con «Sopa de caracol» o «Gitana» no podría ser mayor y marca el momento en que Los Fabulosos Cadillacs dan la vuelta completa, cambian totalmente de piel y se preparan para entrar en este estado en el que no se sabe si están juntos o separados.