Los asesinatos ocurrieron el 29 de julio en Southport, situada en el norte de Inglaterra, ciudad costera del mar de Irlanda. Durante un evento local para niños dedicado a Taylor Swift, Elsie D. Sancombe, Alice da Silva y Bebe King fueron apuñaladas. Tenían nueve, siete y seis años. Dos adultos y ocho niños más también resultaron heridos, algunos de gravedad. La policía arrestó al criminal el día mismo, un muchacho de diecisiete años residente en la zona, y descartó de inmediato cualquier motivo relacionado con el terrorismo. ¿Por qué la policía fue específica sobre ese tema?

Es que las redes sociales identificaron de inmediato al asesino: Ali al-Shakati, un inmigrante ilegal llegado en barco vaya a saber cómo, ni de dónde, demandante de asilo, apañado por la autoridades que no protegen las fronteras e ignorado por la inteligencia interior británica, lo que significa desprotección por parte del Estado y desidia de la política, que son tan culpables de la muerte de las nenas como el asesino mismo. ¡A las calles! ¡Ahora! ¡Por Inglaterra!

La BBC reporta que el 30 de julio estallaron los primeros disturbios anti-musulmanes en la misma Southport, con el ataque a la mezquita local. El 31 estalló la violencia en Hartlepool, Manchester, Aldershot y Londres, donde los manifestantes llegaron a la puerta de Downing Street (la residencia del primer ministro británico. El 2 de agosto, eran fueron atacadas las mezquitas de Sunderland y Liverpool, con quema de autos incluida. El 3 le tocó a Belfast, Blackpool, Hull, Nottingham, Bristol, Portsmouth y de nuevo Liverpool. El 4, fueron las ciudades de Sunderland, Middlesbrough, Rotherham, Tamworth y Weymouth, en algunos casos son intento de incendiar los hoteles que alojaban inmigrantes solicitantes de asilo. El 5, otra vez Belfast y Plymouth, además de Darlington y Birningham. No faltaron las escenas de saqueos a negocios propiedad de “árabes”, protagonizados por una turba. Mientras británicos, quizás de confesión musulmana, defendieron los lugares de culto, así como los inmigrantes en espera de asilo resistieron en las residencias asignadas con barricadas contra la violencia blanca.

Pero no. En vista de los acontecimientos, el juez de la causa reveló que el autor material es Axel Rudakubana, sujeto británico nacido en Cardiff de padres ruandeses. Primera generación, diríamos, tal como el último primer ministro conservador Rishi Sunak, de padres indios, y la que ejerció de ministra del interior Suella Braveman, de padres africanos. De hecho, Sunak y Braveman fueron puntales en la política xenófoba del Reino Unido, al punto de establecer “barcos-prision” para los extranjeros y proyectar la deportación masiva y paga de extranjeros indeseables hacia países africanos -como Ruanda- lo que institucionalizaba un nuevo comercio de trata.

El Institute for Strategic Dialog es otra fundación del establishment británico, que sigue en redes de la extrema derecha inglesa. Los informes disponibles describen cómo el crimen de las niñas de Southport es raptado para servir “mecanismos de odio” y ordenar al extremismo… todo gracias a los dueños de los algoritmos. Esa actividad digital fomenta la islamofobia y la xenofobia; identifica los lugares que deben ser atacados; arenga a los indecisos y alienta la violencia nativa con saqueo e incendio de negocios. El relato apela a las teorías sobre el reemplazo de los ingleses blancos por inmigrantes: el ISD revela que 90% de las mezquitas en Inglaterra sufrieron desmanes en 2023, así como señala posteos festejados tales como “los blancos debemos defender nuestra tierra”; “los políticos dejan entran a los asesinos”; “hemos quemado por segunda vez este negocio de un árabe”. 

El thatcherismo logró el desmantelamiento del Estado de Bienestar británico, privatizaciones, precarizaciones, financiarizaciones. Pero a la hora de las consecuencias, como las clases dominantes no pueden culparse a sí mismas de los superbeneficios obtenidos a costa de la sociedad civil, han de buscar otros culpables. Sobre todo si son más débiles. O la cuestión migratoria es considerada una cuestión social que tiene una solución política, o iremos a un planteo étnico, que sólo presagia más conflictos y más represión. En la era de los algoritmos manejados por los criminales de más alto rango que nunca caerán en manos de la justicia, el desorden civil parece el camino elegido, así en los bordes del Támesis como a orillas del Río de la Plata.